Según relata Marcelo Bonelli (Clarín, 29/11/18) sobre lo que dijeron los empresarios en la hermética reunión, «nadie va a arriesgar dinero hasta que se aclare el panorama electoral del 2019. También Wall Street avisó: están resueltos a congelar las inversiones en bonos argentinos si crece el riesgo político». Y un importante banquero internacional preguntó: «¿Es verdad que las encuestas dan arriba a Cristina?». La cuestión política, y de continuidad del modelo, manda.
En este entorno: ¿qué entenderá el ministro por estabilizar? Después de cumplir dos años de gestión, se produjo un aumento de los precios al consumidor en los nueve primeros meses del 32,4%, junto con un aumento del 20%, en el mismo período, de los salarios regulados y del 13,5% de los no regulados.
Más aun, la actividad económica cayó en septiembre un 5,8% interanual y la producción manufacturera mostró una disminución del 11,4% promedio de todos los sectores, con la industria textil disminuyendo un 24,6% y el rubro edición e impresión con una merma del 21,6%. Los datos sociales no fueron mejores: la canasta básica (que marca la línea de indigencia) se incrementó en el año un 46,5%, mucho más que la inflación.
En lo financiero, durante 2018 se produjo un incremento del dólar de alrededor del 120%. Se solicitó un préstamo al FMI por U$S 57.100 millones, el préstamo más grande que haya concedido a un país alguna vez este organismo, y que garantiza la renovación de gran parte de la deuda pública externa hasta fin de 2019, dejando sin resolver los vencimientos a partir de 2020.
¿Dónde está, entonces, la estabilización de la economía?
¿Querrá responder esta pregunta el FMI, que si bien apoya el programa, adjudica su autoría al gobierno argentino? Las declaraciones de la directora gerente del FMI en una reunión con periodistas argentinos en su oficina fueron contundentes en este aspecto: «Yo diría que es un programa que fue concebido, diseñado, ajustado, elaborado y, en última instancia, apropiado por las autoridades argentinas. Cuando el presidente Macri me llamó por primera vez, él tenía muy en mente con su equipo qué tipo de medidas eran necesarias. Y estamos muy orgullosos y nos sentimos privilegiados de apoyar a la Argentina en ese viaje».
Total comunión de intereses. Resulta interesante seguir con las declaraciones de Christine Lagarde, quien utilizó las metáforas del clima en varias oportunidades en estos días.
En su posteo en el blog del FMI, Lagarde sostiene que «enfrentamos un período en el que se están materializando riesgos significativos y aparecen oscuros nubarrones en el horizonte». En la misma línea, en la mencionada entrevista con medios argentinos, repitió una metáfora que ya es un clásico en sus intervenciones: «Hay nubes oscuras, pero nunca es tarde para arreglar el techo».
Las metáforas sobre el clima también son muy utilizadas por los funcionarios del gobierno argentino, en especial el presidente. No es sólo un recurso retórico, tiene una connotación ideológica muy fuerte: es una estrategia para evitar mencionar que, en realidad, las situaciones que se asocian a nubarrones, vientos de cola, tormentas, son producto de las políticas implementadas por quienes usan esas metáforas. Si hay que reparar el techo, es porque sus políticas (las del FMI, las del gobierno argentino) son las que hicieron los agujeros.
Entonces, al comentar que «estabilizamos las variables» mientras las condiciones sociales se agravan significativamente, o que enfrentamos tormentas, intentan relatarnos una economía que no contiene a las personas. Sean variables económicas, o «fenómenos meteorológicos», dejan fuera a la gran cantidad de ciudadanos que sufren esas políticas. A lo sumo destinan unos pocos recursos para aquellos «más afectados». Pareciera una forma de indicar que no son insensibles, pero en realidad el objetivo es tratar de reducir la oposición al ajuste. Lagarde fue clara en otro escrito que ilustra sobre este tema: «Las redes de protección son mejores y han ayudado, pero en algunos lugares vemos nuevamente creciente ira y frustración, sumadas a una reacción en contra de la globalización». Si bien la «ayuda» es más que discutible, se observa el verdadero propósito.
Subsidios a granel
Casi todas las miradas se dirigieron a la cena de Donald Trump y Xi Jinping, aprovechando su presencia en el G20: podría decirse que monopolizó la atención de los medios y de los analistas. Más allá de lo que resulte de dicha reunión (esta columna fue escrita con anterioridad) el tema que concita atención es la guerra comercial entre los dos países, cuyas consecuencias son hoy imprevisibles.
Como una derivación de este «enfrentamiento comercial» puede analizarse la reacción de Trump frente al anuncio de General Motors (GM) de cerrar cuatro plantas en Estados Unidos y una en Canadá, y despedir 14.500 empleados.
Con su conocido estilo, el presidente estadounidense escribió un tuit en respuesta a GM: «Muy decepcionado con General Motors y su CEO, Mary Barra, por cerrar plantas en Ohio, Michigan y Maryland. No hay ningún cierre en México y China. Los Estados Unidos salvaron a General Motors y este es el agradecimiento que recibimos. Ahora estamos contemplando la posibilidad de recortar todos los subsidios a @GM, incluso para los automóviles eléctricos».
Me interesa rescatar la mención de Trump sobre la posibilidad de recortar subsidios; seguramente se debe referir a estos en forma amplia, abarcando todos los beneficios que el Estado otorga a GM. La gran potencia utiliza estas herramientas para fomentar su industria, vía las compañías de capitales estadounidenses, y el presidente Trump lo comenta como un tema de lo más normal. Y es lógico que así sea. También lo hace con Boeing, al igual que Europa lo hace con Airbus.
Son estas decisiones de estos países, tan valorados por Mauricio Macri, las que desautorizan categóricamente las opiniones del presidente argentino sobre Aerolíneas Argentinas y su preocupación por los costos que su funcionamiento le genera al Estado. Sin duda es la lógica errada. Lo he comentado en varias oportunidades. Aerolíneas Argentinas cubre muchos destinos a los cuales no vuelan las aerolíneas privadas, y podemos decir que nunca volarán porque no es rentable. Pero es estratégico que se llegue a determinadas localidades en avión, para desarrollar muchas de las regiones que, sin decisión del Estado, seguirían atrasadas y aisladas. AA es una herramienta más para fortalecer el federalismo. Y es legítimo que el Estado se haga cargo de una parte de ese costo. Pero desde un principio, con el fomento a las llamadas «low cost», el gobierno macrista ha intentado ir vaciando a la aerolínea estatal. En total contradicción con las necesidades de nuestro país, y contrariando la lógica de muchos países desarrollados. Cabe destacar que para estas naciones los subsidios son «buenos» para aplicar a sus industrias y compañías, pero resultan «negativos» cuando los aplican sus competidores, principalmente los países emergentes. Es el doble discurso al que están tan acostumbrados los países desarrollados y los organismos internacionales que los representan. «
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