La visita del cantante a nuestro país dejó shows muy recordados y múltiples intrigas relacionadas con la última dictadura cívico-militar y la embajada de EE.UU. El rol de Palito Ortega como productor asociado.
Pero además del fervor popular, que se extendió a la farándula argentina que se desvivía por asistir al concierto con el inconfesable deseo de aparecer en las fotos junto al artista; la visita de Sinatra fue un tema de Estado para la dictadura militar, que en esos meses había ubicado al represor Roberto Viola en la Presidencia de la Nación.
«Había una decisión de la dictadura de mostrarse de cara al mundo como un país abierto con el fin de esconder las cosas que estaban pasando y que se empezaban a conocer en el resto del mundo. Era parte de esa famosa `campaña antiargentina que había que contrarrestar», advierte Mancusi al recordar la reunión que el dictador Viola mantuvo con Sinatra, del mismo modo que meses atrás lo había hecho con Queen.
El propio Sinatra colaboró con las intenciones de lavado de imagen de la dictadura hacia el mundo cuando en la única entrevista que concedió en el país, para la revista Gente, dijo que su postergada visita era posible «porque se dieron finalmente las condiciones» y dejó en claro expresamente que se refería con eso a la «lucha contra la subversión».
Los shows de «La Voz» en el país hicieron historia no solo por cumplir un viejo sueño de décadas de ver a una leyenda en vivo, ni por el contexto en que ocurrieron; sino además por elevar la vara en lo referente a niveles de producción en el ámbito local.
«El rider de Sinatra en cuanto a pedidos técnicos era insólito para el país. Se tuvieron que asociar los sonidistas, los iluminadores para poder cumplir algo que no era negociable. Así que, desde el punto de vista técnico y en lo logístico, fue rupturista por completo para la producción de shows en la Argentina», puntualizó el periodista.
Allí es donde entró en juego Peter Deantoni, histórico mánager y productor argentino, que organizó gran parte de los grandes conciertos de figuras internacionales en toda América Latina, a quien precisamente por recomendación del equipo de trabajo de Joe Cocker –que pocos años antes había actuado en Argentina-, contactó Bob Kiernan, jefe de producción de Sinatra, para que realice esa misma tarea en las jornadas de agosto y además oficie de traductor.
«Me llamó desde Sudáfrica y yo pensé que era un amigo mío que vivía en Nueva York y siempre me hacía jodas telefónicas. Nos reunimos a los días en el Sheraton, almorzamos y me propuso trabajar con él. De ahí fuimos al Luna Park para ver las instalaciones y le dijo a ‘Tito’ Lecture todo lo que necesitábamos», evoca Deantoni.
Entre las particularidades del montaje del show destacó el armado del escenario en el centro del Luna Park, como se disponía el ring en las veladas boxísticas, para lo cual hubo que construir unos andamios especiales para colgar la iluminación, según detalló.
«El sonido fue bastante simple más allá de lo que se pueda pensar, pero para las luces se tuvieron que juntar dos empresas, Quaranta y Fernández. También había que desmontar todo lo del Sheraton y llevarlo al Luna Park, porque los equipos eran los mismos. Sinatra pidió un piano en el camarín y hubo que desarmar uno para entrarlo y volver a armarlo. El camarín estaba todo empapelado en un símil terciopelo», enumeró Deantoni, al repasar las cuestiones que más trabajo requirieron.
El premio por su gran labor, además de algunos intransferibles momentos vividos junto a «La Voz», quien lo llamaba «compadre» por compartir orígenes piamonteses, fue una carta de recomendación del propio artista a la Embajada de Estados Unidos para que le concedan una visa de trabajo y residencia.
«Gracias a eso viví 15 años en Estados Unidos y organicé la bajada a Sudamérica de todas las grandes figuras internacionales. Las veces que nos vimos tuvo muy buena onda, fue muy amable conmigo, y cuando me entregó la carta y luego vi la visa me dije: `este tipo es muy grande de verdad´», remató Deantoni.
Diez días después de su arribo, Sinatra concluyó su visita plenamente satisfecho por el trato recibido y la reacción del público argentino, bajo la promesa de regresar que nunca pudo cumplir.
Pero, más importante que eso, es que nunca perdió de vista los esfuerzos del equipo de producción local para cumplir con todos los términos del contrato a pesar de las enormes dificultades, y supo valorarlo y agradecerlos de manera personal con en los años subsiguientes, con diversos gestos.
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Es un detallle, Sinatra pidio comer de la mejor pizza de Buenos Aires, y salieron corriendo a complacerlo, para ello 6 pizzas cancheras de Angelin (Cordoba entre Godoy Cruz y Uriarte) y 4 de fugazza, la mejor del pais.