Son dos engranajes esenciales de ¿Qué hacemos con Walter?, la comedia que marca el exitoso regreso al teatro de Juan José Campanella. La pieza hace foco en una conflictiva asamblea extraordinaria convocada por un consorcio para decidir el futuro del encargado del edificio.
¿Cómo es trabajar con Campanella?
Karina K: La obra está muy bien escrita. Tuvo sus modificaciones, claro, porque cuando uno le pone vida y va encontrando el timming al empezar a ensayar las cosas se reacomodan. Juan es un perfeccionista. Después de cada función anota algo y al otro día nos transmite esas observaciones. Aplicamos esas sugerencias sutiles, pausas o aceleres, en la manera de ir tirando las líneas y redundan en un cambio exponencial que enriquece el resultado final.
Campi: Campanella trabaja de una manera muy minuciosa. Es algo que me encanta porque yo soy un enfermo del detalle. Amo el segundo plano y acá se le da la misma importancia que al primero. Quien está atrás en la escena siempre aporta algo y me encanta buscar esos detalles. Juan es milimétrico, pasa lija fina al agua, está buenísimo.
Son personajes polémicos los suyos. ¿Están de acuerdo?
C: Mi personaje es la antítesis de lo que soy. Es de esos tipos que no les podés comprar un auto usado. Es el típico que te dice «vamo y vamo», que te guiña el ojo, y siempre te hace pagar un peaje donde no hay que pagarlo. Yo voy por la vereda de enfrente. No debo juzgar a mis personajes, pero este tipo de personas no me cae bien. Trato de ponerle cosas atractivas a la interpretación para amigarme un poco con él y que, a pesar de todo, sea cómico.
K: Esta obra es una radiografía de la idiosincrasia argentina. Tiene mucho humor costumbrista. Todos estos personajes tienen su forma de pensamiento, muy cerrada en algunos casos, y se hace muy difícil encontrar el consenso. La historia es un tsunami emocional de situaciones. La gente se ríe por identificación: ya sea personal o por algún vecino, amigo o familiar que le recuerda a alguien de la obra. Está bueno marcar esos estereotipos. Además, yo vengo del musical, y esto de hacer puro texto es un lindo desafío.
¿El éxito funciona como presión o como una motivación extra?
C: No es lo mismo llenar o no. Cuando hay gente, todo fluye más felizmente. Esta es una sala grande y que esté de bote a bote cada noche te hace salir con otra energía. Pero siempre digo que no laburo para producir la risa. Uno hace un laburo que como consecuencia genera risa. Si vos hacés bien tu laburo producís una emoción, pero no tenés que ir tras la emoción: hay que ir paso a paso. Hay otros que apuntan directamente a la gente, pero a mí no me parece el mejor camino. Me gusta ir armando todo para que la consecuencia venga sola.
K: No nos dormimos en los laureles, seguimos trabajando. Lo que tiene que venir vendrá, todo llega de hacer un excelente trabajo y eso es lo que intentamos. Es una alegría ver reír a la gente, aunque sea de reojo porque hay una cuarta pared. Pero estar atento y no bajar nunca el nivel de atención es fundamental.
Tiene una mirada clasista y social bastante marcada la obra. ¿Es una radiografía de los argentinos?
K: Creo que esta obra hace una observación de la vida muy exhaustiva. Es algo muy milimétrico y sutil. Hay esa mirada de clases, desde el vamos la premisa es que quieren echar al portero y a muchos no les importa. Es un tipo con valores y noble pero, si no hace bien su trabajo, hay quienes le tienen paciencia y quienes no. En esa diferencia de clases aparece como tema la dignidad de las personas, sus principios y sueños. Hay miserias que reflejan la vida misma. Soy muy observadora y estoy convencida de que la realidad supera la ficción, el material creativo sale de allí.
C: Yo ejecuto la obra. Si hay alguien que piensa que es un reflejo de algo más, me excede. Yo me limito a hacer lo mejor posible al administrador. No puedo estar pensando si tengo más responsabilidad porque el tipo hace lo que hace. Mi responsabilidad es construir una buena pintura, después que cada uno la interprete como quiere. Te puede caer mal o bien, pero si te reís, entonces quizás te permitas reflexionar. En la obra salen a relucir cosas que como sociedad tampoco está bueno que existan. Pero no es agresivo, es un estilo que Juan maneja bien. Hay grieta, ok. ¿Pero qué hacemos? El paralelismo con lo que nos pasa es inevitable. No podes dejar de lado lo que nos está sucediendo. El teatro siempre está en un contexto, no viene de Marte. Estas cosas le pasan a mucha gente. Tu vecino no te cae bien porque piensa distinto o hace algo que vos no estás de acuerdo, pero el del otro lado es peor, al de enfrente lo detestás pero no es tan terrible
Y así. Pero todos queremos lo mejor para el edificio: sacar la humedad, que el ascensor ande bien… Lo difícil es ponerse de acuerdo y ordenar prioridades.
En el contexto actual, ¿el teatro qué papel juega?
K: El teatro cumple un rol iluminador. Abre la mente de cualquiera que se siente a mirar. Es el disipador de lo turbio del espejo. Es como pasar el trapo para dejar a la vista lo que realmente somos. Sobre todo con una obra como esta, que tiene una mirada profunda de la condición humana. Algunos relacionan el humor con algo pasatista, pero tiene mucha responsabilidad porque incluye una mirada paradójica sobre lo que nos pasa.
C: Me gusta esa idea de armar o preparar espejos para reflejarse con más claridad. Siempre en algún tramo, en alguna frase, te terminás identificando. En todos lados podés encontrarte a uno de estos personajes. Quizá sólo pasas un buen rato y listo, pero en una de esas podés cambiar algo. La verdad es que la pasión por nuestro trabajo es nuestra forma de expresarnos. Después, cada persona decide con qué se queda. Qué le puede resultar útil y qué no. «
Un tema que permitiera jugar con el humor
La obra fue escrita por Juan José Campanella junto con Emanuel Diez, quienes también compartieron autoría en Entre caníbales, programa que se vio en la pantalla de Telefe en 2015. Juntos también escribieron un proyecto para cine, pero que no se pudo concretar por la muerte de quien iba a ser el protagonista: Daniel Rabinovich (Les Luthiers).
«Hace mucho queríamos hacer algo para teatro, pero no encontrábamos el tema que nos permitiera hacer humor de la manera que queríamos. Buscamos mucho hasta que un amigo de Juan vino a contarnos algunas cositas de las reuniones de consorcio que venían teniendo por no sé qué tema. Esas pasiones y problemas nos pareció un buen set y, sobre todo, nos daban pie para tratar temas más allá de lo que pasa en un edificio», comenta Diez.
«Lo primero que hicimos fue hacer entrevistas a administradores de consorcio y encargados. Hablando con ellos fuimos depurando qué podía ser atractivo para el guión», agrega Diez. La manera de trabajar fue la preferida de Campanella: empezar a escribir sin tener mucha idea de qué va ir, sin tener establecido el rumbo ni el final. «Le gusta ir encontrando el tono desde la voz de los personajes y así lo hicimos», concluye el autor.
El desafío de aprender
Karina K y Campi generaron una química que los potencia. Arriba y abajo del escenario. Ella le explica cómo le encuentra una musicalidad a las líneas y como en el teatro musical las convenciones son distintas. Él escucha con curiosidad sincera. «La verdad es que aprendo mucho revela Campi. Porque ella viene de otro palo y que me explique su mirada es algo nuevo para mí.» Para el actor constantemente se cambia, la evolución es constante. «Sin darte cuenta estás todo el tiempo en movimiento, y absorbiendo cosas. Aprendo mucho de mis compañeros, los de la tele, de este grupo o de lo que haga. Me gusta estar en elencos donde haya gente que me puede dejar algo. En eso me fijo mucho. En lo profesional esto es una escuela. Cada uno tiene su técnica y uno incorpora todo el tiempo. Y es recíproco porque para la comedia muchas veces me consultan a mí.»
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