Tres historias de industriales argentinos en tiempos adversos.
Aldo Lo Russo, Taller Baigorria
Aldo Lo Russo cuenta que su padre empezó en 1958 con un taller en la casa de su abuela en el que con un torno revólver producía arandelas. «Ese es el comienzo del Taller Baigorria, en medio de las políticas de sustitución de importaciones. Cada uno empezaba con una máquina chica. Era una empresa bien definida como taller, no era amante de hacerla más grande, no era tan industrial. En eso pensábamos distinto. Fuimos evolucionando en tecnología a lo largo del tiempo», recuerda.
«A principios de los ’80 cuando todos se iban a Miami en la época de la plata dulce, mi papá juntaba dólares en un maletín guardado en casa y fuimos a Uruguay para comprar una máquina china completamente automática. Empecé a trabajar con él en 1983, cuando terminé el secundario y hacía de todo, igual que mi padre, desde las máquinas, administrar, facturar, hacer lista de precios», cuenta.
«En 2006 Taller Baigorria se transformó en una nueva sociedad y empecé a invertir fuerte en tecnología. Incorporamos más de 19 máquinas nuevas, todas las variedades para fabricar las mismas piezas y otras más complejas, dimos un salto de crecimiento y tecnología muy grande. Ahí se incorporó una segunda camada de trabajadores hoy somos 27», relata.
Pero desde finales de 2015 empezó a caer el mercado interno hasta un 30% en la producción en unidades. En marzo levantó un poco, pero caímos otro 15% producto del achique del poder adquisitivo, importaciones y el achique del mercado, suba de tarifas y de alimentos. Lo que fabricamos no se importa, si no compran es porque falta plata», razona Lo Russo.
«El costo de la mano de obra no representa más del 8% incluso con paritarias. Ahora, como se está vendiendo mucho menos el costo laboral sube, pero eso no es responsabilidad del salario del empleado, el problema es el achicamiento del mercado», advierte el empresario integrante de Confederación General Empresaria de la República Argentina (Cgera).
«Los precios de los alimentos se llevan el 60% del salario del trabajador. Dicen que ganan mucho dinero pero se va a alimentos. El trabajador argentino es calificado, inteligente y formado. Toda la inversión que se hizo en las escuelas técnicas fue fundamental para la industria».
«Ahora entramos en un momento de desindustrialización. Tienen otro modelo en la cabeza, este gobierno es fuertemente ideológico. Gobiernan para una clase social y no nos incluyen a las pymes. Nos han pegado con los electrodomésticos. Teníamos un proyecto con BGH, a los que les teníamos que entregar seis millones de tornillos al año y se suspendió porque ahora el aire acondicionado entra completo de afuera», denuncia. «
Marcelo Barbani, Frío Ingeniería SA
Marcelo Barbani, de Frío Ingeniería SA, una empresa que fabrica bienes de capital, máquinas que compran otras empresas, en su mayoría agroindustriales para producir, advierte que en el último año pasó de producir maquinaria de refrigeración para frigoríficos y lecheras a solo hacer mantenimiento. «Empezamos en 2006 y hasta 2014 estuvimos en pleno crecimiento, con amesetamientos en 2008 y 2011. Empezamos a exportar a toda América Latina. Éramos competitivos. Pero ahora estamos en emergencia absoluta», relata.
«El tarifazo, las importaciones, los créditos para producir con intereses altísimos son un combo que termina en la destrucción de la industria. «No tenemos cómo protegernos», advierte uno de los integrantes del Movimiento Nacional de Empresarios.
«Nos dicen que no fabriquemos, que importemos. Yo podría sustituir todo por productos importados para salvarme a mí, pero tendría que echar a los empleados con los que tenemos una relación muy directa. Lo que hemos capitalizado fue a través de la capacitación de los empleados. Nos capacitamos con ingenieros pero también contamos con la experiencia de trabajo, que es fundamental. Cuando empezamos en 2006 no había torneros ni fundidores, todo ese conocimiento y práctica se había perdido, fuimos aprendiendo», relata el dueño de esta empresa ubicada en la localidad de Luján, donde cuenta con una planta de 700 m2 en la que trabajan diez empleados, su mujer y su hijo.
Barbani da cuenta de que la velocidad que tienen los juicios de embargo ejecutivo es mucho mayor que en 2015, y arriesga una hipótesis: el objetivo es «el cierre de las pymes, el despido de trabajadores y el consecuente abaratamiento de la mano de obra, ya que el gobierno considera que el costo laboral es elevado en el proceso productivo, cosa que no es así. Y tampoco es verdad que no somos ni competitivos ni eficientes. Nuestra mano de obra es más cara porque es la más productiva de América Latina, eso habla bien nuestros trabajadores.»
«Adherimos al paro de la CGT porque quisimos que le llegue el mensaje a la gente que maneja la economía del gobierno, porque están destruyendo la industria argentina. No pedimos que nos favorezcan porque no somos empresarios prebendarios, pero tampoco que nos perjudiquen», reclama. «
Martín Bernocco, Esferoidal SA
Martín Bernocco trabaja desde hace 22 años en la fábrica que fue de su abuelo, y que ahora es de su papá. «Empezó mi abuelo en el ’50 con Fundiciones Panamericanas, en Olivos, y ahora se llama Esferoidal SA». Ahora tenemos una planta de 30 trabajadores en Tortuguitas. «A pesar de la crisis, no despedimos a nadie. Pero no reemplazamos a los que renunciaron. Nos conocemos todos, pasamos más tiempo acá que en casa», cuenta.
«Después de este año tan duro, pensábamos que iba a haber un reacomodamiento lógico cuando se dijo lo del segundo semestre, y luego no sucedió, lo que generó falsas expectativas en mucha gente que sí empezó a producir algo», se queja.
Bernocco elaboró junto con técnicos del INTI un informe en el que construyó el índice PIB Fundidor (de la industria de la fundición), como indicador de la industrialización del país. «Tengo estadísticas propias desde el ’97, y este fue el peor año».
«Esto es peor que 2001, cuando teníamos los patacones , en términos de variables macro y de demanda. Para una pyme, tres meses parados es una vida. Ahora no tengo confianza, nos dañó mucho la situación. Lo que nos dicen nuestros clientes no es bueno. Cuando nuestros clientes no tienen trabajo ya sabemos que por seis meses no vamos a tener trabajo nosotros. La realidad nos llevó puestos», afirma. «
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