Tres universidades de Estados Unidos quieren que Santiago Grassi las represente.
«Entrenando acá voy a poder mejorar mi rendimiento, pero estoy pensando en mi futuro de acá a ocho o diez años y quiero hacerlo en un lugar donde los límites sean mayores. Allá no es que tienen la fórmula perfecta, pero tienen más años, más experiencia, una infraestructura muy superior y trabajo en equipo: voy a entrenar con 50 nadadores y quizás 40 tienen chances olímpicas. Pasa por tener mayor motivación.» La montaña rusa de sensaciones para un pibe de 20 años que está frente a decisiones importantes se siente en su voz: no es fácil para un deportista de alto rendimiento bajarse de un Mundial.
A Santiago las universidades lo habían tentado antes del Panamericano de Toronto 2015. «Me dijeron que siguieron mi progresión y que les interesaba. Hace un año y medio, cuando me contactaron, dije que no porque quería cerrar el ciclo olímpico con mi entrenador, pero hablamos de que podía ser después de los Juegos. Y en eso estoy», cuenta desde Santa Fe. «Ahora viajo a Buenos Aires para estudiar inglés y rendir los exámenes. En dos semanas tengo unas pruebas pero si me va mal tengo que volver a rendir en diciembre y en ese mes es el Mundial. No iba a poder prepararme bien y no quería ocupar una plaza sin llegar con la preparación que se necesita, prefiero tener la conciencia tranquila y enfocarme en esto pensando en el futuro.»
La decisión de aceptar la beca implica otro esfuerzo: «Yo no estoy cómodo en los escritorios pero si quiero entrenarme allá tengo que estudiar. Lo mío es en el agua, pero voy a elegir una carrera que no me disguste tanto, voy a estudiar Negocios. No quiero ser el alumno ejemplar, quiero ser el destacado en la pileta.»
¿En qué momento sentís que llega esta decisión?
Me juega a favor que todavía tengo muchos años de carrera. El año pasado di un salto en cuanto a tiempos y hacer una marca que me posicionaba en el Panamericano. Me tiré a nadar pensando en los Juegos y se dio. En marzo de 2015 tuve un cambio psicológico,entrenaba y cada vez que me tiraba a la pileta mejoraba mi marca, yo sabía que eso se iba a acabar. Cuando te pasa eso es por la motivación: uno llega a dar más de lo que uno puede por la motivación. Igual ahora no digo que se acabó, que nunca más voy a mejorar mis tiempos, pero en ese momento no había frontera para mí. Hoy sé que estoy en otra etapa: necesito tener entrenamientos duros para hacer otro quiebre.
En Río ni vos ni el equipo lograron el rendimiento que esperaban, no pudieron demostrar el crecimiento de los último años (terminó séptimo en su serie y 24 en la general).
Es una locura estar en un Juego Olímpico y es difícil dar lo mejor en esa participación. Podíamos hacerlo y no salió. Simplemente fue eso. Todos estábamos ante la posibilidad de conseguir mejores marcas. A veces uno se levanta con el pie derecho y sale todo perfecto y a veces no. Son experiencias… No haber hecho el tiempo que quería no significa que no hice bien las cosas: yo estaba convencido de que iba hacer una buena marca. Pero no voy a decir que fue un desastre. A veces pasa que uno entrenó muy bien y no te sale nada y es difícil entenderlo.
¿Cómo manejás ese factor para no obsesionarte?
Este es un deporte que te come la cabeza si el progreso no es visible. Yo cada vez que me tiro a la pileta no quiero ganarme más que a mí, me preocupa mucho más mejorar mi marca que ganarle al de lado. Pensar así me saca presión.
¿Cambió en algo tu beca después del rendimiento en Río? ¿Cómo será ahora?
La verdad no me fijé. Sé que cambiaron cosas pero no creo que sean malas. Antes de los Juegos hubo un aumento en las becas, pero ahora cambió, aunque no sé bien cuánto. Yo por suerte no viví la época en la que los deportistas no cobraban las becas, todo lo contrario: yo empecé a competir internacionalmente en 2010 justo cuando se creó el Enard. Todavía hay cosas por mejorar pero creo que están escuchando a los deportistas.
Santiago volvió de Río de Janeiro y, al igual que Federico Grabich, José Meolans o Michael Phelps, cumplió con el ritual: se tatuó los anillos olímpicos en el bíceps. «Es muy loco estar ahí al lado de Phelps, el mejor deportista de la historia. La mejor sensación que tuve fue cuando entré a la pileta, escuché todos los gritos del público y miré todas las banderas.» Eso quiere volver a vivirlo. «Mi sueño es estar en la final de los 100 metros mariposa en Tokyo 2020.»
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