Deuda salarial, abandono por parte de la empresa, cambio de manos y el mismo método para saquear las empresas del Grupo 23. De Szpolski y Garfunkel a Martínez Rojas y su patota. Del lockout patronal al apriete, con el único objetivo de silenciar una voz.
Fueron, todas esas, señales del vaciamiento que estaba en marcha, señales que se terminaron de confirmar con el cambio de gobierno, la excusa que la empresa eligió para terminar con el discurso de ser un Grupo de medios nacional e iniciar el proceso de estafa a sus propios empleados.
Szpolski, por entonces todavía único vocero del Grupo 23, justificó la demora en el pago del medio aguinaldo por problemas de financiamiento. A partir de esa fecha, no cumplió con la promesa de pagar antes de las Fiestas, ni de abonar el sueldo de diciembre a mediados de enero, y el 22 de enero sorprendió con un anuncio: había transferido la empresa Balkbrug a Mariano Martínez Rojas, un empresario sin antecedentes en la actividad periodística pero con variadas denuncias por estafa.
El nuevo escenario empresarial no modificó la realidad de los trabajadores de prensa: Martínez Rojas no cumplió ninguna de sus promesas de pago, ni las mejoras edilicias, ni los proyectos de convertir a Tiempo Argentino en uno de los diarios más importantes del país, de alcance nacional.
El empresario no sólo no abonó los salarios de enero y de febrero, sino que después de presentar varias propuestas de pago en cómodas cuotas, el 5 de ese último mes decidió dejar de imprimir el diario. El vaciamiento, el desgaste para los trabajadores, había tomado un nuevo rumbo: el del lockout patronal.
El lockout
Los trabajadores ya habían cerrado la edición del 5 de febrero. Por la noche, enterados del lockout, definieron en asamblea ocupar pacíficamente el edificio de Amenábar 23 para cuidar las herramientas de trabajo, a esa altura lo único que parecía tener la empresa. Desde entonces y hasta la actualidad, se montaron guardias durante las 24 horas, inclusive nocturnas, para asegurar que nadie ingresara. En el Ministerio de Trabajo quedó asentado que los trabajadores de Tiempo eran los custodios de los bienes de la empresa, claramente abandonada por la patronal.
Balkbrug, o Tiempo Argentino, no fue la única empresa que fue dejada a un lado por el Grupo 23 (proceso continuado por Martínez Rojas). Además de soltar a su suerte a Radio América, Szpolski y sus socios dejaron de editar las revistas Siete Días y Cielos Argentinos, las ediciones Norte, Sur, Mar del Plata y Córdoba de El Argentino, y vendieron las radios Vorterix y Rock & Pop, el diario El Argentino y el canal CN23. Luego sacarían de la red el sitio Infonews y todas sus subsecciones. Con esa decisión, Szpolski y Garfunkel quienes en las redes sociales y en medios de prensa simulaban enfrentamientos nunca confirmados- acabarían también con el archivo histórico de Tiempo Argentino, alojado en ese dominio.
Sin el medio aguinaldo de diciembre, sin los sueldos de diciembre y enero, se redoblaron esfuerzos para sostener las fuentes laborales con movilizaciones a las oficinas de los diferentes dueños de Balkbrug, y también al Ministerio de Trabajo, al que se le exigió el otorgamiento de Repro (subsidios salariales otorgados a empresas en crisis).
A finales de febrero, Martínez Rojas anunció públicamente su decisión de rescindir el contrato que lo vinculaba a la empresa Balkbrug. En pocas palabras, le devolvía el diario a Szpolski y Garfunkel debido a la totalidad de los pasivos ocultos no declarados en la venta, y la evasión tributaria de las cargas sociales de la totalidad de los empleados.
De esa manera, Martínez Rojas blanqueaba públicamente otra realidad: los trabajadores del diario no contaban con los aportes que debía hacer la empresa a sus empleados. Como se consignó en la edición especial editada por los trabajadores y repartida durante el Día de la Memoria, el 24 de marzo, también se hicieron presentaciones judiciales para evitar la caída de la cobertura de salud.
El camino a la autogestión
Llegó abril: sin sueldo por falta de pago, sin indemnización por abandono patronal, sin cobertura de salud por la irresponsabilidad empresaria y la complicidad del estado ausente, incapaz o desinteresado- en dar respuestas a los reclamos.
Atrás habían quedado movilizaciones a la Plaza de Mayo, cortes sobre las avenidas Callao o la 9 de Julio, festivales frente a la redacción del diario y uno multitudinario, a finales de enero, en el Parque Centenario, donde se reunieron más de 25 mil personas para pedir que paguen los sueldos.
En medio del vaciamiento, del abandono, de la estafa, y de un Estado que miró para otro lado, hubo un aluvión solidario: cientos de lectores se acercaron a Amenábar 23, sede del diario y de la radio, para donar comida, útiles escolares, pañales y ropa para ocupar parte del vacío.
La adhesión del gremio de los periodistas, de trabajadores de prensa de todas las empresas de medios, de amigos, familiares, vecinos y lectores permitió que los trabajadores siguieran de pie y que se forjaran nuevos objetivos: mantener los reclamos judiciales y al mismo tiempo iniciar el camino hacia la autogestión.
La conformación de la Cooperativa Por Más Tiempo, definida el 19 de abril, no es más que la salida que más de cien trabajadores pertenecientes a Tiempo Argentino encontraron para mantener sus fuentes de trabajo. Desde el 24 de ese mes, Tiempo Argentino Dueños de nuestras palabras volvió a los kioscos como el diario cooperativo más grande del país.
A pesar de las advertencias esbozadas por Martínez Rojas en diferentes entrevistas, Tiempo salió adelante: logró publicar once ediciones dominicales, editar una revista especial por el Bicentenario -de próxima salida- y proyectar el diario digital, que debía estar online en los próximos días.
El brutal ataque perpetrado por Martínez Rojas y su patota es quizá el capítulo más violento, pero no el único de este vaciamiento que ya lleva siete meses y que tiene más de un responsable y unos cuantos cómplices.
En tiempos de despido y ajuste, Tiempo vuelve a la calle para seguir haciendo periodismo y contar una realidad que muchos prefieren eludir. Se publicó el 24 de marzo. Y hoy, después de un nuevo intento para silenciar una voz, sigue vigente.
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