El que es campeón del mundo organiza el fútbol como quiere, pareciera ser el mensaje. ¿Sabemos qué fútbol argentino nos perdemos por la devolución de favores, la manipulación de los reglamentos, la escasa preocupación por los hinchas?
El que es campeón del mundo organiza el fútbol como quiere, pareciera ser el mensaje. Y Claudio «Chiqui» Tapia, el presidente de la AFA, pasó de la estrella en Qatar a la estrellita de la Supercopa Internacional en Abu Dhabi, la «Al Ain», la que jugarán, según el reglamento todavía fresco, el ganador del Trofeo de Campeones ante el primer club de la tabla anual (Boca, que perdió 2-1 con el que cumplía los requisitos, Racing, jugó como «invitado», a pesar de haber ganado la Copa y la Liga en 2022). El viernes en Abu Dhabi debió haber estado el Patronato de Facundo Sava, campeón de la Copa Argentina, y Boca, el campeón de la Liga, para disputar la Supercopa Argentina, que aún no tiene fecha y nadie sabe si se jugará algún día. La Supercopa Internacional, con barrabravas en primer plano, fue una muestra en miniatura de lo que también es el fútbol argentino, la otra AFA que corre paralela a la de las selecciones argentinas: un partido a 13 mil kilómetros en un estadio casi vacío –otra privación para los hinchas, para los socios–, una decisión arbitral polémica, el penal que cobró Fernando Rapallini sobre la hora (¿hace falta recordar los fallos escandalosos a favor de Barracas Central, los ascensos de los amigos del poder?) y, de nuevo, un viernes al mediodía argentino, con TV por fuera hasta del cable.
Racing fue un poco mejor que Boca, más allá de cualquier incidencia. Y Boca encadena su tercer partido clave con derrota tras la eliminación en la semifinal de la Copa Argentina ante Patronato y la final del Trofeo de Campeones ante Racing. En el collage del verano, ya sin aquellos torneos en Mar del Plata, Córdoba o Mendoza, el juego de River que giró por Estados Unidos fue de lo más interesante para ver entre los equipos argentinos. Si después del Mundial de Qatar hay vida, después del River de Marcelo Gallardo, también. Es el River de Martín Demichelis. Gallardo volvió a dirigir el jueves, a un combinado de dos clubes de Arabia Saudita, a Cristiano Ronaldo, en un amistoso-show ante el PSG de Messi, propiedad de Qatar. Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Qatar. La Supercopa de España y de Italia se jugaron durante enero en Arabia, que puja por ser sede del Mundial 2030. El mundo árabe entró al fútbol para poner su impronta, sus dineros y sus negocios menos visibles que el fútbol. La AFA de Tapia no se iba a quedar afuera. Y menos ahora con un fútbol argentino revaluado después de la Copa del Mundo.
«Emir –le dijo Maradona, no a un jeque, sino a Kusturica, el director de cine–, ¿sabés qué jugador hubiese sido yo si no hubiese tomado cocaína?». ¿Sabemos qué fútbol argentino nos perdemos por la devolución de favores, la manipulación de los reglamentos, la escasa preocupación por los hinchas? No, pero tenemos siempre a mano al fútbol, lo amamos, nos encanta, caemos rendidos a sus pies.
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