Columna de opinión.
Ana con sus jóvenes 15 años no puede vislumbrar la magnitud demencial de la represión que se avecina. Pero sí puede sentir la dirección que va tomando su vida cotidiana. El miedo instalado por el gobierno condiciona las relaciones con sus padres, sus amores, con los compañeros del colegio los profesores y celadores. Ella no puede hablar libremente de lo que piensa y sueña porque sería marcada, aislada y condenada.
Ana es un personaje de ficción pero su historia está basada en hechos reales, no es una fábula. Gaby Meik, la autora de la novela que da vida al film, cuenta en el libro sus días como estudiante del Colegio Nacional de Buenos Aires entre 1974 y 1976. La amistad, la militancia, el amor y el despertar sexual, atravesados por un contexto social y político que los redefine. La película se estrenó en octubre de 2017 y tras cuatro meses en cartel sigue exhibiéndose en salas de cine. La principal herramienta de promoción ha sido el comentario y la recomendación de los espectadores que espontáneamente escriben en las redes sociales. Esto es significativo porque se da en un contexto donde la cultura oficial promueve el desinterés masivo sobre la Historia Argentina y el film representa todo lo contrario: es un romance en tiempos convulsionados por la militancia política y los hechos históricos.
En una escena de la película, cuando el profesor le pregunta al curso: «¿Qué es la Historia?», Ana responde: «Yo creo que la Historia es una herramienta. Conocer nuestra Historia nos sirve para poder dar mejores pasos en el presente». Este texto no estaba en el guión. La construcción definitiva se dio durante el rodaje y lo aportó Isadora, la joven actriz que interpreta a Ana. Es que el film fue concebido como un puente de la memoria, donde la mayor parte de los jóvenes protagonistas eran alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires y representaron a la generación de los años ’70 que transitaron por las mismas aulas y claustros. Esto hizo que el rodaje trascendiera lo meramente cinematográfico. Había un proyecto colectivo de contar la historia y todos aportaron su subjetividad en ese proceso, rompiendo las estructuras verticalistas que supone un rodaje tradicional.
Sinfonía para Ana fue un film poco convencional a la hora de hacerlo. Con un presupuesto acotado su diseño de producción no reparó en tener un elenco muy numeroso, muchos escenarios y una exhaustiva reconstrucción de época. La variable de que sus directores somos a la vez los productores, camarógrafos, montajistas y compositores de la música original, es lo que hizo posible esta estructura. En la postproducción no teníamos dinero pero si mucho tiempo para darle forma a la película. Esto nos permitió trabajar minuciosamente como artesanos de la imagen, lo que llamamos la estética del recuerdo. Es decir no narrar un todo omnipresente, sino fragmentos, instantes que llegan a nuestra mente como lo hacen los recuerdos que más nos impresionaron o conmovieron.
El film termina y la sala permanece en silencio. A diferencia de lo que ocurre en la mayoría de las proyecciones en salas comerciales la gente no se levanta de la butaca. Los títulos corren hasta el final y la audiencia persiste sentada, sin reprimir las lágrimas que la invaden.
A veces esa misma emoción se transforma en abrazos fundidos, en un aplauso de pie o en gritos de Presente para los desaparecidos.
A pesar de todo esto, el futuro para películas como Sinfonía para Ana es oscuro e incierto, ya que hoy en día con el Nuevo Plan de Fomento elaborado por el INCAA- Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales- este tipo de producciones cinematográficas son inviables. El film ganó el concurso Ópera Prima del INCAA en 2014, y si bien el mismo concurso sigue existiendo en la actualidad, ha reducido considerablemente el monto que otorga y obliga a los productores a terminar la película en un plazo muy corto.
Para generar películas con estéticas y puntos de vista nuevos también es necesario pensar modelos de producción diferentes a los que establece el mercado. Hace dos años, había otra situación para el cine nacional, tanto por el número de espectadores que concurrían a las salas como por la democratización en la distribución del Fondo de Fomento. Como dice Ana al comienzo del film: «Nos quieren hacer creer que esto nunca existió, pero es mentira fue lo mejor que viví.» <
* Directores del film Sínfonía para Ana
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