Memorias de un árbitro que arreglaba partidos, con el Vélez-Huracán de 2009 de fondo

"La final bastarda", el libro de Pedro Fermanelli y Marcelo Benini que reconstruye la definición del Clausura 2009 con un polémico arbitraje de Gabriel Brazenas, revela el testimonio de otro réferi de la época, Javier Ruiz, que denunció el supuesto modus operandi de sus colegas. Aquí, un extracto de la investigación, publicada en 2019.

Soy hijo de un capitán del ejército ucraniano; mi verdadero apellido es Razimoff. Y hasta los 14 años no supe la verdad. Mi padre era un novio de mi mamá, pero nunca quise conocerlo. Mi vieja me tuvo sola y ahí conoció a Ruiz, mi padrastro.

Siempre fui muy ordenado en mi vida, entonces rápidamente me generaba posibilidades. Siendo muy pendejo trabajé como gerente en Lever, con un grupo a cargo. Entre ellos había un hombre grande, árbitro de liga. Le pregunté por qué no estaba en AFA y me dijo que era muy difícil. Le aposté un asado para todos a que yo entraba. Hice el último curso que dictó AFA y fui el mejor. En menos de dos años estaba dirigiendo la B Nacional.

Empecé a vivir bien del arbitraje, me ofrecieron buenos contratos y la actividad me fue chupando. Quise largar en varias ocasiones, pero los que estaban al lado mío eran más cholulos que yo y me decían “¿cómo vas a dejar esto?”. Debuté en Primera División con Gimnasia de Jujuy-Independiente, en 2007. Al siguiente partido me mandan de 4º árbitro a la Promoción entre Godoy Cruz y Huracán, que dirigió Lunati. Estaba todo arreglado. Úbeda le maneja a Lunati su franquicia de Havanna, son muy amigos. Lo llamé tres veces para decirle que hubo un penal a favor de Godoy Cruz y se hizo el pelotudo.

Lunati fue un tipo despiadado que sabía a quién chupársela. Lo he visto irse de AFA con un gordo barbudo a bordo de una Harley Davidson, sentado de espalda al motoquero. Lunati prostituyó al arbitraje en Argentina junto a Madorrán, cuando se pasaron al SADRA. El ladero de Lunati era Daniel Raffa, un muchacho que dirigió unos cuantos partidos en primera, muy buen árbitro. Él me inició en el tongo cuando fui a la prueba física en el estadio Único de La Plata. Llegué y vi que todos tenían autos 0KM, mientras que yo tardé tres días para llegar en mi 128. “Loco, yo tengo un mejor laburo que vos y en AFA cobramos todos lo mismo. ¿Cómo es que tenés un 0KM?”, le pregunté. “Porque no estás en el sistema”, me respondió.

Yo me había separado recién de mi primer matrimonio y no podía pagar el alquiler. A los 40 años parecía un pibe de 20: lo que me hizo mierda a mí fue la falopa. Los cinco años de falopero me deterioraron por dentro y por fuera; hoy tengo problemas de presión. Antes era un deportista, me cuidaba mucho. El primer partido que arreglé fue Defensa y Justicia-Aldosivi, pero ahí yo dije que iba a hacer algo y no cumplí.

El Viejo Grondona sabía del arreglo de los partidos. A Lunati le dijeron: “Éste es tu último campeonato. Hay una foto donde se te ve recibiendo guita, te hicieron una cama, cagaste”. ¿Y él qué les respondió? “Le vendí el alma al diablo”. Aparentemente habló con el Viejo y le dijo que jugaría para él. Llegó a decir: “Yo mato a mi vieja por ser internacional…”. Detestable. Me chocaba escucharlo.

Laverni tenía bronca con Tinelli porque no le pagó un partido arreglado. Tinelli lo verdugueó por ShowMatch, con indirectas, y Laverni le respondió que arreglara sus problemas con los mapuches. Tinelli al principio era inocente, ingenuo, lo sorprendía la maldad de los árbitros. A Tinelli le dije: “Te soluciono el quilombo con los árbitros, pero empezá a pagar”. ¿Si era riesgoso que Tinelli manejara directamente estos asuntos? Lo quiso así, él admiraba a Macri porque Macri lo manejaba de esa manera. “Quiero hacer lo que hizo Mauricio. Quiero asalariar a cinco árbitros”, repetía.

La primera charla la tuvimos en Ideas del Sur. La segunda, en la Torre Le Parc, donde pedí que no me registraran o no subía. Fui con Bassi, que tenía un Bora, en ese entonces un auto de alta gama, que se lo había regalado el presidente de Olimpo porque le había dado una manito para que ascendiera.

El primer partido que quiso arreglar fue Banfield-San Lorenzo, pero Bassi se negó aduciendo que no se quería meter con Portell, el presidente de Banfield, porque lo había cagado varias veces. Tenés que andar sacando cuentas todo el tiempo; una para acá, una para allá. Como decía mi hija: “una para mamá y una para papá”.

Tinelli conmigo era un fenómeno, me cumplió en todo, pero era tan garca como yo. Yo era inteligente para hacer todas las negociaciones. Los árbitros me querían porque cumplía con todos. Bassi los cagaba, les pagaba dos partidos y uno no. Yo te prometía diez, eran diez. Habré arreglado veinte partidos. Casi un Boca-River, que Bassi no quiso: no sé si era un tipo miedoso o astuto.

Las pruebas físicas eran piques. Había que hacer como 40. Todos las daban menos Bassi y Brazenas, que jugó su último partido sin haberla dado. Muchas veces lo citaban a él solo en el CeNARD. Brazenas tenía un buen porte, pero era un Mercedes Benz con motor de Citroën CV.

¿Por qué las últimas definiciones de campeonato las dirigió todas él? ¡Porque tenía violín, papá! En una final con San Lorenzo no cobró un penal evidente. En la final entre Vélez y Huracán se le escapó la tortuga, yo lo vi por primera vez superado. ¿Por qué le permitían obviar las pruebas físicas? Porque jugaba para el Viejo y para Romo. Era del sistema. Don Julio te rompía el orto y vos le decías: “Perdón, ¿le lastimé la verga?”. Uno llegaba a ser el preferido de Grondona por arrastrado, por hijo de puta.

Brazenas me apreciaba. Era un tipo introvertido, calculador, despiadado. Tenía el perfil de un psicópata, no le importaba nada. No ayudaba a nadie. “Arreglate solo”, te decía. Pero te lo decía, no te lo escondía. Era inconmovible, como Charles Manson. Brazenas era muy amigo de Néstor Rodríguez Battaglia, el ex árbitro y empleado de Vélez. Había temor, porque a Huracán ya lo había cocinado el Sargento Giménez. Hasta la jugada del gol Brazenas venía dirigiendo bien, haciéndose el pelotudo, fiel a su estilo, una para acá y una para allá. Yo entiendo lo que le pasó: le corrían los minutos y se le escapaba la guita. A esa altura estaba muy nervioso. Siempre hay una cometa grande al intermediario para que el árbitro no ponga la cara. Después de eso Brazenas simuló una lesión y no apareció seis meses en los entrenamientos.

Mi último partido en Primera, el 20 de marzo de 2009, fue Banfield-Arsenal y cobré dos penales a favor de Banfield. Vino el hijo de Grondona y me dijo: “Mirate en Fútbol de Primera porque va a ser el último partido que dirigís en la A”. «

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