Los días rojistas

Por: Alejandro Wall

El mediocampista se fue al Corinthians tras completar el giro copernicano que va del rechazo a los aplausos. Para algunos hinchas, Rojas se convirtió en una causa: defender a los buenos, a los que no se esconden.

Matías Rojas dejó Racing después de completar durante cuatro años el giro copernicano que va del rechazo a los aplausos. Todo transcurrió muy lento y tumultuoso desde que llegó en junio de 2019. Estaba en Defensa y Justicia, que había peleado el título con el equipo de Eduardo Coudet, y se puso la 10. La historia de Rojas podría ser también la de otros jugadores que parecen no encajar, a los que nada les sale aunque lo intenten todo. Hasta que un día sucede en un partido cualquiera, una jugada, un tiro libre, y todo empieza a cambiar.

Para los talentosos no hay paciencia, hay urgencia. El talentoso que no funciona suele en ocasiones generar más rechazo que el futbolista más limitado, el que ofrece al equipo -y a sus hinchas- otro tipo de esfuerzos. Son jugadores aceptados porque corren, meten, se tiran al piso, traban fuerte, y eso enseguida genera un vínculo, una especie de representatividad en la cancha. Rojas es la clase de futbolista que en algún momento, si la cosa no anda, el hincha pone en su mira.

Hubo un tiempo muy difícil para Rojas, una época de murmullos si la perdía, si la jugada terminaba en la nada. Aún así quedaron los dos goles de la final con Tigre en Mar del Plata. Pasaron Chacho Coudet, Sebastián Beccacece (que había sido su técnico en Defensa y Justicia) y Juan Antonio Pizzi. Fernando Gago nunca dudó en ponerlo. La insistencia iba a tener el premio. Gago le encontró el lugar en la cancha a Rojas, abierto para meterse como interno, cerca de la pelota, y por la derecha para explotar el latigazo de su zurda. Así llegaron muchos goles. El mérito de un entrenador es mejorar a sus jugadores. Gago mejoró a Rojas. 

Quizá haya sido por mayo de 2022 cuando Rojas comenzó a tener sus mejores partidos. Fue en la Copa de la Liga Profesional. Contra Boca, en cancha de Lanús, todo se armaba para una tarde maravillosa pero lo frenó una lesión. “Hoy volví a tocar fondo y tengo la certeza de que muy pocos conocen el dolor que tengo”, escribió en su cuenta de Instagram. Hasta ese momento defender a Rojas, elogiarlo, pedir paciencia en la tribuna o en los grupos de WhatsApp eran actos de inmolación. Pero Rojas se convirtió, para algunos hinchas, también en una causa. La defensa de los buenos, de los que no se esconden. 

Absorber ese clima hostil -naturalizado en el fútbol: el hincha es así, el hincha tiene derecho, el hincha paga la entrada- requiere de paciencia, personalidad y, sobre todo, de un trabajo con profesionales, con psicólogos, con un sostenimiento que evite el bloqueo. Alguien debe haberle aconsejado a Rojas -o quizá fue su idea- que limitara los comentarios en sus cuentas de Instagram, cerrada también para mensajes privados y etiquetas. Mejor que no leer es que ni siquiera lleguen a escribirte, una buena decisión. En la cancha las puteadas se van con el viento; en las redes sociales, se imprimen. 

La puteada desde la tribuna es una regla, viene casi a la par de convertirse en hincha. ¿Quién no puteó a un jugador? El hostigamiento en redes es otra cosa. Sus consecuencias sobre la salud mental del futbolista pueden ser pavorosas. Gonzalo Higuaín, que fue carne de memes crueles, relató esta semana lo que sufrió después del Mundial 2014. “Entré en una depresión muy fuerte”, dijo en una charla con el preparador físico Fernando Signorini y el psicólogo deportivo Pablo Pécora. Contó que se sostuvo durante los días siguientes en Michael Jordan. “Si él fracasó, ¿cómo no voy a fracasar yo? -pensó-.  Me apoyé en sus frases y eso me hizo salir adelante. A los dos años hago el récord de goles en Italia y a los tres años me venden por 90 millones a la Juventus”. Aún así, reveló que si algo frenó su vuelta a River fue imaginar lo que su hija podía sufrir en la escuela. 

Rojas se fue a Corinthians reconvertido en el jugador más influyente de Racing, también en uno de los mejores del torneo. Fue la esperanza de fútbol en cada partido y también la puerta del gol. Como el que hizo en la final contra Boca de diciembre. Se fue al final de su contrato como jugador libre. Al contrario de lo que ocurrió con otros futbolistas en otros equipos, Gago lo puso hasta el último partido. Cuando se acercaba el final, contra Banfield, volvió a escuchar silbidos. “Me silban a mí, ¿por qué no silban al presidente”, se le leyó en los labios. Siempre creyó que Víctor Blanco podía ofrecerle un contrato mejor para que se quedara. Blanco argumentó que la falta de dólares en el país hacían imposible competir con un presupuesto brasileño.

“Fueron tantas batallas desde que llegué y solamente puedo confiarte una cosa, a vos que estás leyendo, hoy soy muy distinto al del 2019 y eso es gracias a vos. Crecí como jugador, como atleta, como profesional pero más importante aún, me voy siendo un mejor ser humano. Y para mí, eso es impagable”, escribió Rojas el viernes como despedida. Las críticas como un motor para ser mejor, como un efecto revitalizador. Racing va a extrañar a Rojas y Rojas va a extrañar a Racing. Un rato después de que hiciera su gol del adiós contra Nublense y antes de que le deje un beso el césped del Cilindro, Leonel, un hincha que fue crítico, mandó un mensaje de WhatsApp con la poca conexión que tenía desde la tribuna: “Los días felices siempre fueron rojistas”. 

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