Ese fue el saldo que dejó su paso por la Asamblea Anual del FMI y del Banco Mundial.
Ese fue el saldo que dejó su paso por primera vez en una Asamblea Anual del FMI y del Banco Mundial, un nuevo mundo para el político -de economistas y ministros de finanzas- y que, pese a ello, rápidamente advirtió la oportunidad de usar el multilateralismo en la coyuntura de la guerra y de la fragmentación del comercio mundial, en favor de los intereses de la Argentina.
«Yo soy nuevo en esto, estoy aprendiendo cómo moverme», decía Massa entre sus íntimos respecto de su participación en el G20 y de los Comité Monetario Financiero del FMI y de Desarrollo del Banco Mundial y, sin embargo, se atrevió a avanzar con una propuesta de cambiar el cómputo como gasto o déficit fiscal, de la contraparte de los préstamos que debe ponerse la Argentina para recibir fondos para proyectos de inversión del BID y del Banco Mundial.
En este sentido, Massa, que emprendió el regreso anoche a Buenos Aires, no perdió oportunidad y apenas se cruzó con los titulares del Banco Mundial, David Malpass, y del FMI, Kristalina Georgieva, les espetó a ambos: «¿Cómo puede ser que por un lado el Banco Mundial lo obliga -para otorgar los préstamos- a poner fondos para, por ejemplo, el Plan Progresar o una inversión en infraestructura, y luego el FMI computa ese importe como gasto que suma al déficit fiscal?»
Esta aparente contradicción fue un planteo de Massa también en el foro del BID y habría sido tomado en cuenta por Georgieva y por otros miembros del G20, y se espera que tenga algún eco durante la próxima Cumbre de presidentes en Bali (Indonesia), adelantó un miembro del equipo oficial.
Según los pronósticos mundiales que se conocieron en el WEO (World Economic Outlook), habrá una fuerte desaceleración y al menos un tercio de los países entrará en recesión y se viene una crisis de deuda de países emergentes, como coletazo de «los tres shocks seguidos» que sufrió el mundo: la pandemia, la fragmentación mundial del comercio y la guerra en Ucrania con la disparada de precios mundiales y la inflación generalizada.
«Es momento de que el Fondo y el resto de los países del G20 (y por tanto también el FMI) decidan qué medidas tomarán y cómo pagarán a los países que toman crédito de los organismos», opinó Massa en una charla con periodistas.
Acto seguido, explicó que «a la Argentina la guerra en Ucrania le costó unos US$ 4.900 millones», entre reservas y déficit fiscal, dos de las tres metas exigibles del FMI.
El acuerdo con el Fondo se selló en marzo último y las metas acordadas con el Fondo no se modificaron, y «la Argentina reconoció esfuerzos para cumplirlas», según recalcó Massa en su disertación en el Banco Interamericano de Desarrollo.
Respecto del BID, Massa logró por un lado la firma de los US$ 700 millones que ya pasarán a engrosar reservas; y por otro recibió ayer por la tarde la confirmación de que el staff de este organismo aprobó el informe técnico para que el directorio trate los US$ 500 millones que estaban pendientes.
Estos U$S 500 millones llegarían antes de fin de mes, cuando el directorio del BID volverá a sentarse en la mesa para discutir un nuevo crédito para el país.
La titular provisional de este organismo, Irene Mejías Chacón, se comprometió ante Massa a acelerar el tratamiento, antes de que culmine su mandato interino.
Respecto de la presidencia del BID, la posición argentina es aprovechar la reciente destitución del estadounidense Maurico Claver Carone para que la región del Cono sur y México recuperen la histórica conducción de la entidad, algo que se perdió tras la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.
Massa no busca que el candidato sea necesariamente argentino, pero adelantó que apoyará uno regional, previo consenso de los planes de infraestructura para la región, y de la mayor capitalización del banco entre otros puntos, dijo los periodistas que lo siguieron en la capital estadounidense.
Entre sus aliados podrá encontrar a Chile, Brasil y México, y las bilaterales tuvieron en parte este objetivo. Con el ministro de Economía brasileño, Paulo Guedes, hay fuertes intereses comunes en infraestructura y de proyectos transnacionales para una futura exportación de gas argentino al país vecino, una vez que estén completadas las obras de los nuevos gasoductos.
La crisis energética animó a pensar a los países de la región en que la mayoría de los recursos en alimentos y energéticos se encuentran en el continente americano, y que la fragmentación comercial y la suba de precios no debería afectarlos si se unen e imponen los precios, conformando una especie de OPEP regional, aunque nada de eso se materializó aún.
Respecto del Club de París, Massa señaló en Washington que «el acuerdo está casi cerrado», y a fin de mes viajará para reformular las nuevas condiciones para la deuda de unos US$ 2.400 millones, que pagan una tasa de interés del 9% anual y que Argentina aspira a bajar, además de reducir los plazos.
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