Este jueves por la noche, cinco días después de la eliminación de la Selección de básquet para el Mundial de 2023, la gente del deporte dio su veredicto. En el clásico entre Boca y Obras por la Liga Nacional, en la Bombonerita, el público local le apuntó a Fabián Borro, expresidente de Obras y de la Asociación de Clubes (AdC) y actual mandatario de la Confederación Argentina de Básquet (CABB). El golpe que República Dominicana le dio a Argentina, vigente subcampeona del mundo, tiene muchas explicaciones, pero una de ellas –tal vez la principal– es cómo agoniza la Liga Nacional, antiguo semillero de cracks.
Los Ginóbili, Scola, Oberto o Nocioni fueron el resultado de un proyecto. A comienzos de los ’80, el exentrenador León Najnudel se puso al hombro la idea de fundar una Liga Nacional que brindara al país una competencia de alto rendimiento, que le diera a los jugadores argentinos roce internacional, canchas repletas y muchos pibitos y pibitas creciendo con el sueño de ser basquetbolista. Najnudel hizo realidad el sueño en 1984 y en menos de 20 años nuestra bandera se convirtió en potencia mundial. La Liga fue la competencia que formó y desarrolló a la Selección que le ganó dos veces al Dream Team y se quedó con el oro.
Pero en el momento en que la Generación Dorada iniciaba su fin y requería su renovación, Borro asumió la presidencia de la AdC, organismo que tenía a su cargo la Liga Nacional. El proyecto Borro era «modernizar” la competencia, recuperar audiencias y mejorar el nivel pero sus decisiones produjeron el efecto contrario. Lo primero que hizo fue cambiar el fixture tradicional de una fecha por fin de semana para imitar el sistema de la NBA de partidos todos los días porque creyó que atraería más público, pero fue al revés. Con los estadios cada vez más vacíos, se busca subir la recaudación con la poca gente que se mantiene inalterable. Una entrada no baja de 1500 pesos, a veces más caras que un partido de fútbol.
Otra de las decisiones fue eliminar el límite de extranjeros, pensando que llegarían más talentos, pero los talentos arribaron no de manera distribuida sino muy desigual. Había que pagar extranjeros para competir, algo que se volvió cada vez más difícil, en especial para los tradicionales clubes de las provincias. Ciclista de Junín y Quilmes de Mar del Plata descendieron sin poder volver a Primera y eso dejó a la Liga sin los dos clásicos más lindos. También se perdieron plazas campeonas como General Pico, Olavarría, Venado Tuerto o San Luis y ni hablar de ciudades sin títulos pero que respiran básquet como Bahía Blanca, San Miguel de Tucumán, San Nicolás, Sunchales o Madryn.
Ferro (tres títulos), Obras, Boca (tres títulos), Peñarol (cinco títulos), Argentino de Junín y Atenas de Córdoba (siete títulos) son los únicos equipos tradicionales que hasta ahora lograron sobrevivir. El Boca de Angelici se salvó del descenso tres años seguidos y el macrismo quería vender la plaza pero no lo logró por la militancia de un grupo de hinchas. Pero la sorpresa en este 2023 es que el multicampeón Atenas de Córdoba necesita un milagro para no perder la categoría. De esta forma, lo más lógico es que el público se reduzca porque no quedan hinchadas históricas y los clubes que se mantienen no tienen una tradición de básquet. Quedan los equipos que reciben ayuda de gobernaciones e intendencias o los que se financian con el vuelto del fútbol profesional. En ambos casos son procesos de un par de años en los que aparece la inversión de algún dirigente político o deportivo que, cuando no le rinde, se va. Así, los equipos quedan con deudas, sin plantel, sin inferiores y hasta sin plaza.
El San Lorenzo multicampeón es un ejemplo. Apareció el presupuesto, armó un equipo muy por encima del promedio, ganó cinco años casi sin despeinarse pero no lo pudo sostener y hoy está en peligro de descenso. Quimsa de Santiago del Estero, Gimnasia de Comodoro Rivadavia o los correntinos Regatas y San Martín pueden ser los modelos más exitosos de la intervención de la política provincial y municipal pero también les cuesta llenar las canchas.
El básquet femenino no fue la excepción. Borro lo promovió pero la falta de presupuesto y de acompañamiento dirigecial y televisivo hace que no tenga prácticamente difusión. El resultado fue que haya equipos que no llegan a presentar planteles completos. Y otra decisión controversial fueron las transmisiones por streaming: la dirigencia las incentivó como la solución tecnológica que salvaría al básquet de los monopolios mediáticos pero el sistema era improvisado y nunca pudo salir del nicho.
Pese a todo, el poder de Borro se multiplicó. Ganó la reelección en la AdC y los dirigentes de los clubes lo apoyaron para reemplazar a Federico Susbielles en la CABB, a pesar que esa gestión venía de salir subcampeona del mundo. Con la excusa de no involucrar a la política nacional (Susbielles era candidato del kirchnerismo en Bahía Blanca), el porteño ganó terreno sin mencionar su grado de involucramiento en AySA y su larga historia sindical. El jueves, el público del básquet le hizo saber cómo lo considera. «
Jose luis
6 March 2023 - 11:54
Fuera borro y sus colaboradores el basquetbol agoniza en su peor gestión de los últimos años