Sale el sol en Parque Lezama y se desliza hacia La Bombonera por encima de una multitud de hinchas de Boca que espera por Román. Son miles y miles convocados por su ídolo pero también, y quizás sobre todo, por la necesidad de hacerse escuchar ante el avasallamiento de un poder político, económico y judicial que en los últimos días mostró todas sus turbias facetas en la interna electoral del club.
Era domingo de votación para elegir presidente en Boca y se transformó en domingo de resistencia. «Venimos a decir que el club es de los socios, es de los hinchas, es del barrio, es de la historia. Venimos a decirles a un par de mafiosos que creen que todo se puede comprar, que con nosotros no van a poder», dice Ramiro carnet en mano, que llegó desde Berazategui con su padre y su hijo. Es un testimonio entre decenas de miles, pero alcanza para sintetizar el mensaje del pueblo boquense.
Eran las 17 cuando Román partió en una camioneta blanca desde Casa Amarilla acompañado de sus familiares y exjugadores que trabajan en el club como Marcelo Delgado, Blas Giunta, Antonio Barijho y Diego Soñora. para encontrarse con los hinchas. Como uno más, Riquelme canta «Soy bostero es un sentimiento no puedo parar….» Lo espera la multitud con otro canto: «Aunque Macri no quiera vamos a votar, todos juntos el domingo de la mano de Román». Y enseguida cantan todos juntos: «¡Macri tiene miedo y Macri tiene miedo!»…
Banderas, bombos y trompetas. Choripán y fernet. Familias enteras con la camiseta puesta. Todo azul y amarillo. Carteles escritos a mano con fibrones en cartulinas: «Ganen en las urnas, no en la Justicia»; «No quieren ganar las elecciones, quieren tomar el club por la fuerza», «Pongan la fecha que quieran, igual votamos a Román».
Riquelme finalmente habló: «Nos quieren intervenir el club. El señor (por Mauricio Macri) quiere intervenir nuestra institución. Por eso no nos deja votar. Pero el club es de los hinchas y yo me siento orgulloso de ser bostero», dijo una y otra vez.
Cuando la desazón se adueña de buena parte de una población huérfana de alguien que los represente en sus penurias pero también en sus esperanzas, ahí está Riquelme como símbolo de resistencia, con sonrisa de oreja a oreja, con humildad y convicción.
Riquelme es hoy el más genuino sentimiento popular de Boca, por eso es tan potente la fidelidad que provoca. Román es como la pelota, y ya lo dijo Diego: «no se mancha». Por eso mismo, que nadie se equivoque y trate de transpolar lo que genera este pibe de Don Torcuato al contexto de la política nacional. Sería un grave error, porque Román es como aquel personaje de Osvaldo Soriano en No habrá más penas ni olvido, que casi a modo de defensa simplemente se preguntaba y se contestaba: «Por qué me persiguen si yo nunca me metí en política… yo siempre fui peronista».