Tras la debacle que mostraron las últimas encuestas, el gobierno está tratando de retomar la iniciativa. En este marco no hay que perder de vista las herramientas a las que recurre, con miras a la próxima contienda electoral. Desde el anuncio de una batería de medidas que no llegan a mover el postrado consumo interno, al permiso para contener la suba del dólar cuando haga falta, todos los movimientos oficiales pueden explicarse a partir de la urgencia electoral. Urgencia compartida no sólo por el gobierno argentino sino también por la administración de Estados Unidos, que no quieren retrocesos respecto del rumbo actual.
Por eso, en lo que fue un acto de instalación electoral, el oficialismo hizo un llamado a garantizar la «gobernabilidad». El viernes el presidente pidió: «Firmemos de nuevo consensos sobre las cosas básicas que vamos a respetar, herramientas que nos permitan decirle al mundo que esto que empezamos vamos a continuar (…). Es un momento de tener generosidad, de sentarse en una mesa y acordar, llevar tranquilidad, llevar futuro a la casa de todos los argentinos». Es evidente: la denominada «gobernabilidad» es entendida como un consentimiento para seguir construyendo una Argentina para pocos.
Entre los puntos principales de los diez que forman parte del texto que elaboró el gobierno figura el «cumplimiento de las obligaciones» con los acreedores. Es el discurso que quieren escuchar los mercados, que además incluye nociones como una reforma laboral «moderna» (adjetivo que intenta evitar el verdadero significado: la flexibilización de las condiciones de trabajo para incrementar la ganancia de las grandes empresas). O la mención a la «sustentabilidad del sistema previsional», a lo que habría que preguntarles: ¿sustentable para quién? Seguro que no se piensa en sustentar un mejor vivir para los jubilados.
Son las propuestas del Fondo. Por eso no hay mención alguna a la palabra crecimiento. Mucho menos al combate a la pobreza. Banderas que fueron cayendo por su propio peso, porque se contradicen con el esqueleto de las políticas neoliberales. Lo que de verdad importa son los «cómo», y no los «qué». Por supuesto, con este gobierno esos «cómo» no se pueden decir, pues impera la máxima del «si lo decía no me votaban».
En forma coordinada, los grupos empresarios más grandes del país salieron a expresarse favorablemente sobre estos diez puntos del gobierno, acompañados además por distintas asociaciones empresariales.
Sostengo que ha sido una acción coordinada puesto que los documentos se conocieron casi al mismo tiempo, y además repiten conceptos prácticamente idénticos, como los de la AEA y el G6, que comparten en su seno a varias grandes empresas.
La Asociación Empresaria Argentina (AEA) es presidida por Jaime Campos, contando entre sus diez vicepresidentes a representantes de Arcor, Techint, Bagó y los Grupos Miguens y Roggio, entre otros. El G6 está integrado por la Unión Industrial (UIA), la Sociedad Rural (SRA), las Cámaras de Comercio y de la Construcción, la Bolsa de Comercio y la Asociación de Bancos Privados de Capital Argentino (ADEBA).
En ambas declaraciones se menciona la importancia de la certidumbre y estabilidad para el sector productivo, la trascendencia del largo plazo, todo ello para «generar un clima favorable para las inversiones y la generación de empleo». Parecen los mismos discursos que se daban antes de las elecciones del 2015, hablan de generación de empleo e inversiones como si estas variables no hubieran estado ausentes en estos tres años y medio que se viene aplicando el modelo que están apoyando.
Este es el posicionamiento de los grandes grupos, el
«círculo rojo» que hasta hace una semana estaba criticando ácidamente la gestión de Mauricio Macri por las menores ganancias que están pudiendo obtener en este clima de recesión extendida, o por las grandes dificultades financieras y productivas que están teniendo algunas de las prominentes empresas firmantes.
Distinta es la visión de algunas asociaciones de pymes, como la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (Apyme), que también emitió un comunicado que tiene por título «NO a los acuerdos de espaldas a la sociedad» en el cual advierte que «los 10 puntos del acuerdo que promueve el gobierno nacional constituyen un certificado para la continuidad y profundización de las políticas de desregulación, endeudamiento y ajuste que condujeron a la actual crisis», y sostiene que «no se nombran la industria, las pymes, el trabajo, la producción, la ciencia y técnica, como tampoco la salud ni la educación». Asimismo, Apyme llama al debate de otro modelo productivo, «cuando están cerrando más de 40 pymes por día y cada mes se pierden 15 mil empleos». Estos datos y reflexiones indican la difícil situación de la producción que intenta ser invisibilizada por este modelo y por este «acuerdo» de los diez puntos de la posverdad.
El gobierno de Macri está dejando un tendal crítico en materia productiva y social, que no podrá ser solucionado si se apuesta a las mismas recetas. Esta semana se logró contener al dólar, al amparo del permiso para intervenir en el mercado cambiario, manteniendo las altas tasas de interés. Más de la misma frazada corta, que deja a la intemperie a los sectores de la producción y al empleo.
Volviendo a las declaraciones del presidente, sostuvo: «este es un año histórico, bisagra, donde se define si tendremos 25 años de crecimiento o volvemos a sumirnos en la oscuridad o la confrontación». La elección de estos términos no resulta casual. Ante los pésimos indicadores económicos y el creciente malestar social, la estrategia del miedo es casi la última carta electoral que tiene este gobierno.
Sobre lo que sí parece haber cada vez mayor consenso es sobre que después de las elecciones será necesario encarar un nuevo proceso de renegociación de la deuda, independientemente de quién gobierne. Se precisa una renegociación de los términos de una deuda que es pura responsabilidad de este gobierno y condujo al país a una situación de extrema vulnerabilidad y dependencia. No hay que perder de vista que fue el propio FMI el que ya al momento del acuerdo original hablaba de una baja probabilidad de repago de la deuda.
Para no darle la espalda a la gente, el próximo gobierno deberá ordenar el tema de la deuda sin dejarse amedrentar por las condicionalidades del Fondo, retornando a la idea de que «los muertos no pagan». Tratando de desarrollar un programa de crecimiento propio e inclusivo que genere las condiciones para atender el flujo de vencimientos que también deberán ser renegociados.
Ante ello, el principal mercado a priorizar debe ser el interno. Terminar con la lógica de que la confianza de los mercados financieros externos es lo que garantizará la inversión y el crecimiento.
Casi mágicamente, luego del proclamado apoyo del gobierno estadounidense, y de la adopción por parte del FMI de una estrategia contraria a sus principios, las variables argentinas comenzaron a mejorar: bajó el riesgo país (aunque no tanto), aumentaron las acciones, se apreció la moneda argentina, mejoró el precio de los bonos de deuda del gobierno. Los grandes bancos de inversión no son ajenos a esta evolución, ya que con una sola operación millonaria pueden volcar las cotizaciones en un sentido y modificar el humor del resto de los participantes del mercado. Firmar los diez puntos significa, entre otras cuestiones, dejar en manos de estos «inversores» el veto o la aprobación de la política económica: un acto sumamente peligroso. «