Yo me robaría el cajón de Maradona. Saldría en un carro de botellero, como los que había en mi barrio cuando chica. O mejor en el carro de Pascualito, que pasaba por el frente, de la casa de mi nona.
Me robaría al Diego, para pasearlo por todos los barrios de pibes pobres por todos los bordes de los bordes. Dejaría que lo tocaran, le tiraran flores, camisetas, pelotas de trapo, besos. Lo peregrinaría a Luján, o hasta el mismo límite en Ushuaia. Lo pasearía con una orquesta que tocara cumbias, tarantelas, el jijiji de los Redondos.
Todas sus mujeres bailarían atrás y habría diez cuadras con sus hijos caminando. Dos caballos oscuros arrastrarían ese carro. Un recorrido eterno dando vueltas, aviones dibujando con humo 10 en el cielo.
Vendedores de gorras, remeras, pelotas salvarían este año de miseria. Choripanes, pochoclos, tipos vendiendo pelotas con su cara, banderitas.
Me robaría el cajón, con las flores, y lo sostendría en este viaje hasta que el sol la lluvia la tierra el viento lo volviera cenizas que volaran por todo el territorio de la patria. «