“Si le debes 100 dólares a alguien, tienes un problema. Pero si le debes 100 millones, el problema lo tiene el otro”. El viejo proverbio, que en cada país puede cambiar de moneda y de cantidades sin perder su validez, influyó en la decisión del Fondo Monetario Internacional de aceptar otra modificación (la tercera en 13 meses) en las metas del acuerdo de facilidades extendidas con Argentina, su mayor deudor por unos 45 mil millones de dólares.
La decisión fue tomada tras una extensa reunión que mantuvieron en Washington al anochecer del viernes el ministro de Economía, Sergio Massa, y la subdirectora del FMI, Gita Gopinath, con sus respectivos equipos. Se imaginaba que el encuentro sería breve, ya que por estos días los anfitriones están ocupados con la asamblea que organizan en conjunto con el Banco Mundial.
Sin embargo, la entrevista se alargó y los aceitados equipos de comunicación de ambos lados se tomaron hasta el día siguiente para emitir declaraciones casi calcadas. “Mantuvimos una productiva reunión en la que conversamos sobre el impacto de la peor sequía de la historia argentina y nos comprometimos a seguir trabajando juntos para fortalecer el programa ante este difícil escenario”, tuitearon casi al unísono Gopinath y Massa.
El sábado Sergio Massa tuvo la oportunidad de ratificar lo acordado en un breve encuentro con la Directora Gerente del FMI Kristalina Georgieva.
El nuevo camino podría empezar a recorrerse en mayo, cuando el staff técnico inicie la ya pautada revisión trimestral de las cuentas nacionales. Pero el gobierno, jaqueado por la inflación y consciente de que se acercan las elecciones, quiere apurar las definiciones.
¿Qué se cambiará? Todo y nada a la vez. El Fondo entendió que la sequía obró como un “game changer” que tornó utópico el cumplimiento de las metas cuantitativas fijadas. Si se aferra a ellas, corre el riesgo de hacer fracasar el acuerdo, en cuyo diseño intervino activamente.
Sin embargo, las principales características del programa se mantendrán intactas: acumular reservas, reducir fuertemente el déficit fiscal y asegurarse de que el Banco Central deje de emitir para financiar al Tesoro.
“Se abre una nueva oportunidad. Está todo sobre la mesa de discusión”, adelantaron fuentes de la delegación argentina. “Estamos readecuando los objetivos. Se revisará todo lo que se tenga que revisar”, agregaron.
Haciendo números
El meollo de la cuestión es que la sequía reducirá en alrededor de un 50% la producción de soja y que eso impactará en una reducción de exportaciones por unos U$S 14.000 millones. El Fondo creía que ese número era exagerado y en la revisión del mes pasado aceptó bajar la exigencia en acumulación de divisas en apenas U$S 1800 millones para todo 2023.
Pero la insistencia del equipo económico logró que se reconsidere la situación. En los últimos días, el director interino del Departamento para el Hemisferio Occidental del FMI, Nigel Chalk, había adelantado que “la situación en la Argentina se complicó por la sequía y hay que pensar la manera de afrontar la situación actual. Estamos abiertos por si hace falta recalibrar”.
La necesidad se volvió imperiosa cuando Massa comprobó que el plan B, el «dólar agro», tendría corto alcance porque los exportadores afectados por la sequía no tendrán mucha soja que ofrecer. Y el C, que consistía en apurar desembolsos de organismos de crédito multilaterales, tenía sus limitaciones. En el Palacio de Hacienda estimaron que, entre el Banco Mundial, el BID y la CAF, con suerte podrían conseguir unos U$S 7000 millones.
Según fuentes de Economía, en la negociación también se reiteraron viejos reclamos no atendidos. Entre ellos los sobrecargos, que llevaron la tasa de interés de los préstamos por encima del 6%, y los mayores costos en importación de energía generados por otro shock exógeno, la guerra en Ucrania.
La amiga americana
Camino a Estados Unidos, Massa se encontró con la subsecretaria de Estado de ese país, Wendy Sherman. Fue el contacto que Joe Biden le propuso a Alberto Fernández en la reciente bilateral entre ambos presidentes.
La funcionaria, que venía hacia Buenos Aires, accedió a hacer una escala en Santo Domingo para encontrarse con el ministro, que viajaba hacia el norte. La búsqueda de apoyo para negociar con el Fondo fue el tema excluyente de la cena. Se sabe que la voz del gobierno estadounidense retumba fuerte en los cuarteles del FMI.
Ya en el país, Sherman desplegó todo su lobby y marcó pautas para ambos lados. «Lo que negocian Argentina y el FMI es algo que los Estados Unidos apoya”, dijo abriendo la puerta a cambios en el acuerdo. Pero dejó un fuerte aviso: «La Argentina puede salir adelante si los ciudadanos soportan el dolor a corto plazo«. «
El BID, el BM y los árabes
Se sabe que los grandes foros internacionales son una gran oportunidad para encuentros privados que generan negocios. Y Sergio Massa logró en parte su objetivo. En el marco de la asamblea conjunta del FMI y el Banco Mundial, que se realizó esta semana en Washington, el ministro obtuvo financiamiento en dólares para varios proyectos locales.
Entre otros emprendimientos, se aseguró un préstamo de U$S 200 millones del BID para apoyar programas de salud, como parte de una línea de crédito más amplia de U$S 600 millones. También logró que el Banco Mundial aporte U$S 300 millones para financiar un aumento del 35% en las becas del plan Progresar, que atiende a 1.700.000 alumnos secundarios y universitarios.
En paralelo, Massa firmó un convenio con el Fondo Saudita para el Desarrollo, que destinará U$S 500 millones a proyectos de infraestructura en el país. Entre ellos se encuentra la realización de obras complementarias para la extensión del gasoducto Néstor Kirchner, que está en construcción.