«El principal problema de la economía argentina es la restricción externa», dice Matías Kulfas a quien quiera oírlo. El economista, que se perfila como un integrante del Gabinete de Alberto Fernández, repite que el programa económico del Frente de Todos debe tener como objetivo inmediato lograr un mayor ingreso de divisas a las arcas de Argentina.
La urgencia por lograr las divisas responde a la resolución del problema de la falta de dólares para cumplir con todas las demandas: pago de la deuda –pública y privada– en moneda extranjera, pago de importaciones, giro de utilidades empresarias y pago de derechos, además de turismo y atesoramiento o fuga de capitales.
El supercepo casi eliminó la demanda de dólares para atesoramiento de los individuos (en octubre compraron casi 4000 millones de dólares), y según las expresiones de los asesores económicos de Fernández, es casi seguro que esta restricción se mantenga después del 10 de diciembre.
Pero el problema central persiste y es que en los siete meses que van desde este diciembre hasta junio de 2020, los vencimientos de deuda pública en moneda extranjera (excluyendo la intra sector público) suman 13.598 millones de dólares, según un informe de la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC). A ello hay que agregar los giros por las deudas privadas.
Sin los recursos
En la actualidad, la Argentina, siempre según Kulfas, se encuentra ante un escenario complejo. No tiene crédito internacional, no tiene buenos precios de sus exportaciones más importantes y tampoco tiene reservas en abundancia en el Banco Central.
En este escenario, el presidente electo anunció que prescindirá de los más de 11 mil millones de dólares del préstamo stand by que aún no desembolsó el Fondo Monetario. El disparador de esta decisión fue que el FMI ya había resuelto antes no desembolsar esos fondos hasta que el nuevo gobierno presentara «un programa económico integral», según dijo 15 días atrás su titular, Kristalina Georgieva. Sin la plata del FMI, Fernández espera tener las manos libres como para encarar las negociaciones por la deuda pública que está en manos de los privados.
Pero la distancia que adoptó el FMI respecto de la administración entrante tiene un condimento: está en sintonía con la que ejecuta el gobierno de Estados Unidos.
Aunque en el FMI y en el Departamento de EE UU (su Ministerio de Relaciones Exteriores) se esfuerzan por mostrar que uno y otro tienen objetivos y métodos diferentes, y enfatizan que EE UU tiene apenas el 16% de los votos en el Directorio del Fondo, lo cierto es que en lo que respecta a la Argentina ambos actúan en sintonía.
Mientras que el FMI retacea fondos a la espera de que Fernández presente el plan integral, desde EE UU se deja trascender que Fernández carece de los recursos necesarios como para cumplir con los compromisos que está asumiendo. Se trata de una posición distante que no augura un respaldo político y financiero, al menos para la primera etapa del gobierno que arranca el 10 de diciembre.
El FMI postergó el desembolso del sexto tramo del stand by, equivalente a unos 5400 millones de dólares, tras las PASO del 11 de agosto. Aunque en un principio trató de justificar ese retraso con eufemismos, después de la asunción de Georgieva al frente del organismo, la explicación fue más directa: el acuerdo stand by estaba caído y el gobierno argentino debía presentar el plan económico integral. La distancia con que Washington observa el proceso argentino está matizada con las posiciones públicas que ambas partes se esfuerzan por dar a conocer. Por caso, el vicejefe del Departamento de Estado para América Latina, Kevin O’Reilly, dijo dos semanas atrás que «nuestro enfoque con Argentina es muy positivo» y que «vemos buenas perspectivas para trabajar con el gobierno entrante».
Cinco días atrás, Fernández recibió la visita de Edward Prado, el embajador de EE UU en Argentina. El encuentro fue calificado como positivo por las dos partes, aunque del mismo no surgieron aún posiciones concretas de respaldo por la renegociación de la deuda pública argentina.
El amigo chino
En las cercanías de Alberto Fernández surgen ideas de lo más diversassobre China y el rol que le podría caber para respaldar al nuevo gobierno. En todos los casos se habla de una inyección de dólares que le daría holgura a la Argentina.
Pero por ahora las cosas no pasarían de miradas y amagues amistosos. Hay varias razones para ello.
«La idea de que China ocupará con sus fondos el lugar que dejará el tándem FMI-Estados Unidos está totalmente errada», le dijo a Tiempo Gustavo Girado, director de posgrado sobre Estudios en China Contemporánea de la Universidad Nacional de Lanús.
«Eso es lo último que harían las autoridades de China porque sería comprase un problema más y echar leña al fuego de su disputa con Estados Unidos», agregó el especialista.
Según Girado, una intervención de ese tenor de China sería vista por EE UU como una provocación toda vez que para Washington sigue vigente la idea de América Latina como patio trasero propio. Podría parecer una oportunidad para las autoridades chinas, que ven cómo EE UU interviene en Hong Kong, pero, al menos por ahora, no parece ser esta la opinión en Beijing.
«En este escenario, intervenir en este espacio para suplir de fondos a la Argentina no es prudente», subrayó Girado.
Así las cosas, la disputa estratégica que mantienen ambas potencias acentúa la debilidad de Argentina.
Con todo, la relación económica entre China y Argentina puede pasar por alternativas menos contundentes. «China podría financiar obras de infraestructura. Hay muchas posibilidades de que con el nuevo gobierno se aceiten las relaciones políticas que faciliten esas inversiones», indicó Girado.
Pero el experto puso una condición: «Eso sólo sería posible si Argentina no cae en default». Y allí es donde se juntan los problemas urgentes de la deuda pública con las relaciones diplomáticas que está tejiendo Fernández en un contexto internacional complejo.
Un sector de los economistas que rodean a Fernández cree que una declaración formal de default no alteraría la relación económica con China. Pero esta visión soslaya que las autoridades chinas manejan los criterios financieros con el mismo o mayor rigor que los de cualquier otro país.
También circuló la idea de que China podría financiar a la Argentina por medio del swap de monedas, vigente desde 2009. El ardid consistiría en cambiar los yuanes por dólares. Sin embargo, esa alternativa no es posible. «El acuerdo del swap es uno y es entre yuanes y pesos. Si lo que se buscan son dólares, será con otro acuerdo. Hay que ver si en China eso los entusiasma», le dijo a Tiempo una persona con conocimiento del acuerdo que fue extendido por la administración de Mauricio Macri.
«Puede haber un reverdecer de la relación estratégica entre China y Argentina tras los retrocesos con Macri. Soy optimista», concluyó Girado. Siempre y cuando las iniciativas no se monten arriba de expectativas desmesuradas. «
Claves chinas
La asociación estratégica entre China y Argentina se sostiene sobre la base de una veintena de acuerdos que incluyen diversos campos. Pero hay núcleo duro de convenios cuyos destinos están atados. Estos son:
-El swap de monedas, firmado en 2009 entre los bancos centrales de ambos países, y extendido por el gobierno de Mauricio Macri en 2017.
-Las represas de Santa Cruz, cuyas obras civiles avanzan a ritmo muy lento. A junio pasado, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, informó que el estado de avance era del 13%. Un mes atrás se conoció que una licitación para la provisión de un sistema operativo para controlar la central había sido ganado por una firma china.
-La cuarta central nuclear fue tres veces postergada por la administración de Cambiemos. Rafael Grossi, nuevo titular de la Agencia Internacional de Energía Atómica, aseguró que esa obra se concretará en un próximo período.
-El Belgrano Cargas, que es el emprendimiento de infraestructura que más avanzó de todos.
Los dólares de las exportaciones
Obtener los dólares de las exportaciones que pretende el potencial ministro de Producción, Matías Kulfas, no será fácil. De un lado, el contexto internacional no ayuda por la guerra comercial declarada por Estados Unidos contra sus principales socios y competidores. Del otro, los precios de las materias primas no suben porque la demanda se encuentra estancada y se avizora incluso una regresión.
De los 53.848 millones de dólares logrados por exportaciones argentinas en los primeros 10 meses de este año, 29 mil millones (o un 53%) corresponden a alimentos sin procesar o con algún grado de elaboración; 5600 millones de dólares llegaron por las ventas externas de material de transporte; otro tanto a la venta de aceites y grasas vinculados a la minería y el resto se debe a los productos industriales.
La radiografía de las exportaciones argentinas no deja lugar a mucho optimismo. La urgencia por los dólares llevará a exacerbar este perfil primarizador de las ventas externas, acentuado durante los últimos años. Ello a pesar de los constantes llamados a convertir a la Argentina en algo distinto al granero del mundo.
Brasil y el Mercosur, en observación
La relación con el nuevo gobierno del Frente de Todos con su par de Brasil es toda una incógnita. El planteo de Alberto Fernández de llevar adelante una «relación pragmática» levantó una ola de aplausos entre los industriales que lo escuchaban en la conferencia de la UIA que se realizó el jueves pasado.
Es que muchos de ellos están preocupados por la suerte de sus negocios si crece la tensión entre Fernández y su par brasileño Jair Bolsonaro.
Para buena parte de los industriales, el mercado brasileño es el salvavidas que los sostiene a flote en medio del derrumbe del consumo argentino y la guerra comercial entre EE UU y China.
De todas formas, no se les escapa que la relación global con Brasil está a prueba, del mismo modo que lo está el Mercosur. La cumbre que se realizará el jueves que viene en Brasilia pondrá blanco sobre negro estos dilemas. Brasil logró juntar las adhesiones de sus socios para reducir el Arancel Externo Común (AEC), cuyo promedio es del 12% para los productos que ingresan desde fuera de la zona comercial. La propuesta brasileña es reducirlo a la mitad.