Más temprano que tarde, con todo eso que se forma abajo, con el talento que crece, Argentina pulseará en la elite mundial. Su desarrollo es imparable.
Holzheier es uno de los apellidos del futuro. Hay otros. Melu Kaler, comentarista de fútbol femenino en DeporTV, habla de Milagros Martín. “Es mi perdición”, dice. Milagros tiene 16 años, juega en Platense -se define como extremo izquierdo- y también está en España con la selección Sub 20. Cuando comenzó a transmitir fútbol femenino, hace cuatro años, Melu ya observaba cómo Milagros, que iba a ver a la Primera de Platense, entraba a la cancha a patear la pelota cada vez que podía. “Se notaba que jugaba al fútbol desde los cinco años”, dice. A esa edad, lo hacía con varones en un club de barrio. No había equipo femenino. Hasta que a los diez años llegó a Platense. Debutó con catorce en la Primera.
Por estas horas se leen muchos testimonios de pibas a las que no dejaron jugar. Las que tenían deseos pero no tenían clubes y lugares. El patriarcado del fútbol las expulsaba. En su libro “¡Qué jugadora!”, la periodista Ayelén Pujol -comentarista de Relatoras en la Copa América- cuenta sobre una vieja foto que le muestra la ex futbolista y actual entrenadora, Bettina Stagñares. “Allí se ve a nueve mujeres en blanco y negro con ropa de calle. Algunas están con vestidos, otras con polleras por debajo de las rodilla, otras con pantalones negros largos, camisas y sacos. Todas tienen el pelo corto o por arriba de los hombros y están jugando al fútbol”, describe Ayelén. La foto podría ser de 1950 y una de esas mujeres es Nélida Zulma “Beba” González, mamá de Bettina. Pero la madre, aunque jugaba, era la misma que le insistía a la hija que se olvidara del fútbol. “Dejate de joder, nena”, le decía.
“Esas mujeres, Beba y sus amigas, las chicas de la época, no tenían clubes a los que ir a jugar y ni siquiera ropa para entrenar. Y, sin embargo, esas sonrisas muestran que jugar al fútbol da alegría, grupalidad, una satisfacción colectiva. La foto es la representación misma de la felicidad”, escribe Ayelén.
Las jugadoras del futuro hoy tienen espejos donde mirarse, jugadoras en las que pueden proyectarse, de Estefanía Banini a Mariana Larroquette. Pero sobre todo tienen lugares donde jugar. Más allá de todo lo que falta en el fútbol femenino profesional, desde mejores sueldos a mayor infraestructura, hay algo que se está gestando por abajo. Jorge Valdano lo observó en su regreso a Las Parejas, Santa Fe, el pueblo donde creció. “El potrero se ha convertido en escuela de fútbol, muy bien organizadas en Sportivo y Argentino. Y con el agregado de fútbol femenino, lo que me da mucha ilusión. No acabé nunca de entender como algo que a mí me hacía tan feliz privaba a la mitad de la humanidad de que tuviera la oportunidad de ser igual de feliz de lo que era cuando jugaba. Ahora no. Hay fútbol femenino y muy activo”, dijo el domingo pasado en una entrevista con este diario.
Los clubes tienen la obligación de tener equipos Sub 16 y Sub 14. Algunos ya tienen Sub 12. “Hace poco transmití la final del Sub 16 y se me caían las lágrimas”, dice Melu Kaler. Ya no hay que pedir permiso, están ahí. No son concesiones, son luchas ganadas por las propias jugadoras. Las protestas en la Copa América de 2018, en Chile, Topo Gigio incluido, la marea verde en cancha de Arsenal para el repechaje por el Mundial de Francia, la pelea de Macarena Sánchez por ser reconocida como trabajadora, armó un combo que abrió el camino a la profesionalización. También la llegada de Portanova es un producto de reclamos que hasta pagó con castigo la propia Banini. Y se vio en la cancha: en esta Copa América la selección mostró signos vitales de una identidad de juego. Las marcas también lo ven. Y la televisión también. La exclusividad que hizo valer DirecTv Sports en esta Copa América dice bastante de la importancia que tienen esos derechos de transmisión y lo que cuestan. La TV Pública, que transmite los partidos del torneo local al igual que DeporTV, pudo poner en la pantalla a la selección en los últimos dos partidos y con equipo periodístico formado sólo por mujeres: Lola del Carril (relatos), Ángela Lerena (comentarios) y Gabriela Previttera (campo de juego).
Hay algo que es la tradición argentina con los deportes colectivos y, sobre todo, con el fútbol. Tiene que ver con su cultura y su enorme red de clubes, sean barriales, de pueblo o grandes. Donde hay talento se puede armar un equipo. Más temprano que tarde -¿diez años, veinte años, cuántos?- con todo eso que se forma abajo, con el talento que crece, el fútbol femenino argentino pulseará en la elite mundial. Su desarrollo es imparable. Nada distinto a lo que pasó con los hombres, que llevan un siglo de ventaja. Ese talento de las futbolistas, lo que se asoma con Agostina Holzheier o Mili Martín, es lo que va a brotar.
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