En América del Sur los sectores industriales están preocupados y los agricultores festejan. Del otro lado del Océano las automotrices se restriegan las manos pensando en lo que ganarán con el pacto comercial y los productores agrarios temen quedar al margen del mercado por no poder competir con "las fábricas de carne" regionales. También aluden a exigencias ecológicas diferentes.
Así, mientras en América del Sur, los sectores del trabajo y la industria despliegan toda la artillería discursiva en contra de un convenio que, avizoran, dejará un tendal de trabajadores y sectores productores completos en la calle, en Europa los fabricantes de automóviles alemanes se restriegan las manos sopesando las futuras ganancias.
Por lo pronto, el secretario general de la la Asociación de Fabricantes Europeos de Automóviles (ACEA), Erik Jonnaert, señaló que «bajo las condiciones adecuadas hay un potencial real de crecimiento para la industria automovilística de la Unión Europea, dada la dimensión del mercado de Mercosur, tanto en términos de PIB como de población».
La UE exportó el año pasado 73.000 vehículos hacia la región pero el dato que toman en cuenta para este festejo es que el Mercosur importó en total 234.000 automóviles. Y ese mercado resulta seductor, además de que esperan incrementar sus ventas luego de la eliminación de aranceles que implica el acuerdo.
A los cuestionamientos de industriales argentinos, sobre todo pymes, se le sumaron las críticas de sectores de la producción del Brasil. Es un acuerdo que «no trae ganancias para la industria brasileña del acero, que enfrenta una ociosidad de 34% de la capacidad instalada debido a la crisis económica en el país y al exceso de oferta mundial», según un comunicado del Instituto Acero Brasil (IAB).
La institución puntualiza, además, que con ese convenio la industria brasileña perderá la categoría de «preferencial» dentro del bloque regional y los productos de la UE podrán invadir el mercado local incluso con componentes elaborados fuera del bloque europeo.
Los que están que trinan con el anuncio son los agricultores. En el caso de los franceses, el presidente Emmanuel Macron tuvo que poner un poco de paños fríos tras el anuncio. Es que con un conflicto no resuelto con los «chalecos amarillos», el mandatario no podía exponerse a otro frente de protesta.
Francia fue la nación más reacia a liberar el comercio con el Mercosur, teniendo en cuenta de que es el país europeo que recibe más subsidios para sostener su producción agropecuaria. «No podremos competir con las fábricas de carne latinoamericanas», argumentan. «No puedo decirles que vamos hoy a ratificar el Mercosur. Francia no está por ahora preparada a ratificarlo», trató de calmar Sibeth Ndiaye, portavoz del gobierno.
El principal sindicato agrícola de la UE, COPA-COGECA, tomando en cuenta elementos ecologistas, declaró que el acuerdo agrandará «la brecha entre las normas exigidas a los agricultores europeos» y lo que se tolera de los productores del Mercosur. «El libre comercio está en el origen de todos los problemas ecológicos», abundó el exministro francés de Ecología, Nicolas Hulot.
La Federación Alemana de Agricultores (DBV, por sus siglas en alemán) también salió con los botines de punta contra el pacto comercial por razones medioambientales. «Es inaceptable que la Comisión de la UE firme este acuerdo completamente desequilibrado. Este acuerdo comercial es pura y simplemente un doble rasero», dijo el presidente de los agricultores germanos, Joachim Rukwied.
La DBV alude a que las regulaciones de protección del medio ambiente y del clima, el uso de antibióticos y herbicidas que se exigen a los europeos no son iguales a las que se piden en esta parte del mundo.
La Unión de Uniones de Agricultores y Ganaderos de España presentó en Bruselas un informe con serios cuestionamientos al acuerdo y se mostraron sorprendidos de que el gobierno de Pedro Sánchez se hubiese enorgullecido de semejante negociación. «No entendemos por qué el Gobierno español ha impulsado el cierre del acuerdo (…) existen muy pocos estudios, pero todos coinciden en que Europa es la que pierde con esto», dijo la U.
La organización hizo referencia a un estudio del Joint Research Centre (JRC) de la Comisión Europea que en 2011 alertaba sobre pérdidas para los agricultores europeos de 7.750 millones de euros si se liberaba el ingreso de productos agrarios sudamericanos.
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