El renombrado creador no sólo obtuvo múltiples éxitos de taquilla. También cambió el curso de la narrativa contemporánea del sétimo arte.
Disponible en Amazon Prime y Movistar Play.
Hubo niños y niñas que quisieron convertirse en arqueólogos al ver esta película. Aunque usted no lo crea. Y no era para menos. Si con Tiburón había recuperado el terror en la vida cotidiana pese a todas las precauciones que la humanidad se ha esforzado en desarrollar para tener una vida apacible (hasta el momento quedaba al rango de las posesiones o de los asesinos seriales), con la saga de Indiana Jones recuperaba el más banal, prosaico y divertido cine de aventuras, ese que se había volcado a la sofisiticación de James Bond o a la ironía y revisión crítica del spaghetti western. Indiana Jones es como estar en un parque de diversiones. Casi literalmente. Y lo que cuenta es que en 1936, el profe de arqueología Indiana Jones (un Harrison Ford que será mucho más amado por esta saga que por la de Star Wars, que ya lo había llenado también de dinero) es un profesor de arqueología al que le llega la información de que el Arca de la Alianza, donde se conservan las Tablas de la Ley que Dios entregó a Moisés, existe. De hecho es un trabajo que le encomienda el gobierno de Estados Unidos porque en su búsqueda también van los nazis, ya que según la leyenda quien las posea tendrá un poder absoluto.
Disponible en Disney Plus, Amazon Prime, Paramount Plus, Movistar Play, Paramount Plus y Apple TV.
Si uno dijera que hasta la llegada de esta película los niños en el cine eran un estorbo o un muestrario de freaks, probablemente exagere, aunque es seguro que no miente. Un extraterrestre pierde la nave en la que estaba viajando con su familia por andar dando vueltas por ahí más de la cuenta (como todo niño y niña del universo, acaso diría El Principito), y queda completamente solo en el medio de lo desconocido. Tiene mucho miedo, hasta que Elliot lo descubre y se hacen amigos y consigue llevarlo a su casa. Pero también lo buscan unos científicos para investigarlo, y la policía quién sabe para qué. El film es de una belleza pocas veces lograda por el cine. Porque no es una belleza de la imagen ni del diálogo. Es la belleza de una situación en la que un grupo de chicos y chicas deciden, llevados por su corazón y su espíritu, pero también por lo mejor de la historia de la especie que le han contado y han aprendido, qué clase de futuro quieren para ellos y los que vendrán. Es algo así como un mensaje en una botella para la posteridad, en el que ellos dicen que no hay conocimiento científico que valga, ni seguridad que amerite, el sometimiento de un otro, cualquier otro, por más distinto y diferente que sea a cualquier cosa que hayamos conocido o imaginado.
Disponible en Amazon Prime Video, Star Plus, Movistar Play.
Spielberg vuelve a poner a las infancias en el centro, pero mirando hacia el futuro. La posibilidad teórica de poder reconstruir una especie desaparecida de la faz de la Tierra hace cientos de millones de años a partir de un mosquito petrificado en ámbar que probablemente haya picado a un dinosaurio en su tiempo, es combinada con las nuevas posibilidades tecnológicas que la producción digital le ofrece al cine. En las manos de nuestro héroe, el resultado es un prodigio. No tanto tal vez por la calidad del producto en sí, sino más bien -una constante en su cine- en las múltiples ramas, hipótesis, reflexiones, especulaciones, fantasías e imaginario que el tronco principal del asunto permite desplegar. Para quien no la vio, la síntesis argumental dice: el multimillonario John Hammond consigue clonar dinosaurios del Jurásico y crea un parque temático en alguna isla cerca de Costa Rica. Antes de abrirlo invita a una pareja de eminentes científicos y a un matemático para que comprueben la viabilidad del proyecto (y para alardear un poco, él que es de otra generación) y a dos de sus nietos. Pero las cosas no resultan según lo esperado.
Disponible en Netflix, Amazon Prime, Star Plus, Movistar Play.
El nuevo milenio es también un poco el fin del reinado de Spielberg. Acaso por eso ésta es su película más triste no sólo por la historia, sino por lo desesperanzadora, como si aquello con todo lo que soñó e hizo soñar ya no pudiera ser más. Y en ese sentido, si bien después vendría Minority Report (2002), es su último gran relato: ya no habría en su cine la ambición de enseñar la historia de otra manera, mostrando que no todos dejaron solos a los judíos en el Holocausto (La lista de Schindler, 1993) o que la Segunda Guerra no tuvo nada de esa cosa fácil, casi de juego y canchera que Hollywood había ayudado a crear (Rescatando al soldado Ryan, 1997). En esta habla sobre muchas de las sensaciones de hoy, aunque no sean las más manifiestas. Habla de un mundo futuro en el que los seres humanos conviven con sofisticados robots llamados Mecas, que son iguales a los humanos excepto en los sentimientos. En una semblanza de la historia de Isaac Asimov, allí se realiza la primera experiencia de un niño-robot, David, programado para amar para ser el hijo de una pareja de humanos. Aquello que en ET aparecía unido para siempre comienza a separarse. Y nuestro maestro parece no tener respuestas para darnos.
Disponible en Apple TV.
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