A los 91 años, murió Carlos Saura, uno de los grandes nombres del cine español

Es recordado por películas como "¡Ay, Carmela!", "Deprisa, deprisa", "Cría cuervos", "Bodas de sangre" y "Mamá cumple 100 años", entre otras.

El realizador español Carlos Saura, uno de los nombres relevantes de la cinematografía ibérica, falleció hoy a los 91 años en su casa de las afueras de la ciudad de Madrid a causa de una insuficiencia respiratoria, informó la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, que el sábado le iba a entregar públicamente el Premio Goya a la Trayectoria en su gala anual, estatuilla que recibió en su hogar días atrás.

Encumbrado en lo más alto del cine español con filmes como «¡Ay, Carmela!», «Deprisa, deprisa», «Cría cuervos», «Bodas de sangre» y «Mamá cumple 100 años», entre otros, por su impacto y la vitalidad de su cinematografía, especialmente en los aciagos tiempos del franquismo, Saura labró su nombre en la historia del cine ibérico junto a otros de la dimensión de Luis Buñuel o Luis García Berlanga.

Nacido el 4 de enero de 1932 en Aragón, Saura atesoró 51 títulos desde su debut cinematográfico con el cortometraje «El pequeño río Manzanares» en 1956, hasta su último filme, «Las paredes hablan», documental que estrenó el pasado 3 de febrero y que recorre el arte mural desde las cuevas prehistóricas hasta los grafitis urbanos actuales.

Dentro de su larga lista de filmes relacionados con la música que arrancó con «Bodas de sangre» en 1981, estrenó en 1998 «Tango», donde se acercó a la música y baile de Buenos Aires, en un filme que reunió ficción y coreografías, protagonizado por Miguel Angel Solá y Mía Maestro y del que tomaron parte el fallecido bailarín Juan Carlos Copes y músicos como Néstor Marconi, Ubaldo de Lío y Antonio Agri.

Su última visita al país fue para filmar «Zonda, folclore argentino», estrenada en 2015 durante la postrera edición del festival Pantalla Pinamar, en esa ciudad balnearia. El maestro volvió a seducir con sus espejos móviles, sus encuadres, sus proyecciones dentro de la proyección, sus movimientos de cámara, pero por fuera de su voluntad el asesoramiento recibido no alcanzó a incluir figuras centrales – José Larralde, Nacha Roldán, Teresa Parodi, Ramona Galarza – , a cambio de entronizar a otras surgidas del marketing o venidas de las márgenes del género.

Antes (1993) para la televisión había tomado parte en la serie «Los cuentos de Borges», adaptando versión cinematográfica para la pantalla chica del cuento «Sur», con protagónicos de Arturo Bonín y Olga Bruno.

En otros premios recibió el Oso de Oro al Mejor Filme en el Festival de Berlín por «Deprisa, deprisa», y dos Oso de Plata a la Mejor Dirección, el Bafta británico por «Carmen» como Mejor Filme Extranjero; en Cannes ganó el Gran Premio del Jurado por «Cría Cuervos» en 1976; el Goya y el Premio de la Academia de Cine Europea a la Trayectoria, además de recibir la Orden de Artes y Letras de Francia y el Gran Oficial de la Orden al Mérito de la República Italiana.

En su cinematografía en tiempos de la dictadura de Francisco Franco (1939-1975), Saura evitó el choque frontal con el régimen y eligió el camino de la alegoría, de la metáfora, del guiño, y así les abrió el camino a directores como Jaime de Armiñán, José Luis Borau, Mario Camus y Jaime Chávarri, que tras la muerte del «Caudillo» pudieron hablar de España, de su Guerra Civil y otros ítems de su historia con herramientas parecidas a las suyas.

Creador mayor y prolífico, marcó esa ruta con una estética muy refinada en la que no fueron ajenos los fotógrafos que eligió y respondían a los nombres de Luis Cuadrado, Teo Escamilla, José Luis Alcaine, José Luis López-Linares y Vittorio Storaro, entre otros, además de sus propios intereses estéticos, a lo que agregó una coherencia ideológica inquebrantable.

Nacido en Huesca, Aragón, vivió con su familia en zonas republicanas durante el conflicto bélico interno (1936-1939) en el que finalmente se impusieron los falangistas, hasta que en 1941 se estableció en Madrid, ejerciendo primero la fotografía, una de sus actividades predilectas hasta su muerte.

Su debut en el largometraje fue con «Los golfos» (1960), un acercamiento a la juventud marginal española con influencias del Neorrealismo italiano que, al ser candidato a la Palma de Oro en Cannes, despertó las iras de la censura franquista por mostrar una realidad ajena a los mantones y las «españoladas» al uso, inevitables en una industria presa de la liviandad y del concepto propagandístico.

Fue en ese festival cuando estableció una cercana amistad con Luis Buñuel, quien había llevado la mexicana-estadounidense «La joven», y de quien se declaró su ferviente discípulo.

Su segunda película, «Llanto por un bandido» (1964), con Francisco Rabal, se acercaba a la vida de un bandolero rural seguido por un campesinado que al final lo traiciona, y en la que quiso ubicar a Buñuel como actor en el papel de un verdugo. La censura hizo cortar las secuencias en que aparecía el gran creador y el filme pudo ser estrenado, aunque sin éxito.

Luego de esos tropiezos siguió ejerciendo como profesor en la Escuela Oficial de Cinematografía e inició una etapa de colaboración con el productor Elías Querejeta que duró 16 años a partir de 1965, cuando dirigió «La caza», una áspera alegoría sobre el poder y las clases sociales en su país, que le ofrendó su primer Oso de Plata en Berlín como director.

Fue entonces cuando conoció a Geraldine Chaplin, quien venía de filmar «Doctor Zhivago» y con quien convivió hasta 1979, y a la que colocó de protagonista en «Peppermint frappé» (1967), «Stress-es tres-tres» (1968) y «La madriguera» (1969) – en «El jardín de las delicias» (1979) fue una extra sin acreditar – y más tarde en «Ana y los lobos» (1973) y su continuación «Mamá cumple cien años» (1979), junto al exiliado argentino Norman Briski.

Mientras tanto la dupla trabajó en «Cría cuervos» (1976), con otro exiliado, Héctor Alterio, «Elisa, vida mía» (1977), también con Briski, y «Los ojos vendados» (1978), películas enfocadas en lo político, social y psicoanalítico, que en algunos casos contaron con la colaboración en sus guiones de Rafael Azcona y donde el inmediato pasado español surgía como antes hubiera sido imposible.

Sin Geraldine en los elencos, la filmografía de Saura -que en la Argentina no se conoce completa- siguió con «Deprisa, deprisa» (1981), sobre jóvenes desorientados, y ese mismo año su amistad con el bailarín Antonio Gades lo llevó a inaugurar juntos su ciclo de flamenco iniciado con «Bodas de sangre» y completado con «Carmen» (1983) y «El amor brujo» (1986).

Otras de sus películas fueron «Dulces horas», con Assumpta Serna, y «Antonieta» (1982), con Isabelle Adjani, «Los zancos» (1984), con Fernando Fernán Gómez, Laura del Sol y Antonio Banderas, «El Dorado» (1988), con Omero Antonutti y Eusebio Poncela, «La noche oscura» (1989), con Juan Diego, «¡Ay, Carmela!» (1990), con Carmen Maura y Andrés Pajares, y la vuelta al musical con «Sevillanas» (1992), ya sin Gades.

Volvió al cine de argumento con «¡Dispara!», con Banderas y Francesca Neri, más «Goya en Burdeos» (1999), con Paco Rabal, y los musicales «Flamenco» (1995), «Iberia» (2005), «Fados» (2007), «Flamenco, Flamenco» (2010) y «Jota de Saura» (2016).

En 1997 adaptó al cine su propia novela, «Pajarico», y luego filmó entre otros títulos: el musical «Salomé» (2002) y el biodrama «Io, Don Giovanni» (2009, en Italia), las tres desconocidas por estas playas.

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