Nicolás Peralta
La espera es con sánguches, hechos en casa, y gaseosa. Sentados sobre un cordón, miran una de las murgas de camioneros que muestra sus cualidades rítmicas a todo vapor. O más que vapor, un humo embriagador que escupen las parrillas a los costados de la avenida. Armando Fleita se vino desde Villa Fiorito con su mujer Alejandra y sus dos hijos. Para acompañar, como lo hace desde que tiene memoria.
En sus 52 años de vida, nunca dudó de ser parte de encuentros populares, y ahora, claro, menos. «La marcha lo dice clarito: combatiendo al capital. Yo soy bien clasista. Tengo claro lo que representa esta forma de ver las cosas que tiene este y todos los gobiernos, eso olvidate. Si le preguntás a mi hijo también lo va a saber, esto es un sentimiento, pero también es sabiduría popular que se transmite», dice.
Rodeado de chalecos verdes, Susú, como lo conocen en su barrio, aclara: «No estoy con Moyano, pero entiendo que juntar cinco centrales sindicales significa mucho, por eso estoy acá.» Armando trabaja en maestranza del Ministerio de Defensa y es afiliado a ATE, «de Hugo Yasky», aclara.
Arturo Lencina
Sin banderas partidarias y sacando fotos. Gabriel y su esposa, Isabel, caminan «sueltos» entre los miles de manifestantes. Son unos de los tantos que se sumaron de manera espontánea a la movilización convocada en el centro de la Ciudad por las centrales sindicales.
«Sentí la necesidad de sumarme a este movimiento genuino de la gente. Soy doctor en Economía y entiendo que la política que está llevando adelante el gobierno de Mauricio Macri es salvaje. Estoy seguro de que nadie la quería votar», explica Gabriel.
Los bombos de las diferentes sindicatos que respondieron a la convocatoria de protesta lo obligan a relatar casi a a los gritos. «El reclamo de la gente se hará escuchar porque el camino en el que nos están llevando trae desigualdades demasiado importantes. La carrera violenta hacia el desempleo que están materializando genera un gran marco de incertidumbre entre un sector muy importante de la población y atenta directamente contra los sectores más desprotegidos», razona.
Monzón insiste también con la idea de una «obligación» social. «Sentí la obligación de venir, de estar presente, para manifestarme como un ciudadano más ante un modelo político que está haciendo estragos entre los trabajadores de nuestro país», sentencia.
N. P. Cerca del mediodía, antes que los principales oradores llegaran al escenario a dar sus discursos, Victoria Wauters, de 27 años, camina por Paseo Colón -repartiendo volantes- en contra de la corriente de las columnas que buscan acercarse al escenario principal para asegurarse un lugar preferencial. Ella es parte de la Corriente de trabajadores 1ro de Mayo, encabezado por Carlos «Perro» Santillán, pero adhiere a la marcha más allá de la posición de su espacio. Tiene claro por qué fue al acto: «Hay que unirse desde abajo y organizarse combatiendo todo lo que vaya en contra del pueblo trabajador.»
Entiende que para generar un cambio hay que unir distintas fuerzas y miradas.
Victoria nació, creció y vive en La Boca. Estudió en el colegio Nacional Buenos Aires y luego hizo la carrera de Medicina (se especializó en clínica médica), y su camino en la militancia empezó ahí, en la UBA. «Contra el achicamiento del Estado no queda otra que salir a la calle, debemos superar la barrera que nos quieren imponer, con la criminalización de la protesta social y el protocolo anti-piquetes», explica a Tiempo sin dejar de repartir papelitos. «Hay que dejar claro que aunque ganaron las elecciones, esto no es una empresa; la mayoría de los argentinos estamos en contra del impuesto al trabajo, si no lo modifican, vamos a hacerte notar que no nos gusta que nos mientan», puntualiza.
A. L.
La bandera de los canillitas flamea con un mensaje claro. «No a los monopolios». El olor a choripán que tanto disgusta al ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, se apodera de la Avenida Paseo Colón, y Norma camina absorta observando a la multitud. «Soy docente y si bien es cierto que no estoy enrolada en ningún gremio, sentí la necesidad de venir porque también tengo ganas de manifestar», explica.
Las columnas de ATE pasan a su lado a puro redoblante. «Tengo muchos amigos que la están pasando mal. Hubo despidos injustificados y la sensación que tienen muchos es que hay cosas de las que no se puede hablar», advierte.
Por su labor diaria, tiene una mirada más abarcativa de la sociedad: «Hay personas que ahora les cuesta llegar a fin de mes. Te controlan las redes sociales y generaron una gran sensación de inseguridad. Eso no está bueno.»
Las remeras cuelgan como testimonio de la lucha y la docente admite sus ganas de estar rodadea por esa multitud que salió a protestar. «Hablé con mis amigos para encontrarnos, pero todos podían llegar mucho más tarde, así que decidí estar antes para disfrutar de todo esto. Es emocionante ver a tanta gente con ganas de decirle a este gobierno que no están de acuerdo con la ola de despidos ni con lo que están haciendo con las facultades», advierte.