Hay que salir del agujero interior y echar a las ratas que coparon nuestra conciencia. La primera línea, casi un exorto, es de Federico Moura; la segunda, un parafraseo del famoso estribillo de “O tempo nao para», el tema de Cazuza más conocido en la Argentina a partir de la versión en castellano de la Bersuit («El tiempo no para»). Los dos cantantes nacieron en los 50, los dos fueron referentes de su época, los 80s, y también íconos del rock, de la moda, de la libertad de los cuerpos y la sexualidad. Autores de hits que celebran el placer y el exceso, pero también de una poesía capaz de ir mucho más allá de eso. Los dos crearon en contextos dictatoriales; los de Argentina y Brasil. Ambos reivindicaron vivir a su modo, y murieron a causa de la enfermedad que también marcó su tiempo: el SIDA.
En Cazuza y Federico Moura : las vidas paralelas (Aurelia Rivera Libros), Adrián Melo retoma el ejercicio de Plutarco de escribir acerca de vidas, no de biografías. “No importan los hechos heroicos, los escándalos o las hazañas; a veces basta una anécdota para dar cuenta de un carácter. Es imposible ser exhaustivo”, cuenta el sociólogo y escritor. “Así como Plutarco tomaba un personaje romano y uno griego, yo pensé en Argentina y Brasil. Son países con una historia en común, pero también amores y odios, como Grecia y Roma en su momento. Hay una fascinación mutua y una rivalidad. Y en esto de escribir una serie de vidas paralelas de personajes, pensé en Federico Moura y en Cazuza”.
Federico Moura nació en 1951 en La Plata; Cazuza, en 1958 en Río de Janeiro. La juventud encontró al primero al frente de Virus, y al segundo, del grupo de rock Barão Vermelho.“En los 80s no había demasiado referencia para un gay en nuestro país. Estaban Carlos Jáuregui, Paquito Jamandreu y en la música, Federico Moura. Si bien Moura no salió abiertamente del clóset había canciones en las que se podía identificar cierto look, que además era completamente diferente a la estética del rock argentino”. En ese sentido, Cazuza no ocultaba su bisexualidad.
-Como citás en el libro, en la época en que estos dos personajes crecen, en Brasil se daba el desbunde, como se llamó al reclamo de libertad social y sexual pero más apolítica, de la juventud de los 70 en ese país. Mientras que en la Argentina había una solemnidad acartonada, como las películas de Palito Ortega y el modelo de juventud “sana”.
-En cierta forma, Cazuza tuvo el camino allanado, con figuras como Ney Matogrosso, Secos e Molhados, inclusive Caetano Veloso. Allí está bien puesto en escena lo que Silviano Santiago denomina “el cuerpo inconveniente”. No es el cuerpo de la bossa nova el de la gran resistencia a la dictadura brasileña, un cuerpo con un poco de whisky encima, pero un cuerpo quieto, que no se mueve. En cambio, estos cuerpos se mueven sexualmente. Por otro lado, las dictaduras de cada país fueron diferentes. El terrorismo de estado acá fue más sistemático, mientras que en Brasil existió ese término terrible que fue “la dicta blanda”, que involucró un golpe de estado que no tuvo la magnitud y sistematicidad que el que se dio acá. Y por eso Federico es un antes y un después en el rock nacional, porque no tiene antecedentes. Antes de Virus estaban los hippies y después, la ropa de cuero, pero Federico y Cazuza instauran una especie de glam rock, le ponen color y alegría al rock como una resistencia a la dictadura. Se los acusa de frívolos y de gays, pero después de esa larga noche de las dictaduras, la aparición de este cuerpo que baila, de este cuerpo alegre, es la gran ruptura. En ese sentido, seguro que la aparición de la figura de Moura y de Virus fue mucho más disruptiva, además de que hubo que sufrirla por la homofobia, eso de “la banda de los putos” y todo lo que ya sabemos. Cazuza estaba en una cultura que, si se quiere, era un poco más andrógina. Por eso también las letras de Cazuza eran más explícitas.
-Pero escuchar a Federico en ese momento también era fuerte…
-¡Sin dudas! Hay que pensar en “Luna de miel”, una oda a la masturbación que no tiene antecedentes en la discografía argentina, o la tapa de Locura. Y las letras referidas a levantes callejeros, la búsqueda de sensualidad, como “El 146”, “El probador”. En el colectivo, en un negocio, en esos lugares públicos que habían estado copados por la dictadura, empieza a ocurrir el sexo y la sexualidad; eso es muy, muy fuerte y no sé si fue suficientemente valorado. Y ni hablar de Superficies de placer y su tapa.
-Decís en el libro que los 80s son exagerados; creo que también son ambigüos. Tienen la oscuridad de la dictadura y su contracara, que es esta exuberancia. Sin embargo, se cristalizaron como una época banal.
-Claro, como pasó con la economía de esa época, que se la conoce como la “década perdida”. Los 90s también fueron muy banalizados. Pero creo que en los 80 pasaron muchas cosas juntas; y eso se ve en todo, en los maquillajes y vestidos exagerados, en la droga por antonomasia, que es la cocaína… Lo viejo no termina de morir, como la dictadura y sus resabios, y lo nuevo no termina de nacer. Y entonces pasan estos fenómenos increíbles. Si hilamos muy fino y pensás en “Agujero interior”, de Virus, es una canción muy profunda. Salir del agujero interior en ese momento tenía que ver con lo sexual, lo político, con salir a la calle. Y se lanza a la venta el 10 de diciembre de 1983, el día que asume Alfonsín. Cazuza presenta el 15 de enero de 1985 en Rock In Rio su canción “Pro Dia Nascer Feliz”, el mismo día que es elegido presidente Tancredo Neves y le pone fin a la larga “dicta blanda” brasileña. Entre lo viejo y lo nuevo, en el medio, están todas estas explosiones y estas esperanzas que, en cierta forma, después se ven truncadas. Porque la democracia no hace lugar a todos los sueños y encima viene el SIDA para terminar con la posibilidad del desenfreno sexual.
-Como vos también planteás, la juventud es un invento de mediados del siglo XX, y en esa producción cultural que habilita, citás a íconos como James Dean. Pareciera que desde lo fundacional, la juventud y la muerte van de la mano. ¿Cazuza y Moura también comprobarían esa épica?
-Yo pienso esta idea de juventud que ya no podía ser la de los 60, porque el terrorismo de estado las había arrasado; entonces hubo que buscar otras formas de ser jóvenes y de poder pensar otras utopías, y muchas veces las encontraron en la estética, en las diversidades sexuales y en la droga. En el caso de Cazuza, casi fue un destino que buscaba. En algún momento hasta él mismo dijo “quise tener el SIDA”. En su canción “Ideología” plantea que ya no existe en su tiempo una ideología como la de los años 60, de cambiar el mundo, y que entonces hay que abocarse a algo más individual o a las drogas. Y sí, parecería que en algún punto, en su caso quería una muerte más poética o épica. Federico hasta se lo llegó a preguntar: a partir de la anécdota del nombre de la banda, que surge como broma por la gripe de un hermano, años después, cuando ya está enfermo, él se pregunta si no hubo en esa elección del nombre, algo más. Digamos que un poco más o menos conscientemente, se trata de vidas ejemplares que terminan iluminando una época porque son breves, increíblemente.
Cazuza y Federico Moura : las vidas paralelas
Un libro de Adrián Melo. Editorial: Aurelia Rivera.