Un balance de su primer año de gestión al frente del Ministerio de Turismo y Deportes: la falsa dicotomía entre deporte social y de alto rendimiento, los Juegos Olímpicos de Tokio 2021 y el desafío de construir un país federal también en el plano deportivo.
–¿Cómo sigue el deporte sin su ídolo máximo?
–La muerte de Maradona es un cimbronazo tremendo no solo para los amantes del fútbol y el deporte sino para todos los argentinos por lo que representaba. Es el mayor ídolo popular de la historia argentina. A todos nos atraviesa más allá de sus logros deportivos y futbolísticos. Hay un homenaje permanente a Diego desde que murió. Creo que va a ser una serie de homenajes de distinto tipo y tamaño, y sobre todo, van a ser permanentes. Vamos a estar buscando la excusa para hacerlo porque se lo merece. Creo que, igual, todo va a quedar chico.
–Ya llevás un año como ministro, ¿qué cosas se repiten de los siete años que pasaste como presidente de San Lorenzo?
–Fue un año difícil y raro. La gestión de la cosa pública es similar. Implica una responsabilidad de administrar dinero o recursos que son de todos, te lleva a tomar una decisión con diferentes filtros que seguramente no están cuando se trata de cosas propias. Después, no tienen muchas similitudes. Esta tarea tiene un impacto en la vida de las personas. Con las decisiones que tomamos acá le cambiamos la vida a la gente.
-¿Con qué ministerio se encontraron?
-Lo digo sin eufemismos, en Deportes encontramos tierra arrasada. Está reflejado en términos presupuestarios, en que ni siquiera fuera una secretaría, sino una agencia. También en el hecho de no tener una política deportiva. Durante los cuatro años del macrismo se atacó al corazón de la política pública deportiva de Argentina: los clubes. Argentina pasó por muchos momentos a lo largo de su historia, hubo una política pendular en materia deportiva, pero los clubes siempre estuvieron ahí y son los grandes formadores de deportistas. Si repasás los principales deportistas argentinos, todos nacieron en algún club. Son las verdaderas escuelas de iniciación. Eso no cambió nunca: el club siempre estuvo en la esquina para jugar al fútbol, llevar a los pibes y con el rol social que, por ejemplo, se reafirmó en la pandemia. Fueron centro de aislamiento, de internación, ollas populares y centros vacunatorios. Es una cosa maravillosa. Históricamente hubo una tentación de separar el deporte de alto rendimiento del deporte social. Pero están íntimamente relacionados, van de la mano. Aprobar la tarifa diferencial para los clubes es una deuda pendiente. Esperamos tenerlo antes de fin de año.
–¿Cuál fue la política prioritaria en ese contexto?
–El deporte argentino estaba enfermo. El Cenard estaba en muy malas condiciones, todos los predios estaban abandonados y las becas tenían un atraso terrible, no estaba ni censada la cantidad de clubes. No solamente no había recursos, sino que no había información, con toda la importancia que tiene para tomar decisiones de política pública. En el medio de este contexto y de una crisis, armamos un plan de inversiones para infraestructura pública estatal en los clubes de barrio. Fueron más de mil millones de pesos puestos en el programa Clubes en Obra. Ya hay más de mil clubes que pudieron arreglar piletas, canchas, vestuarios, techos y muchas otras cosas. Creemos que los clubes son el corazón de la política pública deportiva. Durante cuatro años, este universo fue castigado desde todo punto de vista: con tarifazos, fueron ahogados para convertirse en sociedades anónimas. Buscaron instalar esta idea de profesionalizar, como si eso implicara sacar todas las disciplinas que no son rentables. En los clubes la rentabilidad no es ni económica ni financiera. Hay otras prioridades. Ellos querían ese modelo y lo conocí en carne propia. El impulso fue muy grande, empujaban a todos los dirigentes y existía el castigo o el premio para los que se alineaban o no. El macrismo se metió muchísimo en el fútbol. Se jactaron de que el Estado no tenía que involucrarse y fueron de los que más se metieron.
–¿El fútbol fue uno de los sectores que más resistió al gobierno anterior?
–El fútbol aguantó la embestida en un momento de fortaleza del macrismo. Resistió cuando ellos se sentían con fuerza y avanzaron sobre los clubes. Los clubes se organizaron para que nada de eso suceda.
–¿Cómo se revierte este escenario?
–Hay tres ejes proyectados. Seguir con el programa Clubes en Obra, donde se dan los primeros pasos de la vida comunitaria en los barrios y en los pueblos. También va a haber un programa para fortalecer los espacios públicos, como los polideportivos municipales donde las escuelas hacen gimnasia o los municipios hacen deportes. Y tenemos ideado un plan para generar nuevos centros de alto rendimiento deportivo. Es un plan federal, que apunta a cinco puntos del país. Queremos tener diferentes Cenard en las zonas del país: Patagonia, NOA, NEA, Centro y otro en el AMBA. Si queremos ser un país federal, además de proclamarlo, no es lógico que un chico de Misiones tenga que venir al Cenard. La idea es que tenga un centro de alto rendimiento deportivo cerca de su casa. Además, tenemos una deuda con los deportistas olímpicos: el atraso en las becas de los últimos años ha sido muy grande y merecen un reconocimiento histórico.
–¿Dónde serían esos nuevos centros deportivos y de dónde saldrían los recursos?
–Son casi todos centros nuevos, salvo Posadas (Misiones), en el NEA. Después, estará en Tafi del Valle (Tucumán), Caleta Olivia (Santa Cruz), en Santa Fe y en el AMBA, aún no definimos dónde. No será el Cenard porque también tendría que ver con la formación. La idea es solventarlo con financiamiento internacional que estamos buscando, y somos optimistas.
–El sistema de otorgamiento de becas fue muy criticado, ¿está en revisión?
–Tiene cosas buenas, hay que ampliarlo. En muchos casos queda corto. Si ves los montos, te das cuenta de que es poco. Ningún pibe o piba que reciba 10 mil pesos por mes puede dedicarse a entrenar. La cantidad de deportistas que obtienen una beca es un punto a mejorar. Después, hay muchas situaciones que no están contempladas, como alguien que pierde su beca porque estuvo lesionado y no llegó al nivel que había tenido. Hay que reformularlo. Tenemos que armar una reasignación de recursos en un contexto muy difícil en el que heredamos una crisis socioeconómica sobre la que se montó la pandemia. Lo que declamamos y las convicciones que tenemos las debemos reflejar en términos presupuestarios. Si no, no tiene sentido. Y lo hemos hecho: duplicamos el presupuesto en relación a lo que recibimos.
–¿Cuál es la expectativa para los Juegos Olímpicos 2021?
–Tengo ilusiones depositadas en algunos equipos o atletas que pueden traer una medalla, como cualquiera que siga el deporte. Pero hay que ir más allá del resultado de Tokio: tenemos que tener una política deportiva de mediano y largo plazo. Que la gestión se evalúe de acuerdo a las medallas que se consigan en diez o 15 años. Me voy a poner contento si en diez o 15 años tenemos más medallas que en Tokio. Va a querer decir que los chicos tuvieron más infraestructura, mejores clubes, fueron a algún centro deportivo en el interior del país y se encontraron con mayores recursos para entrenarse mejor.
–¿Qué falta para que el deporte femenino deje de estar en una situación de desventaja?
–Se viene trabajando. Hubo muchos cursos vinculados a cuestiones de género. Una de las deudas que tenemos es que el género también sea una cuestión a considerar a la hora de destinar recursos, que sea uno de los cualificadores para invertir. Otra de las grandes deudas del deporte con las mujeres y el deporte femenino es la infraestructura. En el fútbol es clarísimo, muy desigual. Todos tienen una cancha, vestuario y la última ropa para los hombres, mientras que las mujeres entrenan de noche, cuando hay un rato libre y con la indumentaria del año anterior. Pasaba hasta hace muy poco. Y sigue pasando.
-¿Y en los espacios de toma de decisión?
-Sí, ya lo hicimos en San Lorenzo. Es necesario impulsarlo desde el Estado y hay una ley que se está tratando que impulsa la participación con más presencia y cupo en las comisiones directivas. Es un proceso que veo con mucha simpatía. En San Lorenzo, funcionó. El cupo obliga. A veces dicen “no hay mujeres”. Bueno, habrá que buscar. Cuando un sector de la sociedad se resiste al cambio, el cupo ayuda mucho y obliga.
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