Un comentario casi a la pasada de la productora durante una entrevista con Jey Mammon puso otra vez en primer plano una matriz que atrasa. En tiempos en los que se desafían mandatos y caen paradigmas de todo tipo, en la TV los “gordos” y las “gordas” siguen escondidos bajo la alfombra o se les demanda roles bufonescos.
La semana pasada la productora de TV Cris Morena hizo un comentario sobre la contextura física de Jey Mammon que no pasó desapercibido: rápidamente aparecieron los repudios en las redes sociales que alertaban sobre la gordofobia. Al parecer, los niños y niñas de los programas de Cris Morena no eran “flaquitos” por casualidad.
Cuando Mammon le consultó a la productora quién podría encabezar una remake de Jugate conmigo, Morena respondió: «Santiago del Moro, vos bajando un poco» señalando al conductor de Los Mammones y refiriéndose a su peso.
Jey Mammon suele disponer un escenario cómodo (no sólo por su sillón) para sus invitados: propone charlas afables, no embosca ni maltrata y no entra en temas que el invitado no quiere tratar. Ese espacio de confort hace que concurran a su programa figuras que no van a otros programas, que “se suelten” y que, a veces, hablen más allá de lo que les conviene. Si bien no parece un efecto buscado por el programa, los “sincericidios” aparecen en forma recurrente.
Haciendo un rápido repaso de las producciones de Cris Morena, los elencos exhiben una homogeneidad física apabullante. Y cuando aparecían cuerpos, rostros o características que salen de ese patrón híper estereotipado, era para ser objeto de burla. Sólo los ciudadanos de un frasco de mayonesa olvidado en la heladera no asociarían a las producciones de Cris Morena con valores retrógrados. Lo que sí sorprende es que Morena, en definitiva una especialista en medios, siga exhibiendo hoy con soltura y torpeza esos mismos valores. Y lo más grave es que, en forma levemente más solapada, esas concepciones siguen vigentes en la televisión argentina.
El caso de las tiras juveniles de Cris Morena no es el único. La televisión argentina (y el universo audiovisual occidental en general) ha rechazado históricamente los cuerpos diversos, incluso rara vez se ven cuerpos por fuera del universo aspiracional: en la TV y el cine se exhibe gente cuyos cuerpos casi superan los ideales alcanzables y se acercan demasiado a la fantasía.
Ese sueño cándido de ser “blancos, flacos y hermosos” como la Barbie o Ken se vuelve un drama cuando la bulimia y la anorexia descargan sobre los cuerpos patologías originadas en sueños de cisne negro.
Los colectivos de activismo gorde, espacios de militancia en favor de la no discriminación a los cuerpos plurales, señalan la dificultad de llegar a los espacios de decisión de la TV o el cine con el planteo de que se abandone la uniformidad de los cuerpos en pantalla.
Un simple ejercicio basta para mostrar la tendencia: no hay cuerpos gordos en la TV. Los que aparecen, Darío Barassi y Larry de Clay (no hay muchos más), se vieron obligados a construir sus carreras aprovechando el mote de “gordo bueno/simpático” y usándolo en su favor. A la manera de Lizy Tagliani, hacen de la discriminación un culto favorable, pero eso no niega la segregación.
Para los varones la posibilidad de aparecer en pantalla es muy superior a la de las mujeres si no son todo lo flacas que quiere el sistema. Películas como Dumplin’ o ¿No es romántico? construyen su tema en torno a la “rareza” de que adolescentes gordas puedan enamorarse, ser objeto de deseo o dadoras de placer.
Detrás de la gordofobia audiovisual se esconden dos cuestiones y ambas son muy complicadas: por un lado, la idea de que el gordo o la gorda no pueden resultar atractivos, no puede ser fuente de deseo y no puede ser dadores de placer. No hay historias de amor, ni desenlaces sexuales que comiencen con un gordo o una gorda. Por otro lado, a diferencia de lo que ocurre con las cuestiones raciales o de género, se cree con cinismo que el gordo es gordo porque quiere. No es así en gran parte de los casos y, en los que pueda serlo, es una decisión personal y respetable como tantas otras. Cris Morena estimula un sistema que construye un universo de flacos exitosos que han cumplido con la disciplina estipulada.
Lo de exitosa productora no fue un exabrupto. Con su mirada sigue operando el universo audiovisual. Con esas ideas hizo todos sus éxitos, muchos de los cuales se vieron en múltiples países. Echar algo de luz sobre el modo restrictivo y excluyente con el que se construyeron esas historias es importante para comprender que esos cuerpos no representan la realidad y se convierten en una fantasía peligrosa porque en muchos casos generan valores y/o conductas imitativas.
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Muy buena nota!!