El economista Joseph Stiglitz elogió calurosamente el principio de acuerdo al que llegaron el Fondo Monetario Internacional y Argentina para un nuevo programa de apoyo financiero al país. El estadounidense, laureado con el premio Nobel en 2001 por sus análisis sobre las imperfecciones de los mercados, destacó que el organismo no haya insistido en imponer políticas contractivas.
«El acuerdo argentino les da la esperanza (a otros países endeudados) de que pueden recurrir al FMI sin que el Fondo imponga una austeridad perjudicial y otras condiciones contraproducentes. Esperemos que ese sea el caso”, dijo Stiglitz en un artículo publicado en la revista Foreign Policy. Allí manifestó su esperanza en que esta novedad marque un precedente para otros países que tengan necesidad de reestructurar sus deudas.
«El gobierno de la Argentina, con sus economistas bien preparados, insistió en que la austeridad es contractiva», señaló el economista. También enfatizó el “alto nivel de experiencia en la mesa de negociaciones” que reunía el equipo de funcionarios argentinos que participó de la discusión y su conocimiento “en macroeconomía, reformas de políticas estructurales y reestructuración de la deuda, ventajas que muchos otros (países) no tendrán”.
Estos últimos elogios de Stiglitz parecieron estar destinados al ministro de Economía, Martín Guzmán, quien fue su discípulo en la Universidad de Columbia. De todas maneras, alertó que “habrá una serie de eventos imprevistos, políticos y económicos, nacionales e internacionales, a los que el gobierno argentino tendrá que responder. Habrá desacuerdos sobre la mejor manera de hacer esto, tanto dentro de la Argentina como entre la Argentina y el FMI”.
En realidad, las consideraciones de Stiglitz sobre la austeridad son bastante opinables porque, según los lineamientos generales del preacuerdo alcanzado la semana pasada, el Fondo impuso un duro ajuste fiscal que obligará a llevar el déficit primario del 3,3% del PBI que el gobierno tenía proyectado para este año a 0,9% en 2024. También limitó la emisión monetaria, que el año pasado llegó a 3,7% del PBI y que deberá desaparecer en tres años. Lo que sí es cierto es que la entidad dejó en manos del gobierno la manera de conseguir esa reducción y no exigió las consabidas reformas estructurales (reducción de jubilaciones y salarios públicos, rebaja de impuestos y cambios en la legislación laboral) que suele imponer en este tipo de acuerdos de facilidades extendidas.
Pago de intereses
Mientras tanto, el gobierno disparó el procedimiento para cumplir con el pago de intereses trimestrales correspondientes al stand by de 2018, por U$S 366 millones. Por una cuestión operativa del propio FMI, la transferencia y la correspondiente disminución de las reservas del Banco Central, que estaba prevista para el martes 1, recién se realizará el viernes.
La rebaja de intereses fue uno de los puntos en que más insistió el gobierno argentino durante el largo proceso de renegociación de la deuda. Hasta hoy el país paga 4% anual por ese concepto, en lugar del 1% habitual. La sobretasa es porque el monto del préstamo supera los máximos autorizados y porque la cancelación de las cuotas demora más de tres años, características ambas que fueron pactadas con la administración de Mauricio Macri, que fue la que recibió el préstamo. «La Argentina sigue la pelea sobre las sobretasas y la va a seguir dando. No tiene ningún tipo de justificación», dijo este miércoles el representante del país ante el organismo, Sergio Chodos.
A pesar de las promesas, el directorio del FMI todavía no tomó una resolución sobre la rebaja solicitada por Argentina, que fue apoyada por gobiernos y dirigentes de otros países y hasta mereció una declaración de respaldo del G-20. Si bien la cuestión no fue incluida entre los puntos centrales del entendimiento informados el viernes, se desprende que salvo alguna cláusula especial en contrario, las sobretasas seguirán rigiendo durante el nuevo acuerdo de facilidades extendidas, que expiraría en 2034.