Para incrementar las reservas apelaría a un nuevo esquema de incentivos a los sojeros. También a créditos internacionales. La brecha entre divisas debería quedar en el 40 por ciento.
El plan económico que pergeña Sergio Massa se inscribe en ese escenario, también marcado por la crisis de financiamiento del Estado y de las empresas y de la potencial cesación de pagos del Tesoro y del Banco Central. Y, especialmente, por un acuerdo con el Fondo Monetario que no avanza y una situación social candente.
Sin embargo, ante este panorama Massa no trazará un plan estratégico sino uno para «estabilizar la economía», el nuevo mantra que arropará las acciones del Gobierno. Para avanzar en este camino, usará la ventana de oportunidad que otorga la tregua que se ha firmado al interior del Frente de Todos y que le ofrece «volumen político» como para intentar mantenerse en control de los hechos.
El plan apunta que para estabilizar la economía se debe estabilizar la principal relación de precios: la del dólar con el peso. Para ello hará dos cosas: primero, acumular reservas; segundo, acercar las puntas de las pinzas del mercado cambiario que son, de un lado, el dólar contado con liquidación (o CCL) y del otro el dólar oficial mayorista, es decir una devaluación que espera controlar, dejando viva una brecha del 40%.
El paso inicial es juntar dólares. La medida más cercana es llevar a fondo el dólar soja. Incluso, Massa tendría una reunión con la Mesa de Enlace para lograr que se sumen a la campaña por la venta de granos. La movida incluye a las cerealeras, a las que también se les pediría un aporte. Para incentivar aun más la venta de soja, se les prometerá la devaluación para lo cual hace falta ese colchón para controlar la corrida previa y posterior contra el peso. El colchón podría ser de unos U$S 2500 millones.
Podrían ingresar más dólares. Una posibilidad que explora es un crédito puente del Tesoro de Estados Unidos, algo difícil en el cuadro político interno y externo de la potencia global. La otra es que el BID, la CAF y el Banco Mundial aceleren sus desembolsos por créditos ya aprobados.
La devaluación «controlada» también es reclamada por el FMI porque de esa manera se licúan los gastos y deuda en pesos del gobierno y la deuda del Banco Central (moneda emitida, Leliqs y pases).
La otra certeza es que pará el nivel de presión dolarizadora actual, los cepos ya no alcanzan para contener la demanda. Se descarta el desdoblamiento oficial del mercado cambiario porque en este cuadro de presión dolarizadora, se abriría un proceso de presión sobre el dólar financiero (más caro) que se dispararía y arrastraría al dólar comercial (más barato), acentuando la falta de control del gobierno sobre las variables económicas. Y eso podría derivar en una crisis terminal de gobierno.
Para reducir la demanda sobre el dólar, el Gobierno Nacional y el BCRA elevaron con fuerza la tasa de interés de los rendimientos de la deuda del Tesoro y de las Leliq, respectivamente. Por ahora funcionaría pero está el recuerdo de 2018 y 2019, cuando la suba de tasas no impidió la dolarización.
Por otro lado, el BCRA retarda la devaluación para sostener el mercado de Leliqs y el de los plazos fijos que hay detrás para evitar que los descontroles financieros se traduzcan en una corrida bancaria.
Bonos y tarifas
Como la devaluación, por más controlada que sea, impulsará la inflación y golpeará a los ingresos en pesos (salarios y jubilaciones), Massa piensa poner en práctica algo que ya hizo desde la Cámara de Diputados: «alivios» fiscales como bonos específicos para jubilados y sectores vulnerables.
Los bonos, sin embargo, chocan con algún tipo de ajuste fiscal. Acá entran en juego las iniciativas que están en marcha: subas de tarifas de energía con una segmentación geográfica más simple.
El plan enfrenta múltiples desafíos: que la presión dolarizadora no se revierta y los sojeros no vendan sus porotos, lo que impediría el acercamiento de las pinzas cambiarias. Además, la suba de la tasa vuelve impagable (sube el riesgo) la deuda cuasi fiscal del BCRA (Leliqs y pases) y también la del Tesoro. Y también golpea al sector productivo, con un consumo interno en decadencia. Por último, la bronca social siempre está en el horizonte.
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