Las universidades nacionales estuvieron en el centro del debate político nacional durante todo el año 2024. El recorte de Javier Milei casi le dio un golpe de knock-out a la educación superior, algo que es fácil de verificar si se revisan algunos números. Si no se llegó a la lona fue por la enorme reacción de docentes, no docentes y alumnos, que obligaron a una renegociación de los términos del ajuste. La pelea no terminó.
El gobierno nacional destinó, en los primeros seis meses de este año, un 49% menos de presupuesto que en el mismo período del año anterior teniendo en cuenta la relación con el aumento de precios, según dijo el Instituto de Estudios y Capacitación que dirige la Confederación Nacional de Docentes Universitarios (Conadu).
Además, apuesta a que la motosierra presupuestaria siga en 2025. Propone un aumento del 26,9% mientras estima una inflación de 18,2%, un escenario sospechosamente optimista si se tiene en cuenta que la variación interanual a septiembre (último dato oficial) está en 209% y que 43 centros de investigación, consultoras y entidades financieras estimaron que a lo largo de 2025 la carestía será del 31,2% según el último Relevamiento de Expectativas de Mercado que publica el Banco Central.
Milei decidió vetar la Ley de Financiamiento Universitario, que establecía el aumento de las distintas partidas por inflación este año y hubiera significado, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC), sólo un aumento del 0,14% del costo fiscal. A su vez, eliminó el Fondo Nacional de Incentivo Docente (FONID). Si bien en mayo actualizó los “gastos de funcionamiento” un 270%, esto es sólo un 9% del presupuesto total, que en su gran mayoría se forma con los salarios docentes y no docentes. Por eso la cuestión salarial está en el centro del problema.
Según explica la Asociación Gremial Docente de la UBA (AGD), el salario promedio de un docente universitario cayó 63,4% entre diciembre de 2023 y octubre de 2024, si se tiene en cuenta la diferencia entre la inflación (IPC) y la variación salarial. En la actualidad, el 85% de los salarios de quienes dictan clases en las universidades nacionales están por debajo de la línea de pobreza, así como también lo están los ingresos del 60% de los no docentes.
Por su parte, si el foco está en el poder adquisitivo, el último informe del Laboratorio del Salario de la Docencia Universitaria (LSDU), de agosto de este año, comparó julio de 2024 versus el mismo mes del año anterior y la caída es de 23,11%. La comparación se hace, además, con salarios plenamente a la baja: el cargo testigo del mes de agosto era de $ 301.015 con la línea de indigencia en poco más de $ 393.000.
El recorte salarial de Milei no implicó una contratendencia al pasado: los sueldos vienen en caída desde 2015. Según AGD, el salario actual tuvo una caída de 100% con respecto a nueve años atrás. El LSDU indica que, tomando como referencia los meses de noviembre de 2015 y de 2023, “el IPC ha aumentado en casi 4000 puntos porcentuales, (mientras que) el salario nominal se acerca a los 3000 puntos en el mismo período”.
Por su parte, un informe de la Universidad Nacional de Río Negro y la Universidad Nacional de San Martín, de agosto de este año, deja en claro que, entre once países de la región, los salarios de los docentes universitarios en Argentina son los más bajos. El Poder Ejecutivo llevó adelante la caída salarial más grande en el gremio de los últimos cuarenta años.
Menos de todo
El ajuste afectó a los estudiantes de forma directa. Las Becas Progresar se mantuvieron en $ 20.000 durante todo este año. Recién ahora el gobierno anunció una actualización de 75% (con un monto inflacionario que, por lo menos, triplica ese porcentaje). A su vez, según un informe de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), la partida anual por estudiante ha sido en este 2024 de $ 1.905.654, la más baja en términos reales desde 2004.
La motosierra de Milei se sintió en la universidad. También la lucha que, claramente, no terminó. «