El centro de interés estuvo en el discurso del presidente Alberto Fernández en la reunión del Consejo Federal Argentina contra el Hambre. Previamente, se comunicó un acuerdo de carne a precios accesibles, realizado entre el Ministerio de Desarrollo Productivo y la Asociación de Exportadores de Carne. Por el mismo se ofrecen 9 cortes de carne (se agregó la paleta) y se amplían los días de oferta; de lunes a viernes, todas las semanas. La mayoría de los precios de venta del acuerdo se mantienen sin cambios o presentan rebajas (como el asado). También se amplía la cobertura al agregar un sistema itinerante de comercialización de carne en municipios, en camiones con venta directa al público de más de 5000 kg por camión.
En cuanto al incremento de las prestaciones de la Tarjeta Alimentar, se amplía a niñas y niños de hasta 14 años (era hasta 6 años) por lo que la cantidad de chicas y chicos alcanzados pasa de 1.900.000 a 3.700.000. El monto de la tarjeta será de 6.000 pesos para madres con un hijo; 9.000 pesos para dos hijos; y 12.000 para tres o más hijos, lo cual representa una importante inversión del 0,7% del PBI. Una solución que aparenta simple pero que tendrá un impacto muy importante en la vida de muchas de las familias más necesitadas.
El análisis de estas medidas nos lleva a una de las definiciones más enérgicas del Presidente: “cada vez que nuestra economía crece empieza la disputa de ver quién se lleva la mayor tajada en ese crecimiento. Y ahí es donde a uno lo apena mucho ver lo que pasa, porque yo celebro que los precios internacionales de los commodities crezcan, que la carne argentina sea tan demandada; lo que no celebro es que los argentinos paguemos los alimentos como los pagan los que requieren nuestros alimentos, y lo que no celebro es que la carne de los argentinos la paguemos como la pagan en Francia, en China”. Luego puso el acento en la puja sectorial, que “de algún modo tiene que encontrar un límite y tiene que encontrar un punto donde solidariamente digamos: basta, pensemos en nuestra gente, pensemos en los que necesitan”. Y agregó otra reflexión más que relevante, pues refleja uno de los impactos negativos de la puja distributiva en las finanzas del Estado: “Si no (referido al límite a la puja sectorial), a todo el esfuerzo que hacemos tratando de poner recursos en los que la están pasando mal, terminan pasando la aspiradora los poderosos, se terminan llevando el dinero”.
Son conceptos que he vertido gran cantidad de veces desde esta columna, sosteniendo la importancia de desvincular los precios internacionales de exportación de los precios que pagan nuestros consumidores, en especial en los alimentos. Por eso es primordial la información sobre las cadenas de valor: allí está el verdadero núcleo de la inflación. Porque con dicha información también podríamos documentar cómo las MiPyMEs son rehenes de las grandes cadenas de producción y/o distribución. Y cuando el Estado nacional pide información sobre precios, inventarios de productos, y otros, las asociaciones de las grandes empresas se resisten. ¿Será que allí se encuentran los mayores márgenes de ganancia que erosionan el poder de compra de la ciudadanía?
Los datos de las grandes empresas son esenciales para resolver los problemas inflacionarios, más las medidas que sean necesarias para producir esa desconexión entre precios externos e internos, y para evitar que el mayor consumo de la población termine en aumentos de precios. La inflación no mejora el círculo virtuoso de más consumo y más producción, porque una parte importante sale de este círculo para engrosar las ganancias empresariales.
Cuestión esencial: generar recursos para el Estado
Para desarrollar las distintas políticas sociales y de fomento que resultan indispensables, cabe citar las palabras de Martín Guzmán sobre este tema: “hay dos cuestiones: por un lado, tratar de contar con más recursos para que el Estado, en una situación crítica en el mundo, pueda asistir a quienes debe hacerlo. Esto es algo que está pasando en todo el mundo. Lo segundo es usar de forma racional los recursos con los que ya contamos”.
Una idea que podemos completar con la preocupación del Presidente: “Los sectores más pudientes de la Argentina, ¿cuál es el aporte que hacen? ¿Por qué el aporte lo tiene que hacer el Estado? O sea, ¿para resolver el problema de los precios tenemos que cobrar menos impuestos en un Estado degradado que es lo que nos han dejado? Que tuvimos que salir a invertir en salud, en educación porque estaba toda caído abajo”. Lúcida reflexión.
En esta necesidad de incrementar los recursos, en la reunión del citado Consejo Federal surgió el tema del Aporte Solidario y Extraordinario para Morigerar los Efectos de la Pandemia. El presidente Alberto Fernández mencionó: “el Aporte Solidario que tan maltratado fue en los medios, pero que fue pagado por el 80%. Y les quiero agradecer a cada uno de los que pagaron, porque en un momento de emergencia ellos fueron solidarios”.
Por su parte, el ministro de Economía destacó que si bien hubo mucho debate acerca del Aporte Solidario, “permite contar con recursos para poder poner en práctica políticas públicas para la protección social, para la recuperación económica y para el desarrollo”.
Quiero resaltar que ante la primera ola de Covid, desde el bloque del Frente de Todos en la Cámara de Diputados impulsamos el Aporte Solidario y Extraordinario a las grandes fortunas de nuestro país. Aporte que fue resistido por el capital concentrado como si se tratase de una medida perjudicial para la economía argentina.
Un reciente informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) muestra que muchos países comenzaron a proponerlo. Joe Biden piensa gravar al 0,03% de las personas más ricas de EE UU, similar al 0,02% de nuestra iniciativa. Ciertamente son proporciones que no pueden irritar a nadie y que dejan en claro quiénes son los poseedores de muy grandes fortunas que comparten esa actitud solidaria, y aquellos que tratan de evitar, por argucias legales, el pago del aporte. No es una novedad. Porque hay que tener en cuenta que su sanción marcó una línea de pensamiento y de acción, que encontró eco en gran cantidad de usinas de pensamiento, así como en muchos organismos internacionales, desde la ONU hasta el FMI.
Muchas organizaciones utilizan nuestro Aporte Solidario como ejemplo. En definitiva, una orientación para que el sistema impositivo contribuya a mejorar la distribución del ingreso de las sociedades, y por esa vía, comenzar a sentar las bases de un mayor crecimiento con equidad.
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