Rodolfo Walsh fue socio de Estudiantes de La Plata. Muchas pasiones del escritor ya eran sabidas: la literatura policial, el ajedrez, el periodismo, las causas justas, la bebida, la criptografía y más. Se desconocía, sin embargo, su conexión con el Pincha. Por eso la noticia corrió rápido en la mañana del viernes después de que la publicara el sitio platense www.infoblancosobrenegro.com. “Nosotros teníamos la información de que él frecuentaba el club de ajedrez de Estudiantes de La Plata. Se buscó la ficha y se encontró que hay documentación, que no es la que salió publicada. Teníamos pensado hacer un homenaje, pero aún no definimos cuándo ni cómo. Lamentamos que se haya filtrado porque queríamos darlo a conocer desde el club”, explica a Tiempo Daniel Cajade, vocal de Estudiantes.

Por ahora, sólo se conoce eso: que Walsh fue socio del Pincha. Los primeros trascendidos mencionaron que detrás del homenaje estaban el exentrenador de la Selección Alejandro Sabella y también la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, de fuerte vínculo con Estudiantes. Desde el club aseguran que todavía no hay nada planeado, aunque afirman que el hallazgo de la documentación del periodista puede potenciar el cruce entre Estudiantes y los derechos humanos, a través la relación que se generó entre Estela y el presidente, Juan Sebastián Verón. “Nosotros en Estudiantes de La Plata, a través de la fundación del club, tenemos un convenio con Abuelas. Uno de los puntos fuertes -dice Cajade- tiene que ver con la formación de los juveniles, ya que entendemos que no sólo hay que formarlos como futbolistas. Para nosotros es importante que terminen la escuela y por ahí ha pasado Estela a dar algunas charlas. Además de que buscamos hacer homenajes en algunas fechas clave”. En algunas de esas distinciones, podría aparecer el homenaje a Walsh, con la publicación de la documentación que lo liga al Pincha.

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Para los fanáticos de Estudiantes que se identifican con la política y los movimientos de izquierda, que el autor de Operación Masacre haya sido socio del Pincha es un triunfo más. Y viene a continuar la leyenda del Mariscal Tito, el hombre que lideró la Yugoslavia comunista durante 40 años y que -se supone, aunque no esté probado- se hizo hincha del club durante su estancia a principios del 30 en Berisso, porque los colores lo hacían recordar a su equipo, el Estrella Roja de Belgrado.

Esta historia de Walsh parece más fácil de documentar. A comienzos de la década del 50, en los años que obtiene el Premio Municipal de Literatura con su libro Variaciones en rojo, tres relatos en clave de policial clásico, Walsh se instala en La Plata, donde su mujer, Elina Tejerina, es designada directora de una escuela para ciegos. Allí nacerán sus hijas, Patricia y María Victoria. Uno de los sitios favoritos de Walsh en La Plata es el Club de Ajedrez La Plata, fundado en 1952. Allí escucha la frase que cambia su vida -“Hay un fusilado que vive”-, la que da vida a la investigación para Operación Masacre. Su pasión por los peones y los reyes también tenía lugar en Estudiantes.

Pero el ajedrez no es el único deporte que sobrevuela la obra del periodista y militante. Los hechos que se relatan en Operación Masacre, de hecho, tienen como fondo la pelea por el título sudamericano de medianos en el Luna Park esa noche del 9 de junio de 1956 entre el argentino Eduardo Lanusse y el chileno Humberto Loayza. Y en el libro del periodista Enrique Arrosgaray Rodolfo Walsh en Cuba (2004) hay testimonios que aseguran que el escritor jugaba al básquet tres veces por semana.

El periodista Ariel Scher, un especialista en los cruces entre la literatura y el deporte, halló las menciones que hace Walsh al fútbol a lo largo de su obra periodística. Hay una línea de Operación Masacre en la que contextualiza con un resultado de un partido: «San Lorenzo derrota a Huracán en un encuentro anticipado del campeonato de fútbol». En dos de sus crónicas más ilustres -«Carnaval Caté», publicada en Revista Panorama en 1966 y «La luz nuestra de cada noche», en Siete Días, en 1970- el escritor también juega con el fútbol.

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“Estaban allí desde temprano, se apiñaban en las veredas, aplaudían, pero la fiesta se les escapaba. Eran -escribe Walsh sobre el carnaval de Gualeguaychú- espectadores del show, no partícipes de una alegría colectiva, como si estuvieran presenciando un partido de fútbol entre húngaros e italianos”. «La luz nuestra de cada noche» es una crónica bellísima, actual incluso medio siglo después, en un recorrido por la usina eléctrica de la que depende la mayor parte del despacho de cargas en el Gran Buenos Aires. “Un sistema eléctrico funciona con la ciudad que nutre, trabaja y descansa con ella, sufre el calor y las tormentas, vive la emoción de una catástrofe o la parálisis de una huelga, tiene sus actores y programas preferidos, aclama -vuelve a meterse la pluma de Walsh con el box y la pelota- a Ringo y Nicolino y hasta se puede decir que grita junto con millares de hinchas una final de fútbol. (…) Pero hay cosas que escapan a cualquier pronóstico: un nubarrón que atraviesa la ciudad encendiendo en pleno día millares de lamparitas a su paso, un golpe de calor que activa heladeras y acondicionadores. ¿Quién podía prever que River perdería 6 a 1 con Nacional en la disputa de la Copa Montevideo?”.

En una nota publicada en Página 12 el 25 de marzo de 2008, a 31 años del asesinato de Walsh, su compañera Lilia Ferreyra cuenta que no sólo disfrutaba del ajedrez: en su casa solían practicar el scrabble y el go, una especie de ajedrez chino. Porque a Walsh, al cabo, lo que le gustaba era jugar. Sus letras llegaron a encandilar los ojos del entrenador que cambió el fútbol moderno. Antes de sentarse en el banco del Barcelona, Pep Guardiola pasó por Argentina para entrevistarse con Marcelo Bielsa y César Luis Menotti. También charló con Matías Manna, en ese entonces un joven rosarino que estudiaba Comunicación en la Universidad Nacional de Rosario, que creó un blog de análisis de fútbol y luego se integró, entre otros, a los cuerpos técnico de Bielsa, Jorge Sampaoli y Juan Antonio Pizzi. Manna le regaló Operación Masacre. Y Guardiola, claro, devolvió la pared: «Imagino que él inventó la palabra coraje y, si no lo hizo, al menos la llevó a los altares, la dignificó. Fue un placer leerlo. Me lo comí en nada. Te agarra y no te suelta más».