Pasaron muchos años pero el trabajo de uno de los músicos más recordados de nuestro país sigue estando presente en nuestra cultura popular. Tal vez por eso hoy, exactamente a 20 años de su partida, la figura de Gustavo “El Cuchi” Leguizamón sigue siendo predominante por todo lo que en vida hizo por el folklore en particular y por nuestra música en general.
Más allá de ser abogado, legislador y hasta profesor de Historia en su Salta natal (donde nació en 1917), su pasión por la música lo transformó en el compositor y pianista que muchos reconocen como revolucionario en su género. Esquivó lugares comunes lo suficiente para ser considerado “esencial”, al mismo tiempo que se transformó en “popular” por la calidad y sensibilidad de sus obras. Ahí están los acordes de zambas, carnavalitos, chacareras o vidalas para atestiguarlo. En su asociación con Manuel Castilla generó composiciones emblemáticas como “La Pomeña”, “Zamba de Balderrama”, “La Arenosa”, “Lloraré”, “La casa” y «Me voy quedando», como parte de un largo etcétera que expresan ternura, amor, tristeza o pesares como partes indisociables de nuestra cotidianidad.
Fue un compositor prolífico al que se podía distinguir sólo escuchando dos compases. “Hacer música no me alcanza para vivir pero me hace vivir. Mirá lo que son las cosas, porque antes cuando era abogado vivía de la discordia y ahora de la alegría”, supo decirle en algún momento a la prensa expresando su ligazón fuerte con el arte al que muchos calificaron (más allá de lo controvertido del término) como revolucionario.
Y no son pocos los que le adjudican un carácter rupturista, de vanguardia, a varios de sus periodos creativos. El jazz, el rock y la música popular siempre lo reconocieron como una vertiente musical inagotable, algo que por estos días encuentra desde el cine un correlato discursivo con Gustavo Leguizamón, creando la tierra, un film documental dirigido por Claudio Koremblit (ver columna) que trae de regreso el mundo del “Cuchi”, su música, palabra y humor (son recordadas sus dotes de gran conversador donde desplegaba una gracia más que particular) algo que podrá verse en calidad de estreno el 27 de septiembre vía Youtube/ArchivoArmusa.
El primer encuentro
La atracción que generaba El Cuchi fue tan fuerte, que hasta el día de hoy los consultados para esta nota recuerdan la primera vez que lo escucharon, y casi todos coinciden en un factor casi único: hubo un antes y un después luego de ese encuentro. “Su música me sorprendió enormemente. No recuerdo bien que canción fue, pero si me acuerdo que sentí que había un músico arriesgado y profundo, algo notablemente renovador. Ya algo más tarde de esa primera vez que lo escuché fue cuando tomé conciencia de que era una especie de bisagra en la música. Estaba sorprendida”, recuerda Liliana Herrero sobre ese momento tan particular.
Guillermo Klein, uno de los pianistas y compositores argentinos más celebrados del mundo del jazz, está radicado en Nueva York. Desde ese lugar suele interpretar la música del Cuchi para los habitantes de la Gran Manzana. “Conocía muchos temas del Cuchi sin saber que eran de él, especialmente la ‘Zamba del laurel’, ‘Zamba del carnaval’ y muchas otras. Pero en 2008 me escriben para proponerme un concierto sobre la música del Cuchi, y ahí descubro que todos esos temas que tanto me gustaban eran de él. Desde entonces su música es una de mis favoritas, y hasta comparto sus giros melódicos en las clases que ofrezco. Siento que desde esa primera vez la música del Cuchi está siempre presente en mi vida de manera dinámica”.
Revolucionario y popular
En la música del Cuchi se mezcla un quiebre artístico con el signo de su época pero también, casi como la otra cara de la misma moneda, su faceta de compositor de carácter popular para las amplias mayorías. Ese factor, tan buscado y ansiado por miles de músicos alrededor del mundo, es algo que en pocas ocasiones algunos consiguen. Desde los ’80 que Palo Pandolfo hizo del rock su forma de ser. Pero eso no le impidió observar el carácter rupturista de Leguizamón más allá del género que abrazase. “Yo al Cuchi lo veo tan de quiebre que me resulta hasta casi lógico que se lo considere revolucionario. Creo que es como una especie de Thelonious Monk pero del folklore, y por eso soy uno de los que piensan que su trabajo con Castilla generaron un corpus único en la música de nuestro país. Pero también es cierto que es un músico popular porque su obra así lo es”.
“¿Revolucionario? Sí claro, absolutamente. Eso viene porque fue renovador, y hasta diría que sin proponérselo. Es tan así que no hay otra forma de llamarlo a lo que hizo El Cuchi”, dice Herrero, al mismo tiempo que recuerda con una anécdota elocuente la personalidad de Leguizamón: “A él le causaba una gran gracia que manifestaba con una gran carcajada cuando alguien pasaba por la puerta de su casa silbando alguna de sus canciones sin saber que eran de él. A mí me dijo una vez que eso era lo mejor que le podía pasar. Eso que cuento tiene una sola explicación: significa que era profundamente popular, fundamentalmente porque en esas cosas el autor se disuelve. Cuando se alcanza eso a mí me parece algo increíble”.
Nuevas influencias
El trabajo de Leguizamón pertenece a uno de los pocos casos en los que un amplio arco de artistas abordan sus composiciones y transitan su universo más allá del género que habiten. Desde el rock, el jazz y las múltiples variantes de la música popular siempre se lo celebra. “Yo creo que el Cuchi ha incorporado muchos elementos al folklore de una manera similar a como lo han hecho Thelonious Monk y Charlie Parker en el jazz. Es decir, utilizar formas ya establecidas a priori para agregarles nuevos ingredientes que no se estilaban. Armónicos (impresionistas), melódicos (melodías angulares de grandes interválicas) y rítmicos; la baguala para cerrar la “Zamba del Silbador”, por ejemplo. Supongo que en su época en Salta habrá sido muy desconcertante para mucha gente pero como es tan claro y contundente lo que el Cuchi hace debe haber provocado un lindo revuelo. Por suerte grandes intérpretes en esos años pudieron entenderlo, potenciar su trabajo y como su música es de una calidad única queda en lo vernáculo impreso por siempre. A mí su trabajo sin duda me ha influenciado”, aclara Guillermo Klein.
“No me parece extraño que su música sea mencionada por múltiples artistas y de los más variados géneros. Se trata de una música sutil, lujosa y que produce sorpresa, curiosidad, porque querés escuchar más. El músico inquieto y curioso que busca lenguajes diferentes solo se acerca a la música del Cuchi. Tiene un valor estilístico que se tiene un anclaje notable en lo cultural, entonces se trata de un lenguaje que lo contiene todo alrededor de la forma y el contenido. Por eso es imposible que algo de ahí salga desapercibido. Aunque no sé cuánto influyó en mí, siento que yo absorbí su música porque lo escuchaba desde niño. Sus elementos están presentes en muchos de los músicos que admiro, y eso es notorio”, sostiene Ramiro Gallo, como uno de los músicos de tango que observa la influencia de Leguizamón en el género que transita.
Para Juan Falú, quien pudo conocer a temprana edad al Cuchi, su talento y conocimiento de las raíces le permitieron transgredir las estructuras de la composición: “Fue en ese sentido un compositor desafiante. Y ese talento le permitió ser un gran transformador pero natural, sin proponerse nada así, algo que sin dudas le permitió influir en los demás porque lo suyo generaba admiración. En mí su estética me ha llegado e influenciado”.
Memoria viva
Murió el 27 de septiembre de 2000. A 20 años de su partida, Liliana Herrero lo recuerda como un hacedor de caminos. “Marcó y dejó una huella completamente novedosa, inclusive en estos días. Con su música se ubicó en el mito de viejas culturas para llevarla a otros pueblos, inclusive de nuestro país, por eso creo que tomó las voces populares y con eso armó algo maravilloso. Por eso es recordado”. Para Pandolfo, “su carácter rupturista fue esencial para que hoy todavía se hable de él, y eso en un país con tantos artistas como este no es poco”. Juan Falú, por su parte, destaca: “Leguizamón demostró como pocos que una cosa es la tradición con horizonte infinito y otra el tradicionalismo acotado al ayer”. Y, a modo de cierre, Ramiro Gallo destaca del Cuchi que “fue un músico sin dudas entrañable. Su música está arraigada en el sonar del pueblo”. «
Su eterno amor por la música
-Fue descendiente de Martina Silva de Gurruchaga, una heroína de la independencia. A sus dos años mientras se recuperaba de sarampión, le regalaron una quena. Fue su primer instrumento para luego saltar a la guitarra y finalmente al piano, del que no se despegaría jamás.
-A los 25 años construyó una gran amistad con el poeta Manuel Castilla, con quien conformó una dupla más que recordada. Juntos crearon míticas zambas, chacareras y vidalas que hoy viven en el corazón de miles de argentinos.
-El seudónimo Cuchi significa chancho en quechua. Contrariamente a lo que se pueda pensar, el término no remite a ningún criterio denostativo.
-Su trabajo fue siempre acompañado de la labor de grandes poetas. Codo a codo, colaboraron con él figuras de la talla de Armando Tejada Gómez, Juan Carlos Dávalos, Jaime Dávalos y Jorge Luis Borges, con quien trabajó en “No hay cosa como la muerte”. Fue el fundador y director del Dúo Salteño, agrupación de gran audacia e influencia que conformaron Néstor Echenique y Patricio Jiménez.
-Durante su carrera fue muchas veces premiado por instituciones y por sus pares, pero fundamentalmente fue el autor de composiciones míticas, entre las que se destacan “Chacarera del Expediente”, “Carnavalito del Duende”, “Zamba para la Viuda” y “Zamba de Argamonte”, entre muchas otras del cancionero popular argentino.