Cuando el gobierno dice que el déficit cero no se negocia, estamos viendo una película repetida. El gran problema de estas políticas es que el sacrificio resulta ser en vano, porque en vez de cumplir el objetivo propuesto, terminan por agravar el entorno económico y social. La experiencia muestra que cuanto más se achica el gasto para cumplir el déficit cero, menos actividad, menos recaudación y vuelve a aparecer el déficit.
Este retorno en el tiempo también se percibe en el tratamiento de la deuda externa. El gobierno está utilizando el actual sosiego financiero para avanzar en el endeudamiento en moneda extranjera. Se plantea que si baja el gasto, los subsidios, los pasivos del BCRA, la emisión monetaria y la brecha cambiaria, es decir, si ocurre lo que ellos llaman la normalización de la economía (obviando la fuerte caída que experimentan la producción y el consumo), entonces se estará en condiciones de colocar deuda con el sector privado en el exterior.
No obstante, el gobierno también acude a los organismos internacionales. El miércoles pasado, el BID anunció un préstamo por U$S 2000 millones; al día siguiente el Banco Mundial sumó otros U$S 1000 millones. Tras reunirse con el FMI aprovechando el G-20 en Brasil, se hizo pública la intención de buscar un nuevo acuerdo con ese organismo, aunque hasta el momento sólo de parte del gobierno argentino se plantea la posibilidad de que dicho acuerdo contenga un nuevo desembolso de dinero.
Esta “atracción por el endeudamiento” resulta confirmada por el DNU 846/2024 que permite que se puedan canjear instrumentos en pesos por instrumentos en moneda extranjera, o viceversa, o por la misma moneda.
Pero, yo pregunto, ¿cuál sería el beneficio de canjear deuda en pesos por nuevos instrumentos en moneda extranjera? ¿Cuál sería la urgencia para que una decisión tan importante no pase por el Congreso? Además, se elimina la condición de que, en los canjes, se obtengan la mejora —para el Estado argentino— de al menos dos de estas tres variables: tasa, plazo o monto.
Además, el DNU 846 establece que los canjes se realicen “a precios de mercado”. Sabemos que los mercados de deuda son especulativos, entonces, ¿qué impediría que ante las expectativas de un canje, el propio mercado (dominado por pocos jugadores internacionales de gran peso) modifique los precios de los instrumentos para obtener un mayor beneficio con dicho canje? Gracias al DNU se podría canjear deuda en peores condiciones a las de la existente.
Y todas estas operaciones se realizarían sin el acuerdo de la Cámara de Diputados, que es la responsable de decidir las condiciones de endeudamiento del Tesoro Nacional (a ser tratadas luego por el Senado). El DNU 846 se suma a otros decretos que subestiman la importancia del Parlamento, a los distintos vetos a leyes sancionadas, y también a la intención de no cambiar ni una coma al proyecto de Presupuesto 2025 presentado por el Poder Ejecutivo Nacional (PEN).
Podemos decir que estamos ante una especie de anormalidad institucional severa. El gobierno intenta gobernar sin equilibrio de poderes y, por lo tanto, sin respetar la opinión del Parlamento, el más democrático de los poderes del Estado por su composición, su representación territorial y sectorial y por la forma en que se renueva.
Pero, desde el lado de la oposición, surgen alineamientos alentadores. Estoy convencido de que se deberían ir construyendo coincidencias en el plano legislativo para formar los consensos necesarios e ir poniendo frenos a los intentos del PEN de obviar los procesos parlamentarios imprescindibles. Ya se ha logrado con la aprobación de la mejora en las jubilaciones y con el financiamiento a las universidades, pero no alcanzó para frenar los vetos presidenciales a esas leyes.
Durante esta semana se sigue construyendo en ese sentido: legisladores/as de varios bloques políticos hemos hecho un pedido a la presidencia de la Cámara de Diputados para realizar una sesión especial el próximo martes 26 para rechazar el DNU 846 sobre deuda. Sería valioso contar con los votos necesarios para aprobar esta importante iniciativa.
Desbalances
El gobierno insiste con ver “brotes verdes” y dice que ya comenzó la “recuperación”. Lo cierto es que existe mucha disparidad entre los sectores. El dato del EMAE de septiembre mostró una variación negativa en la comparación mensual desestacionalizada (-0,3%). La caída interanual en su índice general es de -3,3%. Pero al abrir por sectores de actividad económica, cuatro de ellos crecieron, principalmente Explotación de minas y canteras (que incluye combustibles, +7,6%) y Agricultura, ganadería, caza y silvicultura (+3,1% ) y once registraron caídas en la comparación interanual, según indica el Indec. Se destacan las mermas en la Industria manufacturera (-6,2%) en la Construcción (-16,6%) y en Comercio mayorista y minorista (-8,3%); estos tres últimos sectores, comenta el Indec, “le restan 2,7 puntos porcentuales a la variación interanual del EMAE”, dando cuenta de la importancia y el impacto de los mismos.
Los ganadores están ligados al sector primario y al extractivismo, teniendo en cuenta que influyen es este comportamiento sectores como Agricultura y, dentro de Industria, Molienda de oleaginosas, que poseen una baja base de comparación con el año anterior.
El presidente Javier Milei dijo en una entrevista reciente: “no sufrimos en actividad ni empleo, los salarios básicos reales están encima de lo que teníamos cuando asumimos”. Los datos del propio gobierno y del Indec refutan estas afirmaciones. El proyecto de Presupuesto nacional admite que el PBI este año caerá 3,8%. El Indec muestra que la tasa de desocupación aumentó de 6,2% en el segundo trimestre de 2023 a 7,6% en el segundo trimestre de 2024. A septiembre 2024, los salarios registrados reales están 6,8% debajo del valor que tenían en noviembre de 2023; los del sector público evidencian un 16,1% de pérdida. Sólo algunos trabajadores registrados, con convenio, le están empatando a la inflación en los últimos meses, pero nadie les devuelve lo que perdieron desde diciembre.
Otro esquema que también ya vivimos: los gobiernos neoliberales se muestran preocupados por el déficit fiscal, pero las medidas de liberalización terminan afectando el saldo comercial.
El último dato del Intercambio Comercial Argentino, de octubre 2024, muestra que el superávit comercial se redujo por segundo mes consecutivo. No fue por una caída de las exportaciones, sino por el aumento de las importaciones, que anotaron su primer incremento interanual en casi dos años.
Este comportamiento de las importaciones se produce, en gran parte, por el avance de la política de apertura: de la baja de aranceles, del fomento a la importación por ventajas cambiarias, fiscales o administrativas. Cuando estas medidas se aplican a bienes que compiten con la producción local, se produce el cierre de fábricas y mayor desocupación.
Resumiendo, el mayor endeudamiento no es una solución, es un verdadero problema. Los mejores momentos de la Argentina fueron cuando le pagamos al FMI y nos libramos de su tutela, no cuando nos dieron U$S 45 mil millones: ese fue el peor momento que tuvimos.
Volver a los buenos tiempos implica buscar aquella actitud, convicción y objetivos de 2003, cuando Argentina inició el camino de la reconstrucción tras la larga noche neoliberal. El Congreso de la Nación es un ámbito privilegiado para ir tejiendo consensos, buscando las coincidencias entre aquellos que tenemos la voluntad de poner un freno a la renovada avanzada neoliberal, o anarcocapitalista, como se la prefiera definir