Lucas Chaves es un arquero de culto a la discreción. Tercero con menos goles en contra en la Liga (14), exhibe su técnica con los pies en cada partido de Huracán, su club desde mitad de 2022 tras seis años en Argentinos, del que se marchó a préstamo (y con el récord histórico de vallas invictas). Chaves –27 años, 1,78 m– creció en el Nudo 13 del Ejército de los Andes, uno de los edificios con tres torres que le dan fisonomía al barrio de Ciudadela. A Fuerte Apache. Este lunes atajará ante Boca en la Bombonera. Acá habla de por qué es arquero, de cómo forjó el carácter y el juego en el Fuerte, de su altura por fuera del biotipo, del tramo final del torneo, y más.
–¿Naciste arquero?
–Mi hermano atajaba en Villa Reconquista, un club de barrio de Ciudadela. Por seguirlo también fui al arco. Desde ese día quedó así. Antes de que empezara el primer año de baby, un técnico me llevó a Estrella de Maldonando, que trabajaba para River. Y fui a cancha de 11 a River. Después hubo un problema entre Estrella y River y jugué tres años en Jorge Newbery y tres en Parque Chas. Hice de infantiles a Octava en River, cuando quedé libre y fui a Argentinos.
–¿Qué es para un chico quedar libre en inferiores?
–Se le viene el mundo abajo, piensa que se le termina el mundo. Es doloroso. Tenía 15 años, mis amigos en River, iba al colegio del club. Mi familia me contuvo, me acompañaron, y tuve una prueba en Argentinos y quedé y empecé a jugar, que es fundamental, a pesar de que había cinco arqueros. Se aprende y se valora diferente.
–¿Cómo es vivir en Fuerte Apache?
–Es un barrio común, donde Tevez es un referente que demostró que, a pesar de las adversidades, podíamos triunfar. También del barrio es Thiago (Almada). Es un barrio que pasó por malos momentos, donde había conflictos internos, pero en el que vive mucha gente. Y como en todos lados, gente trabajadora y humilde. Crecí ahí, jugando a la pelota, a la bolita. Más allá de que a veces había épocas bravas, me siento orgulloso de haber nacido ahí. Me sirvió para la vida. Traté de sacar lo mejor, y lo peor, aprenderlo.
–¿Te tocaron de cerca esas «épocas bravas»?
–Sí, porque era todo ahí adentro, en los edificios, abajo de mi casa. No viví situaciones traumáticas, pero sí feas. Antes de que llegara la Gendarmería se enfrentaban dos bandos en el barrio. En mi edificio se guardaba uno de los grupos. Entonces había momentos, a la noche, que se escuchaban tiros y había que quedarse en casa.
–¿Y el fútbol en Fuerte Apache?
–Jugué en el club Mi Refugio. Pero en el barrio no atajé nunca, siempre jugaba. Me gustaba y mis amigos también me dejaban porque lo hacía bien, sino me iban a mandar al arco. En inferiores atajaba y ahí quería divertirme, no que fuera una responsabilidad. O sólo atajaba en los torneos, y después jugaba, cambiaba de posición según lo que pidiera cada partido.
–¿Te sirvió para perfeccionar la técnica con los pies?
–Traté de sacarle el jugo. Pero también siempre me quedo a patear en los entrenamientos para seguir mejorando en ese aspecto. El fútbol cambió mucho: el arquero tiene que ser un jugador más de campo que participe mucho para salir jugando. Jugar en el barrio me sirvió, también la escuela de Argentinos. Pero siempre con responsabilidad, tratando de tomar las mejores decisiones. Aunque a veces uno se puede equivocar, trato de no dividir la pelota, de que sea un pase y no un pelotazo, 50 y 50. Trato de darle un pase al compañero en el saque de arco para que sea una ventaja y no tenga que disputarla.
–¿Viviste algún episodio cuando ibas a entrenar en inferiores? El año pasado, la Policía asesinó al juvenil de Barracas Lucas González.
–Era normal que los gendarmes te revisaran y esas cosas al entrar a Fuerte Apache. Que nos pararan y controlaran, aunque fuéramos chicos. Por un lado estaba bien, pero por otro… Uno nunca sabe qué pueden pensar los demás, aunque estuviera tranquilo porque sabía las cosas que hacía, no tenía ningún problema.
–¿Si fueras cinco centímetros más alto atajarías en Europa?
–Son opiniones. Trato de no consumirlas, ni las buenas a favor, ni las negativas que me perjudiquen. Los elogios no me la hacen creer, ni las críticas me van a bajar. Trato de hacer las cosas por mí y por el club. Sí que de chico muchas veces me dijeron que no iba a jugar en Primera porque era bajo. «Ataja bien, pero…». Aprendí a que fuera un motivo para que sí pudiera. «Ah, listo, vos me decís que no voy a llegar…». Que la altura no era un impedimento. Me fortaleció el carácter. Trataba de demostrar que, por más que fuera bajo, podía atajar, y hoy hago lo mismo. Cuando era chico sí me daba ese plus para demostrarles que estaban equivocados. Y las cosas que me puedan faltar por la altura trato de suplantarlas con otras.
–¿Por qué te fuiste a Huracán?
–Diego (Dabove) es muy importante para mi carrera. Lo conozco de Argentinos, donde peleamos torneos, clasificamos a copas internacionales. Fue clave su llamado. Venía de dos lesiones seguidas, de meses sin jugar, y confió. Le tengo un gran respeto. Fue arquero y le llega mucho al jugador, trata de enfocarte, que no te desvíes. Hay que tener un equilibrio, los pies sobre la tierra. En el fútbol hoy estás arriba y mañana abajo. Hay que ser siempre el mismo, esforzarse, trabajar con humildad para mantenerse y cuidar el lugar. En el fútbol hay muchos de los otros casos. Trato de transmitirles esto a los jóvenes, aunque no sea muy grande.
–¿Por qué equipos que en general están de la mitad para abajo de la tabla ahora están de la mitad para arriba?
–Es un torneo muy parejo. Un equipo que haga las cosas bien, tenga regularidad y sepa cuáles son sus objetivos, puede hacer un gran torneo. Con una idea clara, sabiendo a qué jugás y lo que te jugás, podés demostrar. Huracán está muy bien. Estamos contentos y conformes, aunque queremos ir en busca de más. Queda mucho. Es partido a partido. Hoy bajás un poquito y te pasan. También están Boca, Racing, Gimnasia, Atlético Tucumán. Ojalá podamos seguir estando en los puestos de arriba, mantenernos en las copas.