En el Palacio de Hacienda aseguran que sus decisiones fueron eficaces para reducir la incertidumbre y la volatilidad. Pero para algunos economistas podrían generar impactos negativos en la recuperación de la actividad por la suba de la tasa de interés y la aceleración de la devaluación del peso.
Desde el Palacio de Hacienda le dijeron a Tiempo que las decisiones de las últimas dos semanas permitieron «un anclaje de las expectativas en materia financiera de cara a los meses de noviembre y diciembre». Se estaría desarmando el golpe de mercado que buscaba una brusca pérdida de valor del peso. El dólar financiero más importante, el contado con liquidación (CCL), cayó 18,8% desde su máximo del 22 de octubre. El blue, otro tanto.
En simultáneo, los indicadores de la industria y la construcción de septiembre marcaron que la actividad económica vuelve al punto de partida prepandemia y que la expectativa empresaria es que la tendencia se acentúe. La recaudación también se movió en el mismo sentido y volvió a crecer en términos reales por segundo mes consecutivo en octubre.
Para el economista Julián Zícari, «la economía está más sólida y la recuperación también se va a ir acelerando con el pasaje del ASPO al DISPO en el corazón productivo del país, el conurbano bonaerense».
Hernán Lechter, titular del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), mira un poco más allá incluso. «Creo que comienzan a aparecer los dólares, y cuando sucede eso básicamente estás discutiendo la economía del año próximo, saldás la cuestión cambiaria de este año y discutís la problemática de 2021 en función del crecimiento».
¿Qué cambió?
Mañana, el Palacio de Hacienda licitará bonos en dólares que se pueden adquirir con bonos en pesos, por un valor de U$S 750 millones. Esta es una de las medidas que tomó Economía para vencer en la pulseada a los devaluadores. Se podría decir que los calmó dándoles otros beneficios y mostrando una cara más amable. La consultora LCG lo caracterizó la semana pasada como un giro «hacia una mayor cordura». Para el economista y director del Banco Nación, Claudio Lozano, «estamos resolviendo con una política muy similar a la ortodoxia económica la fiebre cambiaria».
En el caso de los bonos de mañana, fueron prometidos por la actual gestión a los fondos de inversión que ingresaron durante 2016 y 2017 para aprovechar la estabilidad del dólar y la elevada tasa de interés en pesos, el famoso carry trade. Según la versión oficial, esos fondos –Templeton y Pimco son los más nombrados, pero hay otros– empujaban hacia arriba la cotización del CCL por las operaciones de fuga a un ritmo de unos U$S 450 millones por mes, según cálculos del presidente del Banco Central, Miguel Pesce.
El economista Andrés Asiain, titular del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (CESO), ubica allí el problema de la corrida cambiaria. La presión de esos fondos generó una división en el gobierno sobre cómo responder. «Había un problema de no intervención sobre el mercado financiero que tenía que ver con un puja entre el BCRA y Economía sobre esos fondos», explica. La parálisis se habría resuelto con Economía tomando el control de la situación y tomando una serie de decisiones, entre ellas la licitación de bonos de mañana.
A mediados de septiembre, Pesce defendió quitarles a esos fondos del exterior la posibilidad de seguir participando en el CCL. «Excluimos de esa demanda a los fondos especulativos que ingresaron en los años anteriores a comprar títulos bajo ley argentina», afirmó en una entrevista con Perfil. Lo llamativo fue que el valor del dólar determinado por esas operaciones con bonos se disparó desde se momento y el ministro Guzmán no dejó de decir que la causa era que Pimco y Templeton seguían presionando, a pesar de que el BCRA se los había prohibido. El 19 de octubre, Economía dio instrucciones al BCRA para que diera marcha atrás con esa medida.
Lechter observa que «las medidas que tomó el gobierno tuvieron un buen impacto: la reducción del parking y la habilitación para operar con bonos lograron, al menos por ahora, detener la corrida. Parece que el objetivo hoy es estabilizar en esos niveles».
Los costos
Quizá Pimco y Templeton se tranquilicen al hacerse de los bonos mañana. Pero no son los únicos que jugaron fuerte por la devaluación. Claudio Lozano identifica dos más: el complejo sojero y el grupo amplio de empresas que saldaron deudas comerciales y financieras durante la pandemia.
«No existen razones para que las presiones sobre el tipo de cambio se lleven adelante», subraya Lozano y enumera: Argentina tiene un saldo comercial positivo en sus cuentas externas; cerró un acuerdo de la deuda con sus acreedores por consenso y no está en default; y el dólar oficial no está retrasado respecto de la evolución de los precios. «Esto obligaba a observar que si existían presiones cambiarias era porque había componentes de carácter especulativo y político», agrega.
Para Lozano, la corrida contra el peso se intentó sobre la base de carencias en la política económica oficial, en particular, la falta de un control estricto al ingreso y egreso de divisas, y mucha laxitud para controlar la cancelación de deuda comercial y financiera privada. El costo de esas insuficiencias fue alto en el cálculo de Lozano: los exportadores no liquidaron U$S 4000 millones de ventas externas ya realizadas y U$S 7000 millones de las reservas se evaporaran entre el pago de deudas privadas financieras y comerciales.
«Los especuladores y el complejo aceitero y granario encabezado por el Consejo Agroindustrial Argentino presionaron para posicionarse mejor respecto de la recuperación futura de la Argentina sobre la base de un salto cambiario importante y una estrategia política», asegura el economista y director del Banco Nación.
Pero así como no había un control estricto de capitales, el equipo económico sí implementó una fuerte baja de la tasa de interés por la pandemia, que fue aprovechada por las empresas para hacer «su propio rescate». Pesce, del BCRA, lo definió así: «Las empresas vieron esta oportunidad (de las tasas bajas) y empezaron a endeudarse en el mercado local, no para ampliar la producción, no para generar nuevos puestos de trabajo, sino para sustituir la deuda que tenían con el exterior».
Ahora bien, las decisiones que tomó el gobierno desde el pico de la corrida cambiaria no apuntan a intervenir sobre el comercio exterior de granos, controlar el flujo de importaciones o ajustar el control de la salida de divisas. Más bien, se sostienen en esa ortodoxia que menciona Lozano: suba de la tasa de interés, emisión de deuda pública ajustada por tipo de cambio y aceleración de la devaluación del peso. Lozano las critica.
“El resultado implica que hemos incrementado el costo del dinero en Argentina, hemos aumentado la tasa de interés, que significa costos más altos para el crédito y el financiamiento”, subraya. “Eso demora y limita la recuperación de la actividad económica”, indica. Y la aceleración de la devaluación del peso “va a tener un impacto en los precios e ingresos y limita la recomposición del poder adquisitivo, otro de los factores importantes a la hora de pensar la recuperación”.
Se necesita, por un lado, poder adquisitivo en alza en el mercado interno para incrementar el consumo y la demanda y, por otro lado, financiamiento de capital de trabajo. Ambos factores están en riesgo ahora.
Zícari también observa costos por la política desplegada en estas últimas dos semanas. «Parecería que va a haber un recorte en el Estado porque se iría a una mayor aceleración de la convergencia fiscal, de reducción del déficit; se reducirían los fondos de ATP y parace que no habrá un nuevo desembolso del IFE y que la estrategia del gobierno pasó por blanquear a casi un millón de personas que no recibían la AUH e incorporarlas a ese programa, que si bien es un monto menor, es más estable», detalla. Para el economista, autor del libro Crisis económicas de Argentina, «se empieza a salir de la emergencia. Eso va a permitir una reducción del gasto fiscal, una política monetaria un poco más ortodoxa pero no todo lo agresiva que querrían los sectores más tradicionales».
Para Economía, la cosa pasa por otro lado. Con las medidas y anuncios lograron modificar las expectativas de los mercados. Fuentes oficiales se entusiasman con el detalle: armonización de las tasas de interés, desalentando la liquidez de corto plazo en el sistema financiero. Modificación de los estímulos de crédito otorgados en el marco de la pandemia, que reduce el esfuerzo fiscal. Flexibilización de la operatoria de títulos públicos. Incremento del financiamiento a través de nuevos instrumentos a tasas variables. Cancelación de adelantos transitorios del Banco Central y sumado a ello, Economía anunció que en noviembre y diciembre el Tesoro no incrementará el financiamiento neto desde el BCRA por encima de los 400.000 millones de distribución de utilidades. «El conjunto de estas medidas se ha demostrado eficaz para reducir la incertidumbre y la volatilidad financiera que se observó en el mercado desde mediados de septiembre», aseguran en el Palacio de Hacienda. «
La deuda, siempre presente
Las necesidades de financiamiento del Tesoro para los últimos dos meses del año siguen siendo abultadas: 600 mil millones de pesos entre brecha fiscal e intereses de deuda y asumiendo el total rollover del capital que vence por aproximadamente otros 690 mil millones. LCG señala que «sin acceso a Adelantos Transitorios del Banco Central, la posibilidad de recurrir a financiamiento local seguramente exigirá más deuda indexada (a CER y tipo de cambio) o tasas más altas que las logradas en la licitación de esta semana (37%). De lo contrario habrá que recurrir al giro de utilidades, lo que podría contradecir el rumbo que intenta dar el ministro Guzmán».
Se evaporó el superávit comercial
La presión devaluatoria incluye una apropiación de los saldos positivos en divisas que surgen del comercio exterior. Según el balance cambiario de septiembre, que publicó el BCRA dos días atrás, prácticamente se evaporó el superávit comercial, que fue de apenas U$S 7 millones contra U$S 3380 millones acumulados en los tres meses anteriores. Para LCG, «esto se explica por los incentivos que existen a adelantar importaciones y pagos de deuda cuando se percibe como atrasado al dólar oficial». En medio de la profunda recesión económica, las importaciones aceleraron el crecimiento previo en 24 puntos porcentuales y subieron un 51% contra septiembre de 2019.
Polémica por venta de bonos dolarizados
La venta de bonos en dólares para calmar al contado con liquidación fue una de las herramientas que empleó Economía para reducir la volatilidad. Esa medida fue criticada por Claudio Lozano. «Forma parte de una estrategia de ortodoxia económica», dijo.
Para el economista Julián Zícari, «lo que hace es desprenderse de bonos que estaban con rentabilidades ridículas; es endeudarse muy caro hacia el futuro».
En medios financieros se venía reclamando al Palacio de Hacienda que diera el visto bueno a esta medida, que se hacía más onerosa a medida que se hundían los valores de los títulos de deuda surgidos del reciente canje.
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