Cuando Mauricio Macri volvió, en enero pasado, del Foro Económico Mundial, en Davos, aseguró que Argentina había «vuelto al mundo», lo que le aseguraría al país al menos 20 mil millones de dólares de inversión de distintas empresas extranjeras. Pasado más de medio año, el presidente promueve este encuentro de CEOs en el Centro Cultural Kirchner para intentar volver a seducir a esos empresarios y del otro lado de las negociaciones seguramente recibirá las mismas exigencias.
Es que para invertir en el país, el establishment le había dado una lista de deberes al presidente de la Nación, quien todavía pelea fronteras adentro para poder llevar a cabo su plan.
En Suiza, empresas como Coca Cola, Total, Shell y Dow Chemical se habían mostrado abiertos a invertir en Argentina, pero con un precio. La «vuelta al mundo» debía tener ciertas reglas. En primer lugar, le exigían estabilidad económica para poder llevar adelante sus planes a largo plazo, y eso por eso que desde Suiza, Macri prometió en enero una inflación para todo 2016 del 20%, aunque el acumulado del primer semestre ya superó la barrera el 31%. Además, el establishment internacional solicitó menos empelados estatales y beneficios impositivos (como la quita de retenciones a las mineras que llevó a adelante el gobierno desde el inicio de su gestión). Algunas empresas también mencionaron las leyes laborales como una potencial traba. De hecho, las aerolíneas low cost interesadas en meterse en el mercado argentino están negociando reformas en ese sentido antes de desembarcar.
Lo que sí consiguió Macri en su viaje a Suiza fue la reinserción del país en el mercado de tomadores de deuda, ya que con el arreglo con los fondos buitre (en ese momento el gobierno estaba en plena negociación), Argentina volvió a vender bonos, entre ellos el emitido para el mismo pago a los acreedores con los que litigaba en la corte de Nueva York.