Clint Eastwood cumple 90 años: el ícono de la pantalla grande que se transformó en un director imprescindible
Construyó una carrera inconfundible que incluye más de 70 películas como actor y casi 45 como realizador. Hoy sigue en actividad y sus films son reconocidas en todo el mundo.
Clinton Eastwood Jr., conocido como Clint Eastwood, actor, director y gran figura de Hollywood, el que se hizo famoso a través de los “spaghetti western”, fue Harry el Sucio en varias películas y personificó al galán maduro de “Los puentes de Madison”, hoy cumple 90 años.
Personaje admirado por su labor artística y cuestionado por algunos sectores en función de su pensamiento conservador –que suele colarse en los filmes que escribe y dirige-, goza de una indulgencia, aun en sectores opuestos a sus posturas, que es fruto de un innegable carisma y de la importancia de su obra, en varias ocasiones premiada con el Oscar.
Eastwood tuvo comienzos bastante humildes en títulos de 1955 como “El regreso del monstruo” y “Tarántula”, de Jack Arnold, y “Francisquito en la armada”, de Arthur Lubin, secundando de muy lejos a Donald O’Connor; y probó suerte en la TV en las series “La llamada del Oeste” y “West Point”, donde los productores apreciaban sobre todo su rostro inconfundiblemente varonil y su 1,93 de altura.
Tuvo que viajar a Europa, donde el italiano Sergio Leone estaba inventando el “spaghetti western”, que se rodaba entre escenarios españoles de Andalucía y estudios romanos, para llamar la atención de la industria a través de “Por un puñado de dólares” (1964), “Por unos dólares más” (1965) y “Lo bueno, lo malo y lo feo” (1967).
En ese ámbito plebeyo, Eastwood impuso su figura innegablemente atractiva, de pocas palabras, con sesgos heroicos aunque misteriosos como para dejar al público siempre en la duda, y de esa composición fue también responsable el director Leone, tan solo reivindicado a partir de “Érase una vez en América” (1984), su última película, por críticos que no habían observado que detrás del chisporroteo había un creador.
Aquella “trilogía del dólar” le sirvió al actor, ya en Estados Unidos, para elevar su imagen y su cachet, sobre todo cuando se asoció al director Don Siegel en títulos como “Mi nombre es violencia” (1968), “Los buitres tienen hambre” (1969), “El engaño” y “Harry el Sucio” (1971), que tuvo cuatro secuelas dirigidas por otros.
Se dice que Siegel fue su referente cuando Eastwood se decidió a dirigir: sucedió a partir de “Obsesión mortal” (1971), a la que siguieron “La venganza del muerto” (1973), “Licencia para matar” (1975), “El fugitivo Josey Wales” (1976), “Ruta suicida” (1977), “Bronco Billy” (1980) e “Impacto fulminante” (1983), entre otras, todas protagonizadas por él mismo.
Por entonces tuvo una tormentosa relación con la actriz Sondra Locke (1944-2018), prácticamente su sombra en la vida y sus filmes hasta la separación en 1989, y la única de sus varias mujeres oficiales con la que no tuvo ninguno de sus siete hijos.
Además de ganar otros cuatro premios Oscar –película, dirección, actriz (Hilary Swank) y actor de reparto (Morgan Freeman)- por “Million Dollar Baby” (2004), también dirigió películas no protagonizadas por él, como “Río místico” (2003), con Sean Penn y Tim Robbins -Oscar a protagonista y acompañante, respectivamente- y la espléndida “Cartas desde Iwo Jima” (2006), su inesperado manifiesto pacifista.
En ese camino estuvo al mando de “El sustituto” (2008), con Angelina Jolie; “Invictus” (2009), con Freeman; “Más allá de la vida” (2010), con Matt Damon; “J. Edgar”, con Leonardo DiCaprio; y “Sully: hazaña en el Hudson” (2016), con Tom Hanks, entre otros títulos menores.
Admirado por la crítica europea y latinoamericana más que por la de su país, Eastwood mostró su calidad creativa e interpretativa en “Gran Torino” (2008), en la que había tufillos xenófobos, lo mismo que en “La mula” (2018), donde a los 88 años demostró que podía ponerse en pie y enfrentar un personaje para nada lineal.