La cancelación de la beca del Enard fue la última foto de una película marcada por la desigualdad. Como había pasado con el fútbol y el vóley, hicieron público su descontento. Recién tras seis meses de nueva gestión, fueron recibidas por la CABB.
Sin cuerpo técnico confirmado ni diálogo abierto con la nueva dirigencia que asumió en diciembre pasado, Las Gigantes, que en 2018 fueron campeonas sudamericanas y cortaron una racha de 70 años sin títulos para el básquet femenino argentino, resolvieron que era hora de cambiar de estrategia cuando el Enard les notificó la baja de las becas. Fue el detonante. “A partir de la presentación del proyecto formal, se vuelven a otorgar. Es una regla común”, explicó Daniel Jacubovich, director general del Enard, en UcU Web Radio. Cada federación es la encargada de diseñar ese proyecto, que define un objetivo deportivo, un cuerpo técnico y una lista de jugadoras. Pero la CABB no lo presentó y la ayuda económica se cortó durante la pandemia, que también obligó a suspender la liga femenina y el torneo federal. “Hasta que no haya un calendario definido, no podemos presentarlo. No se puede elegir jugadoras si en los próximos 180 días no hay torneos”, afirma Rodríguez, que dice que “solo” en junio no cobraron.
La cancelación de la beca es la última foto de una película marcada por el destrato y la desigualdad. Los vuelos del equipo, por ejemplo, suelen estar cargados de largas escalas en las que ni siquiera cuentan con viáticos para comer alimentos saludables. El papelón en los Juegos Panamericanos de Lima 2019, donde quedaron eliminadas por un error en el color de la camiseta exigido por la organización, acaso sea la muestra más clara. Desde la CABB aclaran que el entrenador Leonardo Costa tiene contrato hasta fin de año y que hasta hoy hay tanto un nutricionista como un preparador físico a disposición de quien los requiera. “Ambas selecciones tienen que tener el mismo piso y la misma estructura. El resto -opina Rodríguez- está atado a los resultados. Por ejemplo, la Generación Dorada viaja en Ejecutiva o Primera Clase, y lo lograron después del oro en los Juegos Olímpicos”.
Las jugadoras y la CABB coinciden en la falta comunicación. Aunque Las Gigantes dicen que intentaron sin éxito abrir un canal de diálogo. “Cuando hay comunicación fluida y confiable, la cosa puede funcionar. Pero nos cansamos de ir a buscar y reclamar”, sostiene Aispurúa. Hace diez días, tuvieron una primera reunión virtual en la que pusieron los distintos pedidos sobre la mesa. Quedaron en volverse a juntar, pero esta semana no hubo novedades y tampoco hay fecha para otro encuentro. Desde la Confederación aseguran que será en los próximos días. “Sería genial estar en las mismas condiciones que el masculino. Mientras no pase, tenemos que hacer lo que sea para poder lograr esa igualdad”, señala Celia Fiorotto, pivote de Quimsa.
“Por un básquet femenino digno, profesional y con igualdad de derechos”, finaliza el comunicado que las deportistas difundieron después de la primera reunión con la nueva dirigencia. Sucedió seis meses después de su llegada a la Confederación. “La cuestión profesional no solo pasa por lo económico y se tiene que trabajar desde ambos lados. Lo que no considero es que hoy el básquet sea indigno”, evalúa Rodríguez. “Si como selección pasamos por un montón de cosas, imaginate lo que pasan las pibas del interior. Queremos que empiece a cambiar en todos lados, no solo en la selección. Hablamos por las que no tienen el alcance o tienen miedo para que sepan que no hacemos la vista gorda ni miramos para otro lado. Queremos trabajar por el básquet femenino en su totalidad”, dice Aispurúa. Para la CABB, tanto el curso online de género y deporte que realiza la Secretaría de Deportes, como el crear 46 escuelas de formación femenina en todo el país y la decisión de que ambas selecciones se entrenen en el complejo Dow Center de Bahía Blanca son avances para mejorar la situación.“Nos comprometimos a luchar por la igualdad de género”, dijo Fabián Borro, presidente de la CABB, cuando anunciaron el programa de capacitación.
Como ocurrió en el fútbol y el vóley, el reclamo de Las Gigantes cosechó adhesiones y logró el apoyo de los jugadores de la selección masculina, por ejemplo. El conflicto, sin embargo, todavía sigue abierto. “Pedimos -sintetiza Aispurúa- que se nos considere trabajadoras. No hacemos esto como un hobby: es una profesión”.
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