El lío del gas no está resuelto, aunque el gobierno encontró un paliativo. Una serie de eventos hizo que la planificación del abastecimiento de gas de este invierno se transformara en una pesadilla para el Ministerio de Economía, por la magnitud de dinero en juego, en momentos en que la línea rectora de la cartera que dirige Martín Guzmán es el ajuste de las cuentas públicas en función del acuerdo con el Fondo Monetario.
La Argentina consume unos 140 millones de metros cúbicos de gas por día en invierno, contando los tres universos más demandantes: hogares, industrias y centrales eléctricas. La producción del país ronda los 120 millones de metros cúbicos y el faltante se importa. A medida que la temperatura asciende, el consumo de gas de los hogares cae y la producción local alcanza para abastecer la demanda.
Este esquema funciona así desde, al menos, 30 años atrás, cuando se privatizó Gas del Estado y se basa en el control privado de la producción de gas, lo que llevó a absurdos como que, en determinadas épocas, Repsol -la dueña de YPF entre 1999 y 2012- redujera la producción de gas en el país y lo importara desde Bolivia para cobrar el precio internacional.
Ahora, el gobierno del Frente de Todos enfrentaba una dura prueba, ya que el precio del gas de barco (el famoso gas natural licuado o GNL) que debe importar para cubrir la demanda del invierno se fue a las nubes. De U$S 10 el millón de BTU (MBTU, una unidad de medida comercial internacional), pasó a U$S 50 o más. La causa de semejante salto está en el trastocamiento del mercado internacional de energía y commodities en general provocado por las sanciones a Rusia a partir de la invasión a Ucrania. Al bloquear las ventas de gas ruso, los países de Europa occidental salieron a buscar un reemplazo en otros proveedores y llevaron el precio del fluido a niveles no vistos antes.
En ese marco, Bolivia confirmó que venderá a Argentina unos 7 millones de metros cúbicos diarios de gas adicionales a unos U$S 18 el MBTU. El precio es una ganga comparados con el valor del gas por barco, aunque duplica lo que Bolivia venía cobrando por el gas. Para que Bolivia aceptara venderle a la Argentina fue necesario un acuerdo entre los presidentes de ambos países. El presidente del país vecino, Luis Arce, hizo un viaje a la Argentina solo para firmar el convenio.
La carambola se completó con el periplo de Martín Guzmán a Brasil, donde confirmó que el país gobernado por Jair Bolsonaro comprará menos gas a Bolivia y así «liberará» el gas que Argentina adquirirá. «Se se liberan metros cúbicos por la mejora en los niveles de las represas hidráulicos en Brasil y ese gas de Bolivia viene a la Argentina», le dijo en tono escueto una fuente oficial a Tiempo. En paraleo, Guzmán acordó con los funcionarios de Brasil que le vendan electricidad a Argentina, cosa que las centrales no demanden el total de gas. La Argentina «devolverá» esa electricidad en otro período.
El problema del abastecimeinto del gas derivó en una profundización de la crisis política dentro del gobierno, porque golpea el plan de suba de tarifas y quitas de subsidios que tenía Guzmán en mente. Los bolsillos de la población no soportan cargar con ese peso. «