La dosificación de las responsabilidades es una tarea de los entrenadores. El tiempo -y las edades- impone atender no sólo la madurez del jugador sino también el contexto social y familiar en el que crecen, los representantes que los manejan, los mandatos con los que llegan.
Hugo Aicardi atajó con catorce años en la Primera de Racing. Fue en 1975 y lo hizo por la huelga de futbolistas profesionales de ese año. Rosario Central ganó 10-0 ese partido. Fueron otros contextos -un fútbol amateur, una huelga-, distintos al que marcó el debut de Diego Maradona, que el 20 de octubre de 1976 entró a jugar en el segundo tiempo del partido que Argentinos Juniors perdió 1-0 con Talleres. A Diego le faltaban diez días para cumplir los 16 años.
Hasta Sergio Agüero, que debutó con 15 en Independiente, Maradona era el futbolista más joven en haber jugado el primer partido oficial en el fútbol argentino. Son historias de adolescentes que se convierten en profesionales, el momento en el que llegan. El 24 de mayo de 2022 lo debe haber sentido Gianluca Prestianni, que con 16 años salió a la cancha en un partido de Vélez por Copa Libertadores contra Estudiantes. Prestianni no fue al Sudamericano Sub 17 -pero podrá ir al Mundial- porque se quedó con el equipo. Para Ricardo Gareca siempre es titular.
Hay entrenadores que cuentan cómo cada vez es más común tener que administrar planteles con futbolistas menores de edad. Fernando Gago incluyó en la lista de de 50 jugadores de Racing para la Copa Libertadores a cuatro pibes de 16 años (Gonzalo Escudero, Bautista Castreje Rodríguez, Santino Vera, Axel Cabellos) y a otro de 15, Matías Acevedo, un mediocampista de la octava división. No es que hayan saltado a Primera, les falta. Son los que vienen atrás. Pero el tiempo -y las edades- impone atender no sólo la madurez del jugador sino también el contexto social y familiar en el que crecen, sus estudios, sus vínculos, los representantes que los manejan, los mandatos con los que llegan, casi siempre la idea de que sostengan, al fin, la economía de sus casas.
Martín Demichelis agregó un punto a esa lista. “Les pido a ustedes que bajen un poco las expectativas”, respondió cuando le preguntaron por Claudio “Diablito” Echeverri. No es casual que se lo haya dicho a los periodistas: fue la prensa la que al jugador de la selección Sub 17 le puso el sello de “nuevo Messi”. Echeverri, chaqueño, 17 años, ya tiene contrato con el club y una cláusula de 50 millones de euros. “No deja de ser un chico, no debemos confundirlo», insistió Demichelis. Apenas vuelva del Sudamericano, será inevitable que Echeverri debute en la Primera. Lo hará en un equipo que vuela sobre el resto de sus competidores, quizá eso ayude a la administración de su talento.
El pibe de la semana fue Valentín Barco, el lateral izquierdo de 18 años que encendió a la Bombonera en el partido eléctrico contra Deportivo Pereira. Boca anotó a 45 jugadores para la Copa Libertadores con muchos futbolistas de la Reserva. Barco era uno de ellos. Ya había debutado en Primera con 16 años, en julio de 2021, pero su regreso al equipo se demoró en medio de las negociaciones por su contrato. Contra el equipo colombiano, en un partido difícil, se hizo cargo de la avanzada del equipo para dar vuelta una desventaja inicial que había puesto en estado de nervios a los hinchas.
Hay algo de atrevimiento, acaso también de cierta inconsciencia ante el escenario, o simplemente que el talento es lo que se impone. Federico Redondo, con 20 años, hijo de Fernando, viene de ser dueño de la cancha en el triunfo de Argentinos contra Corinthians en Brasil por la Copa Libertadores. Tomás Avilés, de 19, se hizo cargo del mediocampo de Racing contra el Aucas. Los dos están preseleccionados para el Mundial Sub 20. Avilés, que nació en Río Gallegos, Santa Cruz, viene de jugar el Sudamericano para Chile, país que lo nacionalizó.
La dosificación de las responsabilidades es una tarea de los entrenadores. Cada caso puede ser distinto. También cómo se sobrellevan las presiones y cómo afrontar lo que puede ser un mal rendimiento. Santiago López, futbolista de Independiente que juega el Sudamericano Sub-17 con la selección, impactó en sus redes con algo infrecuente: “Pido disculpas por el rendimiento que tuve en este partido, la verdad fui un desastre”, escribió después de la derrota ante Ecuador. Contra Venezuela, sin embargo, había convertido dos goles que habían dado el empujón preciso para la clasificación al Mundial. No tenía que pedir disculpas de nada. Pero todo es un aprendizaje en un fútbol que, en ocasiones, obliga a crecer de golpe.
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