La reforma tributaria sigue siendo la esfinge a la que todos miran y de la que uno obtiene la señal que quiere ver. Descartada la posibilidad de encontrar algún atisbo de los cambios en el presupuesto (el gobierno cumplió con lo que había adelantado, en el sentido de que la “ley de leyes” no contemplaría ningún anticipo), empresarios, expertos y hasta políticos del propio palo del gobierno consultan a sus contactos en el gobierno para saber de qué se trata.
Lo que se sabe, porque así lo han señalado los funcionarios del área económica, es que hay dos equipos de trabajo diseñando la letra chica de la reforma. También se sabe que los tiempos con los que trabajan apuntan a cambios paulatinos.
Otros aspectos conocidos apuntan al incremento de la base impositiva (que más personas y empresas paguen impuestos) y a un incremento de las alícuotas (que los que pagan ahora, paguen más en el futuro). En este punto se ha señalado reiteradamente que se busca una reforma «progresista», es decir que los que más tienen paguen más. Con todo, los antecedentes del gobierno abren una duda acerca de cuál es el límite inferior -de por sí difuso- del segmento de los que tienen más. Si es por lo que se ha visto con la movilidad jubilatoria, beneficiarios con ingresos de apenas 20 mil pesos mensuales fueron excluidos del grupo de los que menos tienen en enero pasado.
Más ingresos
El resultado de todo esto es lo que Cecilia Todesca, segunda en la Jefatura de Gabinete, le dijo a Tiempo la semana pasada: «No podemos todo el tiempo estar gastando mucho más de lo que recaudamos», dijo. «Eso se puede hacer un par de años pero tiene que ir en una convergencia lenta» porque «no se puede pasar de este nivel de gasto a equilibrio fiscal» en forma inmediata.
El objetivo del gobierno es «tranquilizar la economía», como suele decir el titular del Palacio de Hacienda, Martín Guzmán, y mientras se logra ese objetivo, estimular el rebote de la economía (ver páginas 3 y 4). La recuperación económica misma va a darle al gobierno un nuevo nivel de ingresos, por encima de los de este año.
Una pregunta que merodea a la Esfinge es cuánto pesará el nuevo escenario de expansión económica en la voluntad del gobierno a la hora de definir los cambios en los tributos. Esto porque tranquilizar la economía podría suponer también no afectar demasidado los intereses de los sectores que más tienen de forma tal que se avengan a invertir y producir.
En ese cuadro, la evolución progresiva del impuesto a los Bienes Personales podría verse en cuestión. En la Afip señalan que los fondos que llegan por esa vía representan apenas el 0,7% del PBI. Llegó a estar en el 0,5%, en 2018, pero el gobierno de Cambiemos dio marcha atrás la reforma impositiva de 2017, que llevaba Bienes Personales a la extición. La jefa de Afip, Mercedes Marcó del Pont, se ha pronunciado claramente en favor de la suba de este tributo.
Bienes Personales es el tributo progresivo por excelencia junto con Ganancias, otro impuesto modificado en 2017 en beneficio de las empresas, las que dejaron de tributar 35% para pasar a pagar 25 por ciento. Mientras, cada vez más asalariados y jubilados pagan Ganancias. Allí hay otro desequilibrio por desarmar. «