En un claro mensaje contra el discurso derechista que intenta copar el debate global sobre el crecimiento y la desigualdad, la Real Academia Sueca de Ciencias otorgó el Premio Nobel de Economía 2024 a Daron Acemoglu, de Turquía, y Simon Johnson y James A. Robinson, ambos de Estados Unidos, “por sus estudios sobre cómo se forman las instituciones y cómo afectan a la prosperidad”.

Los tres académicos desarrollan sus investigaciones en universidades de EE UU con foco en las disparidades de riqueza entre naciones, especialmente aquellas acosadas por la corrupción y las dictaduras. Acemoglu y Johnson trabajan en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, mientras que Robinson se desempeña en la Universidad de Chicago.

Premio Nobel de Economía

En la conferencia de prensa posterior a la recepción del premio, Acemoglu advirtió que el aumento del autoritarismo demostraba que las democracias estaban «atravesando una mala racha» en este momento y que necesitaban empezar a ofrecer resultados a una amplia capa de la población de cada país.

«Si nos fijamos en los datos de las encuestas que preguntan a la gente su opinión sobre el autoritarismo, la dictadura, la democracia, etc., se ve que el apoyo a la democracia entre la población está en su punto más bajo», dijo.

La Academia sueca justificó su selección indicando que “Acemoglu, Johnson y Robinson han demostrado la importancia de las instituciones sociales para la prosperidad de un país. Las sociedades con un Estado de Derecho deficiente e instituciones que explotan a la población no generan crecimiento ni cambios para mejor. La investigación de los galardonados nos ayuda a entender por qué”.

Tras reseñar que la desigualdad entre naciones ricas y pobres se ha ampliado, los responsables de la elección aseguraron que “Los galardonados en ciencias económicas de este año han encontrado pruebas nuevas y convincentes de una explicación de esta brecha persistente: las diferencias en las instituciones de una sociedad”.

Acemoglu y Robinson escribieron en 2012 el libro “Por qué fracasan las naciones”, en el que volcaron datos y evidencia empírica que desde la antigua Roma hasta la actual Nogales, una ciudad dividida entre EE UU y México, y concluyeron que las “instituciones inclusivas” enriquecen a los países. La democracia, el Estado de derecho y la protección de los derechos de propiedad distinguen esos sistemas de los acuerdos “extractivos” en los que una pequeña clase dominante posee la mayoría de los recursos y la riqueza.

Sin embargo, una crítica a esta mirada “institucionalista” apunta que las naciones con instituciones más débiles no actúan en el vacío sino en relación, y muchas veces subordinación, con las presiones de naciones más poderosas y de organismos multilaterales –como el Banco Mundial y el Fondo Monetario- que promueven políticas que favorecen la debilidad de las instituciones, como se vio en América Latina durante los años 60 y 70 del siglo pasado, cuando los gobiernos militares, autoritarios y corruptos fueron respaldados por las naciones más ricas.

Pero, al mismo tiempo, la posición de los ganadores del Nobel enfrenta la de las derechas autoritarias que pululan en Europa y Estados Unidos y que buscan coartar libertades democráticas básicas y los derechos laborales.

En una entrevista publicada por el diario Perfil en febrero de 2022, Acemoglu se autodefinió de esta forma: “A la manera de los liberales en la Europa de mediados del siglo XX, creo que los mercados, en contraposición a la planificación central, son la clave de la libertad, que la planificación central no permitirá ningún tipo de florecimiento social y económico que deba complementar la libertad. Por otro lado, los mercados no regulados tampoco son compatibles con la verdadera libertad».

«Crean, sobre todo en esta época de globalización y rápido cambio tecnológico, actores muy poderosos en forma de empresas o grupos que tienen el control del poder político. El resultado es que una fracción muy grande de la sociedad no tiene oportunidades económicas y está en desventaja social. Es necesario tener una mezcla de los principios básicos del liberalismo y la forma correcta de construir el bienestar, las instituciones estatales y las regulaciones, pero de una manera que sea coherente con la responsabilidad, la transparencia y la supervisión de la sociedad”, sostuvo Acemoglu.