No hay en el mundo dos clubes de fútbol con tanta historia compartida, con semejante rivalidad y con una larguísima lista de éxitos nacionales e internacionales que se parezcan a Racing y a Independiente. No la hay en función de que ambos pertenecen a una ciudad ubicada por fuera de la principal capital del país, separados solamente por un río maloliente. No existe realmente un lugar donde dos estadios majestuosos convivan a doscientos metros uno del otro, a menos de un kilómetro de ese riacho y tengan que cruzarlo para ingresar en la capital argentina.
El partido de Avellaneda nació como tal el 12 de enero de 1904 cuando así lo dispuso el gobierno bonaerense. Antes era Barracas al Sud, cruzado por dos líneas ferroviarias y una enorme diversidad de emprendimientos comerciales. Frigoríficos, fábricas de hielo, curtiembres, ferreterías, aserraderos, mercados de fruta y carnes, corrales ganaderos, una suma de gente ocupada en las más variadas especializaciones. Muchísimos inmigrantes que coloreaban el suburbio más cercano al barrio de Barracas, ya dentro de la geografía porteña.
Racing nacería el 25 de marzo de 1903 como Racing Football Club, gracias al entusiasmo de unas treinta personas. Sus antecedentes hay que buscarlos en un par de equipos llamados Football Club de Barracas al Sud y en Colorados Unidos del Sud. Fue Germán Vidaillac quien propuso aquel mismo 25 de marzo el nuevo nombre del club, tomado de un equipo francés de aquel tiempo. Las primeras camisetas fueron de cuatro cuadros celeste y rosa, que Racing usó mientras jugó en las categorías de ascenso. Para 1910, la casaca derivó a una totalmente azul con una banda horizontal blanca. Fue el año del primer título para subir a Primera. Fue el año del ascenso a Primera, tras derrotar a Boca en la final por 2-1, con goles de Alberto Ohaco y de Pablo Frers, en la cancha de GEBA.
La segunda década del Siglo XX lo pondría en un pedestal inimaginable: ser el sucesor de Alumni, el equipo sensación de los primeros años, consagrarse siete veces consecutivas campeón de Primera División entre 1913 y 1919 y ganarse el mote imperecedero de Academia, por su forma de jugar y sus éxitos deportivos. Incluso, Racing tiene el alto honor de haber vencido a Alumni por 3-1 en 1911, el año del último torneo de los albirrojos. A llegar a Primera, la futura Academia oficializaría su camiseta con siete bastones celestes y blancos, para diferenciarla de Argentino de Quilmes, que tenía líneas más gruesas.
En cambio, Independiente nacería en pleno centro porteño. La gran tienda “A la ciudad de Londres” estaba ubicada sobre la calle Perú, en la vereda este que unía Avenida de Mayo con la calle Victoria, hoy Hipólito Yrigoyen. Allí, se armaron equipos de fútbol entre los empleados y los más jóvenes, que hacían las tareas menos importantes (cadetes, empaquetadores), no fueron incluidos en la competencia interna. Los chicos se molestaron, hicieron rancho aparte y armaron su propio equipo, al que llamaron Independiente para diferenciarse del resto.
Empezaron a juntarse en agosto de 1904 y formalizaron el equipo/club el 1º de enero de 1905, tomado como fecha oficial de fundación de la entidad. Camiseta blanca con ribetes y bolsillo azul con las iniciales IFC (Independiente Football Club). Sin cancha propia ni terreno cercano donde asentarse, los muchachos liderados por los hermanos Degiorgi y Arístides Langone fueron hasta el barrio de Flores en su límite con La Paternal. Allí, hicieron base en Boyacá entre San Blas y Camarones, muy cerca del actual estadio de Argentinos Juniors. Al poco tiempo, pasó a jugar en avenida Gaona y avenida San Martín (antes Camino a San Martín). Luego, pasó a utilizar el campo del Colegio Nacional Oeste, en Recoleta, para volverse a La Paternal y establecerse en Espinosa y Dorrego (hoy Paysandú), a muy poca distancia del arroyo Maldonado. En estos inicios bohemios, sin encontrar lugar fijo, apareció para 1907 un solar en la calle Manuel Ocantos al 500, en una zona ubicada al este de la avenida Mitre, en Avellaneda.
Trasladados a Avellaneda, se mudarían en 1911 para la misma avenida Mitre hacia el sur, en la zona de La Crucecita, para llegar al actual lugar donde construyeron dos estadios recién en 1928. Después del primer partido contra Racing, ocurrido en 1907, al año siguiente Independiente se radicó definitivamente en Avellaneda, cambió su camiseta de blanca a roja y recibió el aporte de varios socios fundadores de Racing, enojados por el perfil elitista que le daban los dirigentes a la Academia. Uno de los disidentes fue Germán Vidaillac, el mismo que mocionó el nombre de Racing para elegir el nombre del club fundado en 1903.
Como cuenta el historiador rojo Claudio Keblaitis en el primer tomo de su excepcional investigación, titulada Alma Roja, el cambio de colores en la camiseta: «Respondía más a un cariz politizado de las épocas en que se vivían, que a la identificación con aquel Nottingham Forest que visitara el país tres años atrás. La divisa socialista era roja, muchos de los jóvenes dirigentes eran adherentes a esa ideología. Todo era válido para diferenciarse de los ‘carcamanes conservas'».
Recurriendo a la prehistoria del fútbol, con encuentros entre formaciones de distintas categorías, encontramos el famoso primer clásico, que correspondió a la novena fecha del torneo de Tercera División y lo ganó Independiente por 3-2. Fue el 9 de junio de 1907 y era el choque entre el mejor equipo que tenía Racing y el segundo cuadro de Independiente, recordando que por ese tiempo los clubes podían anotar uno, dos o tres equipos siempre en las categorías de ascenso. Pese a una supuesta diferencia de jerarquía, el cuadro que todavía era considerado un intruso en Avellaneda ganó el partido porque Tagliaferro y Arregui en el primer tiempo y Rosendo Degiorgi a tres minutos del final convirtieron los tantos.
El 1º de septiembre jugaron la revancha y se impuso Racing por 3-2. El ganador de la sección A de Tercera donde militaron ambos clubes de Avellaneda fue Atlanta, que también logró el título general y ascendió a Segunda. Durante 1908, Independiente B vencería 3-1 a Racing B por el torneo de Tercera y lo volvería a vencer por 1-0, ganando el torneo con 31 puntos, uno más que San Fernando. Racing B quedaría sexto entre diez participantes. En 1909, el segundo equipo de Racing se midió con el primero de Independiente en la Segunda División y ganó un partido cada uno. En la tercera categoría, otros equipos representativos de ambos también se impusieron una vez cada club.
Por fin, los dos primeros equipos se midieron oficialmente en 1910. El 19 de junio se enfrentaron en campo de Racing y el rojo venció 1-0 con gol de Juan Hospital. La revancha se jugó el 21 de agosto en campo de Independiente y el triunfo fue para los visitantes, con gol de Enrique Winne, un cuarto de hora antes del final. Algunos hombres de Independiente jugaron con cierta presión porque dos días antes se había incendiado completamente la tienda «A la Ciudad de Londres», de donde provenían los fundadores del club, seis años atrás.
Racing ganó el ascenso a Primera venciendo a Boca, en tanto que Independiente disputó el campeonato de Intermedia de 1911 en el que escoltó al campeón Estudiantes de La Plata. Para 1912, la dirigencia roja resolvió aceptar la invitación para formar parte de la primera división de la flamante Federación Argentina de Football (FAF), que promovió Ricardo Aldao, el mandamás del coqueto Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, molesto porque no tenía peso en las decisiones de la Asociación Argentina. Así, los rojos llegaron a Primera División, sin haber ganado en la cancha el ascenso respectivo, algo similar a lo que ocurrió con Boca en la Asociación Argentina en 1912.
Disuelta la fugaz Federación Argentina de Football a fines de 1914, los equipos que formaban la primera división volvieron a la A.A.F. y se les respetó el lugar en la máxima categoría. Llegó el momento de volverse a encontrar. El 12 de diciembre de 1915 fue el debut del Clásico de Avellaneda en Primera División. Al haberse ido para darle vida a la fugaz Federación Argentina de Football (FAF), Independiente postergó el choque con Racing al menos por tres temporadas, aunque el rojo no ganó el ascenso en la cancha y llegó a la máxima categoría de la FAF tras haber sido subcampeón de Estudiantes de La Plata en la Intermedia de 1911 de la Asociación Argentina.
Se jugó en campo racinguista y el árbitro fue Hugo Gondra. El clásico tenía un condimento especial, porque San Isidro, el mismísimo Club Atlético San Isidro de hoy (un grande del rugby que participó del fútbol asociado hasta el 19 de julio de 1931 cuando perdió 3-1 con Sportivo Buenos Aires y abandonó la práctica oficial para siempre), había hecho una campaña impresionante y ya paladeaba el título. San Isidro completó las veinticuatro fechas con veintidós victorias y apenas dos empates ante Banfield y Racing, invicto. Sus jugadores tuvieron mucho tiempo libre y el título iba derechito hacia el norte bonaerense. Faltaba algo: que Racing ganara todos sus partidos pendientes para igualarlo y forzar un desempate.
La última vez que jugaron al mismo tiempo había sido el 11 de noviembre. Luego, el equipo albiceleste superó en fila a Porteño (4-0), Estudiantes de La Plata (4-0), Argentino de Quilmes (8-1) y a Estudiantes de Buenos Aires (5-0). Necesitaba imponerse en los cuatro partidos que le faltaban para igualar a San Isidro y llegar al ansiado desempate. Por esa razón, el choque clásico ante Independiente —que ya había finalizado octavo con once victorias, cinco empates y ocho caídas— era fundamental. Y para los hombres de camiseta roja, era la ocasión de ahogarle el festejo a los hinchas racinguistas.
A los 11 minutos, Pascual Garré desbordó por la derecha, trabó con el defensor Armando Reyes y la pelota derivó hacia Alberico Zabaleta, que dentro del área derrotó al arquero Ibrea Arduino con un toque corto. Independiente en ventaja, aguantando el dominio racinguista hasta el final de la etapa. Racing ya era apodado la Academia porque esa palabra apareció entre los hinchas, que vivaron al equipo con el famoso “academia, academia…” tras el rotundo triunfo frente a River el 1° de agosto con un 3-0 inapelable y juego de alto vuelo. El sobrenombre fue tan exacto que se propagó a las tribunas y lo adoptó el periodismo gráfico de la época. Era el equipo que más lucía y el bicampeón de 1913 y 1914. Pero su tricampeonato estaba en peligro.
Cuando Racing seguía ilusionado con el empate, Nicolás Cappelletti —centrodelantero rojo— cabeceó la pelota al arco académico, después de que Arduino le tapara parcialmente un potente remate. Independiente celebró fuerte el 2-0 y estuvo cerca de concretar otro gol. A pocos minutos del final, Racing descontó porque Nicolás Vivaldo venció al arquero Miguens con un toque desde muy cerca. Con este resultado, San Isidro se consagraba campeón por primera vez y Racing se ubicaba en segundo lugar.
No había terminado el día siguiente cuando los presidentes de Racing (Luis Carbone) y de Independiente (Juan Mignaburu) pudieron observar personalmente que el jugador Nicolás Cappelletti, autor del segundo gol rojo, estaba suspendido por tres partidos. Lo hicieron durante la reunión del Consejo Divisional y el Dr. Mignaburu no entendía cómo el delegado de Independiente había confundido uno con tres encuentros de suspensión. El jueves 16 de diciembre, el Consejo Divisional trató de oficio el caso porque las pruebas eran contundentes. Por votación unánime resolvió adjudicarle los dos puntos a Racing.
Con la victoria en el bolsillo, Racing jugó los últimos tres partidos que le faltaban completar y los ganó (4-0 a Kimberley, 5-0 a Platense y 6-0 a Defensores de Belgrano), alcanzando a San Isidro en la cima de la tabla, ambos con 46 puntos, ocho más que el tercero River Plate. El 6 de enero de 1916 jugaron el desempate y la flamante Academia venció por 1-0, gracias al gol que convirtió a poco del inicio, Alberto Marcovecchio. La final fue, paradójicamente, en la cancha de Independiente donde Racing alcanzó el tricampeonato.
Para 1916 —torneo que también ganó Racing escoltado por Platense— el choque se produjo en la cancha de Independiente, el domingo 30 de julio. Esta vez la Academia ganó 1-0 sin sufrir problemas ante un rival al que le faltaron varios titulares. Un bombazo de Francisco Olazar desde media distancia sorprendió a Secundino Miguens y le dio la ventaja parcial a Racing, que supo cuidarla en la segunda parte, para terminar dominando el juego. La recaudación del partido fue donada por los directivos de ambos clubes para la reparación de la tribuna principal de la cancha de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, que fuera incendiada por el público cuando se frustró el partido por la primera Copa América entre Argentina y Uruguay.
Aquella primera década del clásico (1910-1920) sumó 10 partidos, contando los dos primeros disputados por la segunda división en 1910. Racing sacó una ventaja de siete victorias contra cuatro de su rival barrial. Ya en los años veinte y hasta el inicio del profesionalismo, la distancia se achicó y para 1931, el historial estaba empatado: 20 clásicos con nueve triunfos para cada uno y dos empates. El detalle es que 13 encuentros se habían disputado en campo de Independiente y apenas siete en la cancha de Racing.
En esos años veinte y cuando el fútbol estalló en todo el país, Racing ganó dos títulos (1921 y 1925) en tanto que Independiente lo hizo en 1922 y 1926. Durante la década, vale la pena mencionar que los rojos ganaron los últimos cuatro partidos del amateurismo, incluyendo una goleada por 7-4, el 18 de diciembre de 1927 en su estadio. Aquella tarde, Independiente llegó a ponerse 6-1 hasta que sobrevino la reacción visitante. Luis Ravaschino abrió la cuenta, Miguel Baragnano empata a continuación y antes del final del primer tiempo Alberto Lalín y Manuel Seoane anotan dos veces seguidas finalizando 4-1 para el rojo la primera etapa.
Nadie lo podía creer pero, en otra ráfaga, Independiente hizo dos tantos más: Seoane primero y Ravaschino después estamparon el 6-1. La Academia se fue encima del arco que custodiaba Néstor Sangiovanni y descontó por medio de Baragnano primero y un penal que marcó José Della Torre después. Llegó el séptimo gol local gracias a un zurdazo de Raimundo Orsi y, a poco del final, un nuevo tanto racinguista, ahora señalado por Ángel García. Fue un 7-4 que sorprendió a todos y demostró la potencia ofensiva de la famosa delantera roja: Canaveri, Lalín, Ravaschino, Seoane y Orsi.
El primer clásico dentro del profesionalismo terminó con similar resultado (7-4) pero a favor de Racing. Se jugó el domingo 27 de septiembre de 1931 y Racing supo sacar ventaja de la depresión anímica que vivía el plantel de Independiente, ya que en la mañana previa al partido había fallecido el papá del arquero titular de los rojos, Néstor Sangiovanni. El suplente, Francisco Doro, hizo su debut en el equipo y tuvo un desempeño flojísimo. Doro había llegado desde Barracas Central, donde disputó 32 partidos en el extenuante torneo de 1930. Esa tarde hizo todo mal y no volvió a ser tenido en cuenta para jugar en la primera división.
Alberto Fassora hizo el primer gol racinguista y casi al instante empató el rojo gracias a un potente disparo del crack Seoane. A los 21 minutos Alberto Devicenzi estampó el 2-1 albiceleste y llegó el empate rojo gracias al uruguayo Roberto Porta. Lo increíble es que hubo otros cuatro goles antes del final del primer tiempo. Anotaron Vicente Del Giúdice para Racing, otra vez Devicenzi y, por mano del zaguero José González, el defensor Felipe Cherro concretó el tiro penal. Cuatro minutos antes de los 45 minutos, el wing izquierdo Roberto Mellone puso el 5-2 para la Academia. En la segunda parte brilló Del Giúdice, que hizo dos goles aprovechando sendos errores del arquero Doro y finalmente llegó el cuarto gol visitante, al aprovechar Juan Bettinoti una cesión de Seoane. Era la primera victoria de Racing desde su triunfo en 1924 con gol de Barceló.
Cuando finalizó la temporada de 1937, Independiente se había puesto arriba en el historial por dos partidos: 17-15. El domingo 4 de noviembre de 1934 se originó la primera batahola seria dentro de una larga lista. Empataron 1-1 en terreno del rojo, con gol de Evaristo Barrera de tiro libre que dejó parado a Fernando Bello, y cuando el partido estaba por terminar, igualó Pedro Valentini al aprovechar un rechazo corto del arquero Juan Bottaso tras tiro de Antonio Sastre. En ese momento se produjo un hecho inesperado: un grupo grande de hinchas de Independiente ingresó al campo de juego para festejar el empate, derribando un sector del alambrado. Fue agredido el zaguero racinguista González y el partido finalizó así, porque Eduardo Forte, el juez del encuentro, lo dio por terminado ante la posibilidad de mayores agresiones.
Dos años después, otro serio incidente se produjo el 5 de julio de 1936, cuando el clásico terminó empatado en un gol. El local abrió la cuenta gracias al formidable Arsenio Erico, que desde el suelo tocó al gol una pelota perdida. La Academia empató por un bombazo de Barrera que venció las manos de Cilenio Cuello a los 5 minutos del primer tiempo. Cuando se jugaban 17 minutos del complemento, un desborde de Orsi terminó con un centro que Erico no pudo conectar porque dos defensores racinguistas lo empujaron y tiraron al piso. El juez —el famoso José Bartolomé Macías— cobró penal. Los hinchas de Racing iniciaron una lluvia de piedras y la policía ingresó al campo de juego, a pedido del árbitro. Gases lacrimógenos (era 1936) y más violencia. Más disturbios, más gases. Década infame. Intolerancia. Locura. Partido suspendido. Los puntos, para Independiente por decisión de la flamante AFA, que tenía un año y medio de existencia, según falló del Tribunal de Penas del martes 14 de julio.
Con el agregado del período 1931-1940 cerró con ventaja para Independiente: 19-16 con 6 empates. El resultado más abultado en la historia del clásico de Avellaneda se produjo el 3 de noviembre de 1940, cuando el rojo goleó por 7-0 a Racing, en un partido que lo dejó al borde del subcampeonato que finalmente consiguió. La Academia llegaba con cuatro triunfos en los últimos cinco partidos y fue apabullada de tal manera que el marcador quedó en la historia.
Para Independiente jugó la línea delantera mítica de esos años, máquina goleadora sin par, que produjo el mayor registro de conversiones en un torneo oficial. Campeón de 1938, hizo 115 goles en 32 partidos, un promedio de 3,60 goles por encuentro, algo inalcanzable. Otro dato curioso fue que Erico erró dos penales contra Racing en esos años. En 1937 lo desvió y en 1938 se lo atajó Capuano.
Esos mismos jugadores de ataque aplastaron a Racing con un recital que alcanzó su punto máximo en el segundo tiempo. La primera parte fue un módico 2-0, gracias a un cabezazo del centrojás Raúl Leguizamón y a otro de Arsenio Erico, tras un tiro de esquina de José Zorrilla. Los últimos 45 minutos fueron un show de Independiente. Una palomita de Zorrilla clavó el 3-0 y dos minutos después fue Vicente de la Mata, tras toques con Erico y con Antonio Sastre. En los últimos cinco minutos, vinieron tres goles seguidos que dejaron al público local en un estado de emoción pocas veces visto. Zorrilla primero, De la Mata después y finalmente Erico, a segundos del final, metiéndose con pelota en el arco del resignado arquero Albino Risso. El rojo se hizo acreedor a la Copa Municipal de Avellaneda.
Había sido una goleada inédita, tan histórica como el 7-1 que le había propinado el bicampeón a Boca Juniors en Avellaneda, el 21 de julio. Dos goles de Antonio Sastre y de Arsenio Erico cada uno, más Leguizamón, Celestino Martínez y un autogol del zaguero Ibáñez armaron la peor goleada sufrida por Boca en toda su historia. El primer clásico de 1940 había terminado empatado en un tanto, con goles de Juan Devizia y de Vicente de la Mata.
En el período 1941-1950 la historia se puede dividir en dos partes. Pobres participaciones en la primera porque no ganaron ningún torneo ni tampoco alcanzaron el subcampeonato. Sin embargo, Independiente se quedaría con el título de 1948 en medio de la huelga de profesionales, sorprendiendo a todos porque Racing tenía un equipo reforzado por cracks de varios clubes y lideró muchas fechas. En cambio, nadie pudo evitar que la Academia se llevara los torneos de 1949 y de 1950 con un cuadro sólido y efectivo.
Con los datos del ciclo 1941-1950 Racing logró pasar al frente porque ganó once de los veinte partidos de la década, contra siete triunfos rojos y tres empates. Por lo tanto, el historial reflejó una ventaja módica albiceleste a fines de 1950: 27 victorias contra 26 de Independiente y 8 empates, el saldo de 61 choques oficiales. Si bien la Academia había estado nueve años sin ganar en terreno rival entre 1934 y 1943, los últimos años cuarenta cambiaron radicalmente la discusión sobre quién era el dueño de Avellaneda.
En el largo y tremendamente exitoso ciclo de Arsenio Erico, el delantero guaraní le metió 19 goles a Racing en los clásicos y se hizo inalcanzable para todos los aspirantes a superarlo. En esa historia lo sigue su compañero Vicente de la Mata (10), compartiendo el segundo lugar con Manuel Seoane (10), el letal artillero rojo que jugó en los años veinte y en los primeros tres torneos del profesionalismo. En Racing se mantiene Llamil Simes (8) arriba, sin que las nuevas figuras pudiesen darle caza. El famoso Orestes Corbatta lo escolta con 7 conquistas clásicas.
Racing le ganó cinco partidos consecutivos como visitante a Independiente entre 1946 y 1950 y repitiría el mismo ciclo de cinco éxitos pero en condición de local entre 1949 y 1953. Fue su época de esplendor. En los cinco encuentros jugados en tierra roja, Racing convirtió 16 goles y fue su mayor registro el festejado 5-2 de 1949, con tantos de Julio Gagliardo, Llamil Simes, Norberto Tucho Méndez y un doblete de Donato Hernández, descontando dos veces Juan Romay. En su propia cancha, la Academia disfrutó más que ninguno el triunfo logrado el 7 de octubre de 1951, cuando venció por 1-0 gracias a Llamil Simes, que venció al arquero Simonetti cuando arrancaba el segundo tiempo. Fue el primer clásico jugado en la nueva cancha de Racing, inaugurada durante la temporada de 1950.
Los años cincuenta (1951-1960) mantuvieron la tendencia levemente favorable a Racing, que logró ganar siete clásicos contra cinco de Independiente junto con ocho empates. Por esa razón, el historial a favor de la Academia se estiró a 34-31 en 81 partidos jugados, con 16 empates. Vale la pena destacar que con la presión que existía durante el clásico, no era tarea sencilla la de ejecutar un penal. Si el enorme paraguayo Erico había errado dos ejecuciones en su época de apogeo, le pasó lo mismo al cordobés Carlos Lacasia con la camiseta roja y también a Osvaldo Cruz, cuyo penal atrapó Negri, mientras que el delantero racinguista Adalberto Rodríguez frustró el gol de penal cuando el arquero rojo Abraham le atajó su disparo.
El más preciso y sereno a la hora de los penales en el clásico fue Orestes Omar Corbatta, el extraordinario puntero derecho albiceleste, que conquistó seis de los siete que tiró, cuatro en su estadio y dos en el campo de su clásico rival. Sin embargo, falló una vez, el 6 de abril de 1958, la tarde en que el segurísimo Julio Cozzi le detuvo su disparo. En la segunda rueda del torneo que ganó Racing después de siete años, la Academia se floreó y venció 4-1 en su cancha, con tantos de Juan José Pizzuti, un penal de Corbatta y dos del mendocino Pedro Manfredini, descontando el extremo izquierdo Cruz.
Corbatta y Cruz, figuras del seleccionado argentino que salió campeón en el torneo Sudamericano de Lima en 1957, se habían ido expulsados el 11 de agosto del mismo año. Parece que había una asignatura pendiente entre ambos. Lo cierto es que Independiente ganaba 3-1 como visitante, el partido se le iba de las manos al árbitro inglés Bert Cross y los dos wines se tomaron a golpes de puño en un costado del campo, siendo inmediatamente expulsados. Luego intervino la policía, que se los llevó detenidos hasta la comisaría más próxima. Tres fechas de suspensión recibieron los punteros pendencieros.
A fuego lento, el clima entre los tradicionales rivales se iba enrareciendo. Racing estaría siete años sin imponerse como local, porque desde 1958 y su festejado 4-1 tuvo que esperar hasta 1965 cuando triunfó 2-0 (goles de Luis Pentrelli y Juan José Yaya Rodríguez). La Academia ganó el torneo de 1961 pero el clásico en su cancha fue un escándalo de grandes proporciones. El 26 de noviembre de ese año, cuando Racing ya llevaba dos semanas festejando el título, el Clásico llegó al estadio albiceleste. Independiente ocupaba un sexto puesto irrelevante. Sin embargo, pareció que había un polvorín en la mente de cada futbolista.
El primer tiempo lo ganó Racing por 1-0. El gol fue obra de Raúl Belén, que apareció libre de marcas y capturó un centro que había enviado Corbatta desde la derecha. El ex hombre de Newell’s metió su zurdazo junto al palo derecho del arquero Osvaldo Toriani. Cuando iban diez minutos de la segunda parte se fue lesionado Rubén Sosa, el destacado delantero y eximio cabeceador de la Academia, que había marcado doce goles en aquel torneo. A la media hora del complemento, tuvo que dejar el defensor racinguista Federico Sacchi el campo, porque estaba muy mareado, producto de un choque de cabezas con un rival. Racing, el campeón, ganaba 1-0 pero quedó 9 contra 11 de su clásico rival y vecino.
Independiente acorraló a los jugadores locales y finalmente en el minuto 34 pudo llegar al empate, porque Edgardo D’Ascenzo tomó un rebote en el poste tras un bombazo de Ramón Abeledo que el arquero Negri había alcanzado a desviar. El gol lo festejaron visceralmente los jugadores y el público rojo. El brasileño João Lanzone se metió en el arco a buscar la pelota para llevarla al medio del campo, pero el defensor Juan Carlos Mesías lo agredió y esa chispa sirvió para que una docena de futbolistas se empujaran, tiraran trompadas y se dijeran de todo.
El reguero violento se trasladó a las tribunas, donde hubo incidentes entre los propios hinchas locales y visitantes y lanzamiento de proyectiles desde la bandeja superior. El juez Juan Brozzi, árbitro internacional, eligió irse al vestuario a través del largo túnel y llamó de urgencia a los dos presidentes de los clubes. Allí procedió a tomar decisiones: les comunicó a los dirigentes líderes de cada equipo que había resuelto expulsar a Mesías, Roberto Blanco y al arquero Negri, además del guardameta suplente local, Ataúlfo Sánchez. De Independiente fueron expulsados el brasileño Lanzone, los uruguayos Tomás Rolan y Alcides Silveyra y el delantero Jorge Vázquez. Tardaron 38 minutos en volver el juez y los pocos jugadores que quedaban.
Como Racing tenía apenas seis hombres, Juan José Pizzuti se calzó el buzo de arquero y el cuarto de hora que se jugó no modificó el resultado porque era claro que nadie tenía intención de aumentar el bochorno de un clásico iracundo y exagerado, donde no se definía nada salvo “el honor” del barrio.
Por esos años los dos clubes de Avellaneda alcanzarían el máximo escalón continental al ganar la Copa Libertadores, y en el caso de Racing, quedarse con la Copa Intercontinental. Fueron campeones del torneo local (Racing en 1961 y 1966, Independiente en 1963, Nacional 1967 y Metropolitano de 1970). Un detalle curioso es que pocas fechas antes de la terminación del torneo de 1963 que se adjudicó el rojo, Racing lo vapuleó por 4-0 como visitante, con una exhibición de poderío ofensivo que mostró a Rubén Sosa y al santiagueño Julio San Lorenzo en sus mejores versiones, conquistando dos goles cada uno.
La intemperancia fue siempre un rasgo de los clásicos y en 1964 produjo tres expulsados cuando el rojo venció en campo académico por 1-0, el 13 de septiembre de ese año. Empujones, alguna trompada, patadas sin pelota, el juez Luis Ventre expulsó a César Menotti, Jorge Maldonado y Miguel Mori por el entrevero, que no terminó bien.
El 13 de mayo de 1965 se produjo otro gran escándalo, cuando los vecinos se midieron en la cancha de la doble visera, por la sexta fecha. Independiente había ganado su segunda Copa Libertadores, pero le había ido muy mal en el torneo, al punto que había cosechado escasos dos puntos en cinco jornadas. Racing había ganado un único partido y tampoco le iba bien. El árbitro designado fue el inflexible Humberto Dellacasa y el partido fue ardoroso y áspero desde el inicio. El primer tiempo lo ganó la Academia por 2-0, gracias a un derechazo de Juan Carlos Rulli y, en el final de la etapa, una avivada de Juan Carlos Cárdenas, el popular Chango, que aprovechó un rebote y superó a Miguel Santoro con un toque corto.
Al minuto del segundo tiempo, Independiente descontó porque David Acevedo concretó un penal que Dellacasa había sancionado por infracción del zaguero Norberto Anido contra el delantero mendocino Roque Avallay. Pasados los 10 minutos del complemento, Anido fue expulsado por demorar el juego cuando ya había sido advertido por el juez. Un minuto después, le tocó irse a Rulli, que le cometió una fuerte falta a Raúl Savoy. Cuando Dellacasa echó a Rulli, varios allegados a Racing lo rodearon e iniciaron una protesta vehemente y agresiva. Parece que hubo insultos y amenazas, porque el árbitro no se amilanó y decidió expulsar a José Omar Pastoriza y al arquero Luis Carrizo, pasando Cárdenas a ocupar el arco.
Cuando iban 20 minutos, Dellacasa cobró otro penal para el dueño de casa. Vio falta de Oscar Martín contra Raúl Bernao, y expulsó al defensor de Racing por su brusquedad. Acevedo convirtió el penal y no pudo seguir el juego, porque dos hombres de la Academia avisaron que estaban lesionados y el árbitro entendió que se estaban burlando de él. Final, 2-2. Lo curioso es que el Tribunal de Penas de AFA resolvió que el partido continuara pero eso nunca ocurrió. Y además, suspendió al árbitro Dellacasa, que recién volvería a dirigir en la fecha 18, el partido que Boca le ganó a Vélez en Liniers. En la revancha ganó Racing por 2 a 0, pero el rojo terminaría con nueve hombres por expulsiones de Bernao y Savoy.
En 1966 la Academia produjo la notable campaña que le permitió ser campeón con Juan José Pizzuti como entrenador y durante 1967 ganar la Libertadores y la Intercontinental. Aquel equipo arrasador con una impresionante vocación ofensiva ganó 2-0 en cancha roja (goles del retornado Humberto Maschio y de Jaime Martinoli, de tiro libre) y hubo empate en tres goles cuando Racing ya se había consagrado campeón.
En 1967 ambos fueron animadores del torneo Metropolitano, con el detalle de que Racing, al mismo tiempo, estaba disputando la Copa Libertadores más extenuante de la historia, porque para llegar a la final contra Nacional de Montevideo tuvo que jugar 17 partidos antes de los tres encuentros finales. El primer Metro de la historia se hizo en dos zonas. Racing ganó la zona A y debió eliminarse en semifinales contra Independiente, escolta de Platense en la zona B. Se sorteó la localía y le tocó a la Academia ser anfitrión. El partido fue durísimo, empataron sin goles, y en el suplementario Racing estableció la diferencia al imponerse 2-0. Un cabezazo de Humberto Maschio y otro de Norberto Raffo le dieron el triunfo y el pase a la final, en la que sucumbió ante Estudiantes de La Plata, el gran equipo de Osvaldo Zubeldía.
En aquella final del Metropolitano, Racing presentó un equipo con varios suplentes, porque días después jugaba las finales de la Libertadores y por esa razón llegó debilitado. Fue lo inverso de lo que ocurrió en el torneo Nacional de ese mismo año: campeón del mundo por haber derrotado al áspero Celtic escocés en Montevideo, Racing cerró la temporada visitando al rojo, que tenía que ganar para salir campeón del Nacional. Una multitud acudió al estadio y el público de Independiente aplaudió de pie cuando cuatro adolescentes que llevaban la tarima donde se ubicaba la Copa Libertadores, ganada por su rival histórico, recorrió todo el campo de juego. Era otro país, sin dudas.
En ese encuentro Independiente ganó 4-0. Arrasó a Racing en el segundo tiempo y mantuvo la diferencia de dos puntos sobre Estudiantes de La Plata, que fue subcampeón invicto. A los dos minutos del complemento, el juez Duval Goicoechea cobró penal ante una falta de Rodolfo Vilanova sobre Luis Artime, y Aníbal Tarabini fusiló a Agustín Cejas. Cuando el gran goleador que fue Artime concretó el segundo gol ocho minutos más adelante, Racing ya no tenía resto físico. Otro tanto de Artime y uno de Raúl Armando Savoy cerraron la goleada ante la fiesta del público local.
El historial de los años entre 1961 y 1970 reflejó la paridad de aquel momento: 25 choques, con ocho triunfos de cada uno y nueve empates. Entonces, el registro desde 1910 quedó con ventaja para Racing (42-39) y 25 empates. La década se cerró con el Metropolitano de 1970 y nuevamente el Clásico de Avellaneda los hizo encontrarse en la última fecha. El 27 de julio de ese año, Racing recibió a Independiente, sabiendo que ganando o con un empate lo dejaba al rojo sin el título y el campeón sería River, que había aplastado al indefenso Unión de Santa Fe el viernes 24. River ganó 6-0 y acrecentó sus chances, porque al hacer media docena de goles sacó una diferencia de (+18) con 42 tantos a favor y los rojos necesitaban ganar por dos tantos de ventaja o vencer de 3-2 para arriba. El clásico de Avellaneda produjo nada menos que 22 expulsiones en la década.
La Academia ya estaba clasificada para el próximo Nacional, en medio de una deslucida campaña con apenas 5 victorias, 11 empates y 3 caídas. El árbitro de este encuentro, como tantos clásicos, fue Humberto Dellacasa y se vendieron más de 34 mil entradas generales. Era lunes laborable, pero la multitud dijo presente. Racing convirtió pronto, porque Jorge Benítez hizo su gol a los 9 minutos, aunque Aníbal Tarabini estampó el empate a los 21. Fue de penal y, tras dos repeticiones, porque el puntero izquierdo de camiseta roja disparó y en ambas ocasiones el arquero Cejas atajó y desvió la pelota. Sin embargo, el inflexible Dellacasa hizo repetir por tercera vez el penal, ya que en las dos anteriores hizo gestos ampulosos explicando el adelantamiento del arquero. Fue consultado el juez después del partido y dijo: “El arquero se adelantó dos veces y lo tuve que hacer patear hasta que se ubicara correctamente. A mí no me interesa la trascendencia del partido, todos son iguales de importantes y el reglamento es muy claro”.
Con los hinchas de Racing enojadísimos y una silbatina enorme, Tarabini metió el tercer intento del penal y puso el empate. Enseguida y a la salida de un córner, el local volvió a convertir, gracias a un tremendo derechazo de Roberto Perfumo que se clavó arriba, a la izquierda del arquero Santoro. Parecía que la Academia ganaría el primer tiempo, pero un zurdazo bajo y esquinado de Eduardo Maglioni selló el empate parcial en dos goles. En la parte final empezaron los roces, las asperezas y cuando faltaba un cuarto de hora Dellacasa expulsó a Carlos Squeo y Ricardo Pavoni por agredirse. A los 36 minutos del complemento, Héctor Yazalde se le escapó a Perfumo y logró el tercer gol rojo, el gol del campeonato, al superar a Cejas con un fuerte derechazo.
Independiente campeón dando la vuelta olímpica en la cancha de Racing fue la foto de todos los diarios. Había hecho lo mismo en 1967 cuando ganó el Nacional, pero en su propio estadio. Sin embargo, faltaban todavía trece años para el festejo más profundo y extraño que los dos que se mencionan aquí. Ocurriría al finalizar el Metropolitano de 1983, justo cuando regresó la democracia a nuestro país. Otro país, justamente. Con burlas, canciones y estribillos para denigrar al rival, casi nada de espíritu deportivo y de respeto por el rival. Otro país que la dictadura cambió para mal.
Los años setenta terminaron con la ventaja numérica de Racing en el historial. Fue una ola de resultados positivos para Independiente, que desde 1972 contó con uno de los mejores jugadores de su historia: Ricardo Enrique Bochini. El crack debutó el 25 de junio en el partido que River le ganó al rojo por 1-0 en el Monumental, y el Bocha no alcanzó a jugar los veinte minutos. En la fecha siguiente estuvo entre los suplentes que designó el entrenador Pedro Dellacha, pero no ingresó, aunque presenció desde el banco el triunfo de Independiente por 2-1 con goles de Víctor Palomba y del uruguayo Ricardo Pavoni, que definió el clásico con un preciso tiro libre.
Bochini enfrentó a Racing por primera vez en el Nacional de 1972 y le convirtió un tanto, tres minutos después de ingresar en reemplazo de Manuel Magán y cuando la Academia vencía por 2-0. El gol conquistado pese al esfuerzo de Ubaldo Fillol, selló el resultado final, en un juego que se calentó al final porque el árbitro Roberto Barreiro expulsó a Pavoni, Della Savia y Cárdenas. En el Metropolitano de 1973 Bochini no fue incluido en ninguno de los dos partidos contra Racing y por primera vez completó el tiempo completo del clásico cuando Independiente venció 3-1 a su rival el 2 de diciembre, por el Nacional (goles de Daniel Bertoni, Maglioni y Francisco Sá).
El 24 de marzo de 1974 el 10 fue la gran figura en el triunfo por 4-1 jugado en la Doble Visera, con un tanto de Rubén Galván y el descuento del peruano Mifflin, que decoraron el resultado final. Esa tarde Bochini hizo dos goles antes del cuarto de hora inicial. El primero fue a los 10 minutos, al tomar un rebote en el poste tras un tiro libre del Chivo Pavoni y definir con la derecha en el arco de la tribuna visitante. Cuatro minutos después, tras un tiro de Ruiz Moreno que el arquero Guibaudo no pudo retener, la pelota volvió al medio del área y el Bocha tocó suave con zurda para el 2-0. Descontó Mifflin, aumentó Galván y en la segunda parte, Bochini hizo su tercer tanto al ubicar con precisión la pelota junto al palo derecho del desesperado arquero, después de pasar la pelota de un pie a otro y definir maravillosamente. Una tarde para el recuerdo del hincha rojo.
La superioridad de Independiente en los años setenta fue notable. En la cancha del rojo, la Academia ganó por última vez en 1967 y luego venció, siendo Independiente local en la famosa Bombonera, durante el Nacional de 1969. Pasó una década y recién pudo imponerse en 1979, en otro accidentado clásico que se jugó una parte en Avellaneda y la otra en la Boca. Como local, Racing había vencido en 1968 y repitió recién en la primera fecha de 1975, en el Nacional, cuando lo hizo por 5-4, con cuatro goles del pampeano Alberto Jorge, que convirtió tres penales. Bochini sufrió el arbitraje de Humberto Dellacasa y fue expulsado sobre el final por insultar al juez. Entre 1975 y 1988, Racing le ganó una sola vez más al rojo como local: fue en 1978 por 3-2.
En el lapso entre 1971 y 1980, el historial cambia abruptamente. Fueron 31 partidos, dos jugados en las canchas neutrales de San Lorenzo (el Rojo venció 2-1) y en Boca (éxito de Racing 2-1) y el resto en Avellaneda. Independiente ganó 16 (7 en el campo albiceleste) y Racing apenas triunfó en cuatro ocasiones, quedando 11 empates registrados. Con la enorme diferencia 16-4, el cuadro donde debutó Bochini en 1972 pasó al frente y se situó para el Año Nuevo de 1980 en 55 victorias contra 46 de Racing y 36 empates. La distancia fue y es, hasta hoy, indescontable. Y por el contrario, se ha ampliado mucho más.
El detalle adicional de Ricardo Bochini es que le convirtió ocho goles en torneos de AFA a Racing, el último tanto lo hizo el 30 de noviembre de 1986, en un muy atractivo clásico que quedó empatado en dos goles. Bochini hizo siete de sus goles en la cancha de Independiente, porque el primero lo había convertido en el territorio neutral de la Bombonera, en 1972. Nunca le conquistó un gol en Racing en el estadio Presidente Perón. Pero además, tendría gran influencia también en los números finales de los años noventa, porque el Bocha siguió vistiendo la camiseta roja hasta 1991.
En los años ochenta aumentó la ventaja de Independiente en el clásico de Avellaneda. Se midieron 19 ocasiones y los empates fueron mayoritarios: igualaron 9 partidos, 7 en la vieja cancha del rojo, aunque en 1989 definieron por penales porque en ese torneo se premiaba con un punto más a quien acertaba los tiros desde los doce pasos. Le tocó a Independiente, que superó por 4 penales a 1 a su rival, destacándose el arquero uruguayo Eduardo Pereira, que atajó dos envíos. Racing tuvo su cancha cerrada o clausurada en los años previos a su traumático descenso a la vieja Primera B, donde sufrió durante dos temporadas antes de regresar a Primera. En esos cinco partidos en los que jugó de local en Vélez (2), Boca (2) y Huracán ante su vecino, apenas pudo rescatar un empate y sufrió cuatro derrotas, entre 1981 y 1983. Racing ganó cuatro partidos y la distancia se agrandó, pasando a ser para fines de 1990 de 61 a 50 partidos para el rojo.
El 22 de diciembre de 1983 se produjo un hecho increíble. Independiente se consagró campeón en su cancha, con su público que festejó por partida doble, porque le ganó el clásico a Racing por 2-0 y además, el cuadro de Avellaneda se fue al descenso. Si bien es cierto que la Academia había bajado en la fecha anterior al caer 4-3 ante el Racing cordobés en su propio estadio, el sorteo del fixture los ubicó para enfrentarse en la última jornada. Racing había descendido lo mismo que Nueva Chicago en la penúltima fecha y presentó un equipo con varios juveniles con el plus emocional que significó despedirse de Primera A por única vez en su historia, ya que se mantenía allí desde 1911. Para hacerlo todavía más shockeante, en el banco estaba sentado como entrenador uno de sus máximos emblemas, Juan José Pizzuti.
El país estaba conmocionado, había regresado la Democracia, Raúl Alfonsín era el nuevo presidente constitucional y la dictadura era una sombra pesada sobre todos los argentinos. El poder de los que destruyeron todo a su paso aún estaba lejos de perder consistencia. El flamante mandamás era hincha de Independiente y también celebró, a su manera, el título rojo. La fiesta roja arrancó en el primer tiempo cuando Ricardo Giusti ingresó por la derecha y cruzó su remate que no pudo atrapar Carlos Rodríguez, el arquero académico.
A los 5 minutos del segundo tiempo, Enzo Trossero cortó un pase en la mediacancha y avanzó derechito hacia el arco de la visera. Nadie lo marcó, gambeteó a un rival y sacó un zurdazo esquinado y bajo que llegó a la red. Telón para el partido, apertura de fiesta para los hinchas. Ni en los sueños más agradables el simpatizante rojo hubiera imaginado una tarde como esa. Campeón, vuelta olímpica y Racing a Primera B.
El regreso de la Academia se produjo para el campeonato de 1986/87, cuando ya la AFA había creado la Primera B Nacional y se había corrido el calendario organizando los torneos de invierno a invierno con la supuesta expectativa de unificarlo con los países europeos, pensando en la gran cantidad de transferencias al fútbol de esas latitudes, algo que efectivamente ocurrió, cada vez más masivamente.
La reivindicación de Racing se produjo en su retorno, porque logró empatar los dos juegos con Independiente, el primero en un aburrido encuentro sin goles en su estadio y la revancha en terreno rojo, en un partidazo que terminó 2-2: el entrerriano Medina Bello abrió el marcador, lo empató José Percudani y dos minutos después Bochini convertiría su último gol a Racing, en una jugada que dejó su recuerdo visual para siempre. Por la calidad en la definición y por la manera de festejarlo. Apilada de Alejandro Barberón por la izquierda y antes de ingresar al área, la pelota se desvía y le queda al Bocha. En una fracción de segundo y rodeado de defensores, la dominó, se colocó para pegarle de derecha y sacó un inverosímil tiro bombeado que cayó junto al ángulo izquierdo de Miguel Wirzt, que voló pero no pudo llegar. En el final, el uruguayo Ítalo Ortiz selló el empate, que también se festejó como mandaba la historia del clásico de Avellaneda.
La última década del Siglo XX evidenció que ambos se habían acostumbrado a arriesgar bastante menos de lo que demandaban los colores. Racing siguió padeciendo no poder ganar un torneo, además de los problemas dirigenciales y la privatización del club. El período 1991-2000 fue el show del empate. Doce de los veinte clásicos terminaron igualados, Independiente ganó seis veces y la Academia lo hizo apenas en dos oportunidades. Racing pasaría once años sin vencer a su vecino como local entre 1993 (1-0 con gol del malogrado Adrián De Vicente) y 2004 (3-1 en Lanús, con doblete de Gastón Fernández y uno de Lisandro López, descontó Juan Eluchans).
También la sequía alcanzó a Independiente, que pasó 14 años sin imponerse en su estadio a la Academia. Desde aquel festejado 2-0 de 1983 hasta el 2-0 de 1997, con goles de Francisco Guerrero y Gustavo Reggi. Lo increíble es en el medio hubo ¡¡¡once empates seguidos!!! y ninguno ganó el clásico. En cancha roja, Racing recuperó el triunfo en 1998 cuando lo hizo por 3-1, con tantos del Chelo Delgado, Bezombe y Matute Morales, descontando Raúl Cascini. Se jugó en dos noches, porque hubo corte de luz. Cuando terminó el Siglo XX la estadística registraba 67 victorias de Independiente contra 52 de Racing y 57 empates. Jugando el clásico de Avellaneda desde 1910, la tendencia hacia la supremacía roja se afirmaba claramente.
En el inicio del nuevo milenio, los dos alcanzaron sendos campeonatos. Racing se quitó de encima la larguísima cadena de humillaciones y los 35 años sin quedarse con un torneo argentino. El Apertura de 2001 lo encontró ganador tras una pelea mano a mano con River, al que finalmente superó por un punto. Quizás ese punto haya sido el que la Academia consiguió en el inicio del campeonato, en la segunda fecha, cuando el 26 de agosto el zaguero Gabriel Loeschbor fue a cabecear al área de Independiente y anticipó al arquero Ariel Rocha, que había salido a destiempo. Iban 45 minutos del segundo tiempo y fue el empate académico. Una enorme cucharada de optimismo y de confianza en luchar hasta el final.
Independiente ganaría el torneo Apertura 2002, un año después que su clásico rival. Sería un equipo muy diferente al gasolero cuadro de Mostaza Merlo, que necesitaba un esfuerzo adicional para ganar cada partido. Aquel equipo rojo de Américo Gallego era lujoso, contundente y con muchas variantes ofensivas. Hizo 48 goles, 14 más que la Academia el año anterior. Y en el choque barrial fue demoledor. Se encontraron el 19 de agosto de 2002 en el Monumental, designado como terreno neutral por la violencia del momento.
Con un marco multitudinario, Independiente hizo el primer gol a través de Leonel Ríos, que tocó al arco vacío tras un centro desde la izquierda que había lanzado Pablo Guiñazú. La temprana expulsión de Gabriel Milito descolocó al cuadro rojo y enseguida llegó el empate con una estupenda palomita de Sebastián Romero. A continuación, el juez anuló un tanto válido de Maxi Estévez por un supuesto fuera de juego. Con dominio claro de Racing, el futuro campeón lo fulminó con un contraataque que lideró Montenegro y que definió Andrés Silvera con un suave toque a la red. Sorpresa.
En la segunda parte se equiparó el número con la expulsión de Maxi Estévez y los rojos no perdonaron. Dos ataques por la izquierda terminaron con sendos bombazos de Montenegro y el partido lo ganó el futuro campeón por 4-1. Una contundencia impresionante. Con el mismo entrenador campeón de 2002, Independiente afrontó su lucha para no descender en 2013, pero Américo Gallego no llegó al final del torneo. Justamente, y bajo su conducción, pudo derrotar a Racing como local por 2-0, con tantos de Leonel Miranda y de Jonathan Santana.
Racing demoró catorce años en ganar en la cancha de su rival. Había vencido en 2001 con un penal que concretó Estévez y recién volvería a hacerlo en 2015 (ya en el nuevo estadio) con tantos de Gustavo Bou y de Oscar Romero. Desde 2001 hasta 2010, Independiente amplió su ventaja al imponerse en once partidos contra tres de su rival y siete empates. La diferencia a fines de 2010 llegó a 22 victorias (78-56) con 63 empates. Y para lo que se lleva jugado de la segunda década del milenio, el rojo se ha alejado todavía más. Desde 2011 lleva 7-5 de ventaja con tres empates. Entonces, en la suma general de 212 clásicos, Independiente reúne 84 victorias y Racing 61, con 67 empates.
Claro que la historia no termina en los partidos por los campeonatos locales. Han jugado infinidad de amistosos, pero lo realmente valioso son los encuentros por Copas nacionales y las que disputaron en el ámbito de la Conmebol. Suman 16 partidos entre la Copa Competencia de 1917, la Copa de Honor de 1917 y 1918, otra vez la Competencia de 1925 (cuatro partidos en terreno neutral) y 1926, además dos choques por la Copa Adrián Béccar Varela en 1934.
Fueron siete empates, cuatro triunfos del rojo y dos de la Academia. En 1925 hicieron cuatro clásicos por la Copa Competencia entre el 18 de enero de 1925 y el 8 de febrero, con tres empates sin goles y no presentación de Racing en el último partido. Las explicaciones del faltazo de Racing para el cuarto desempate ante su rival barrial se explican en el impecable libro de Luis Fernando Passo Viola La historia del primer más grande al señalar que: “Ante la reiteración de empates y considerando los intensos calores sufridos por sus jugadores, la Comisión Directiva de Racing decide retirar su equipo del torneo por estar en desacuerdo con la Asociación Argentina de hacer jugar un cuarto partido de desempate. De este modo se clasifica Independiente que no presentó protestas a pesar de la situación anómala vivida por ambos contendientes. Como se desprende de la cantidad de público y las recaudaciones, fueron disminuyendo por la misma razón”.
La Copa Competencia de 1934 los tuvo como clásico en semifinales. Quien ganase el duelo, jugaría la final contra Central Córdoba de Rosario. Tuvieron que jugar dos partidos. El 28 de enero, empataron en tres goles: doblete de Zorrilla para el rojo, descuento de Fassora y empate de Conidares, que llevaron el partido al suplementario. Ahí, Fassora puso el 3-2 para Racing y lo empató el wing Vicente Rojas en el final. Hubo que jugar otro encuentro.
El desempate se disputó el 4 de febrero y fue goleada racinguista. Se midieron en la vieja cancha de Alvear y Tagle, en Palermo. Antonio Sastre adelantó a Independiente, pero Demetrio Conidares jugó el partido de su vida. Hizo cuatro goles y se convirtió en el villano del rojo. Racing avanzó a la final pero cuando iba empatando 2-2 con Central Córdoba sus jugadores no dejaron que se ejecutara un penal para los rosarinos y el partido se suspendió. La Liga Argentina decidió proclamar campeón al cuadro rosarino donde brillaba Gabino Sosa.
En torneos internacionales solamente se encontraron en la Supercopa Sudamericana de 1992. Fue en la primera fase del torneo y Racing se impuso en su cancha, el 2 de octubre. Los goles los hicieron Claudio García y el paraguayo Félix Torres, descontando Adrián Mahía. En la revancha en terreno rojo, el partido finalizó igualado sin tantos y la Academia avanzó a la siguiente fase. En el encuentro desquite todavía se recuerda el tremendo pelotazo que pegó Luis Islas, el arquero de Independiente en el travesaño racinguista, cuando fue a buscar el gol, desesperado, porque ya casi no quedaba tiempo. Racing llegaría a la final pero sería superado por Cruzeiro de Belo Horizonte. Todavía no se han enfrentado por la Copa Libertadores y tampoco lo han hecho por la Copa Argentina. Ya llegará el momento, seguramente.