El gobierno afirma que las importaciones se dispararon porque las empresas traen maquinaria para equiparse. Pero estudios privados concuerdan con el Indec en que los bienes de consumo ganan terreno sobre los de capital. Los ejemplos de las industrias automotriz, de la indumentaria y el calzado.
Los datos oficiales explican la razón de la brecha. Mientras en enero las exportaciones crecieron un 10% con relación a igual mes del año pasado, las importaciones subieron un 32%, de los cuales apenas cuatro puntos se deben a aumentos de precios: el resto es porque subió la cantidad de bienes traídos del exterior.
¿Qué productos busca la economía argentina fuera del país? Aquí empiezan las discrepancias. Según el gobierno, las empresas están en un fuerte proceso de recapitalización para responder a las demandas de una economía con mayor actividad y por eso traen bienes de capital. «Es más maquinaria para producir y generar empleo en la Argentina. No es un desequilibrio estructural», dijo el jefe de Gabinete, Marcos Peña. El ministro de Producción, Francisco Cabrera, minimizó la cuestión en una columna de opinión que publicó el portal Infobae: sostuvo que «no hay una avalancha» desde el exterior y que «casi ocho de cada 10 dólares de las importaciones de 2017 se relacionan con la producción».
Una lectura más detallada de los informes del Indec cuestiona esa mirada. El monto anual de compras al extranjero en 2017 fue de U$S 66.899 millones, sólo superado tres veces en lo que va del siglo (el trienio 2011-2013). La cifra es un 8,2% superior a la media de la última década. Pero cuando se hurga en la clasificación de los bienes según su uso, se encuentra que los rubros que más crecieron con relación al promedio de los últimos diez años fueron los vehículos automotores de pasajeros (35%) y los bienes de consumo (27%). Recién en tercer lugar de la tabla aparecen los bienes de capital (23%). Apenas creció un 4% la llegada de piezas y accesorios para bienes de capital, mientras que los bienes intermedios, que se utilizan como insumos para procesos de fabricación local, cayeron casi un 2%. En otras palabras, del total de importaciones, la suma de bienes de capital e intermedios se mantiene en su promedio del 49%, mientras que el protagonismo de los bienes de consumo pasó del 11% al 13%, disparándose el año pasado a U$S 8946 millones, mucho más que los U$S 7048 millones de promedio en los últimos diez años.
La consultora Ecolatina simplificó esos números en dos categorías y concluyó que las compras de productos terminados creció un 35,6% interanual, en un proceso sostenido desde que el macrismo está en el poder, mientras que los insumos productivos, cuya llegada del exterior había mermado en 2016 por la recesión posterior a la devaluación y los tarifazos, reaccionó con un 31,1% en comparación a esa escuálida base. «El agravamiento del rojo estuvo dinamizado por la compra de bienes que no son indispensables para el normal funcionamiento de la economía», señaló el estudio.
La UIA ratificó ese análisis en su reciente publicación sobre actualidad industrial: allí evalúa que la entrada de bienes de consumo alcanzó el valor más alto desde 1994, en el auge de la convertibilidad. «En cantidades, el incremento (de esa categoría) representó un 17,8% del total», dice la entidad. A modo de ejemplo, el trabajo destacó que el 71% del total de las ventas del sector automotriz correspondió a vehículos importados y que en diciembre el volumen de indumentaria que llegó del exterior fue un 22% mayor que en el mismo período de 2016. Lo mismo sucedió en la industria del calzado: en 2017 se importaron 34 millones de pares de zapatos en vez de los 27 millones del año anterior, por lo que la producción del sector cayó un 9,9%. Se trata de artículos que usan los consumidores finales y no empresas que buscan renovar su tecnología.
Con uno u otro origen, el cada vez mayor déficit comercial se está convirtiendo en un problema serio para una economía que genera menos divisas de las que necesita para abastecerse y un gobierno que, lejos de colaborar con el sector privado, compite en la búsqueda de créditos para financiar su propio desequilibrio. El exministro de Economía, Alfonso Prat Gay, expuso la semana pasada en un cónclave dirigencial de la UCR y advirtió que, si se sostiene en el tiempo, el rojo comercial es mucho más preocupante que el fiscal. Ecolatina estima que el saldo negativo superará este año los U$S 10 mil millones y FIEL lo sitúa en U$S 13 mil millones. A esta altura, los U$S 5600 millones que estimó el Ejecutivo al elaborar el Presupuesto 2018 parecen un chiste. «
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