Con 25 años, Unsain es el arquero y el capitán de Defensa y Justicia, un equipo que con un estilo definido se volvió protagonista. A veces señalado por arriesgar desde el arco, dice que “el error está demasiado condenado y los aciertos son muy poco valorados”.
-¿Qué se siente volver a jugar después de un parate inédito?
-A esta profesión la elegimos desde muy chicos. Cuando pisamos una cancha de fútbol, cuando nos ponemos los botines y los guantes, nos sentimos muy bien. Es para lo que vivimos. Cuando nos tocó volver a entrenar fue un alivio grandísimo: nos volvimos a sentir jugadores de fútbol. Y después, cuando retomamos la competencia, la sensación fue más grande. Ya estamos nuevamente en nuestra normalidad.
-¿Cuáles son los secretos de Defensa y Justicia para que haya jugado por quinto año seguido una copa, y este su primera Libertadores?
-Es adquirir jugadores que tengan ganas de crecer, hambre de gloria, que sepan que formamos parte de un club con una historia pequeña pero con muchas páginas por escribir. Y después, la idea de juego aporta lo suyo. Nos sabemos competitivos en base a saber cómo jugamos, a cómo salimos a la cancha fin de semana tras fin de semana. El club se encarga de contratar jugadores y entrenadores acordes a esa idiosincrasia de Defensa. Eso nos llevó a competir por el torneo y en copas internacionales. Si lo entendemos, el crecimiento no caduca. Muchas veces he decidido quedarme en Defensa no por la comodidad, sino por la competitividad. No encuentro muchos equipos en Argentina que compitan como Defensa. Estuvimos a la altura de lo que es competir en una Libertadores, no merecimos quedar eliminados. Hicimos un esfuerzo enorme que no alcanzó.
-¿Cuánto tiene que ver Christian Bragarnik, el representante más poderoso del fútbol argentino, en el armado?
-Está por detrás de un montón de situaciones buenas que pasan en el club, como la contratación de jugadores, pero también hay gente muy capacitada que se encarga de brindar todas las comodidades posibles para que el jugador sólo se encargue de jugar. Llegué hace cuatro años y soy testigo de un crecimiento enorme. El crecimiento ha sido general, y es lo que lo ha puesto a Defensa en lugares tan competitivos. Bragarnik tiene su parte, pero hay gente muy capacitada para que el club siga creciendo.
-¿Cómo es el arquero moderno?
-La tendencia ha recaído en encontrar a arqueros que puedan cumplir muchas facetas del juego: jugar con los pies, buen juego aéreo, que es fundamental, y, obvio, atajar, porque es nuestra función principal. Debajo de los tres palos, el arquero debe ser lo más efectivo posible, pero después también hay que dominar otros registros que el fútbol nos exige, y que nos exigirá, como el juego con los pies y la lectura de juego. Cuando formás parte de equipos como Defensa, necesitás mucha lectura de juego para interceptar jugadas a espaldas de nuestros centrales, para entender que se debe jugar lejos del arco. Después, hay arqueros que no dominan esas facetas y son muy efectivos y determinantes, y quizá más trascendentes.
-Pero se castiga más al que arriesga, porque el gol de Brian Romero ante Delfín que nació de una salida por abajo no tuvo el rebote del error ante Atlético de Tucumán que terminó en el gol en contra tuyo.
-Es una cuestión cultural: en nuestra sociedad se castiga mucho más el error de lo que se condecora el acierto. Me tocó equivocarme con Atlético de Tucumán y la jugada la pasaron en todos los lugares, me llegaron memes. El error está muy condenado en el fútbol argentino. No nos damos cuenta, pero indirectamente atentamos contra la generación de equipos que intentan arriesgar. Si el error se condena tanto, es difícil después tener la personalidad y asumir la responsabilidad de seguir intentando. Los errores se deben marcar y corregir, no trabajo para tener errores, pero el error está demasiado condenado y los aciertos son muy poco valorados. En la balanza, el error pesa muchísimo más y en Argentina se potencia. Está de moda reírse del que se equivoca, hacer memes de futbolistas que erran goles. Eso atenta contra los sistemas de juego y la confianza de los jugadores.
-¿Lo sufrís?
-A cualquier persona le genera algo, es inevitable que no le afecte. Pero está en uno qué cantidad de información deja llegar y qué cantidad de información deja lejos para que no le afecte. Uno se acostumbra a vivir en una sociedad que se burla mucho del que se equivoca, que se ríe mucho del que hace algo mal. Cuando uno tiene las convicciones claras y un entorno armado que te banca, con familia, compañeros, cuerpo técnico, hinchas, las críticas duelen una hora y después se pone en la cabeza que uno es parte de algo mucho más grande, y que eso necesita que uno esté bien, entero, y que pueda salir adelante para darle lo mejor al club.
-“Si ante un error me mortifico o dejo de intentarlo -dijiste-, probablemente no pueda ser quien quiero ser”. Johan Cruyff decía que el fútbol es un juego de errores. Y que el que comete menos, gana.
-El riesgo que corremos es muy alto pero lo asumimos porque es nuestra herramienta más letal para lastimar al rival. No veo motivos para cambiar. Primero, porque es lo que necesita mi equipo. El nosotros siempre está antes que el yo. Siempre. Para formar equipos competitivos en el alto rendimiento primero el equipo y después el lucimiento personal. Después vendrán los sueños y los anhelos personales.
-¿Cómo desarrollás “la capacidad intelectual” que hace a un futbolista “más propenso a tomar buenas decisiones”?
-Trato de leer un poco todos los días. Me levanto muy temprano antes de ir a entrenar y leo algunas páginas. Cuando me disperso, dejo. Todavía estoy leyendo Once anillos, de Phil Jackson, pero tengo más, que tratan del entrenamiento y la concentración. Leer me da fluidez para comunicarme, aprendizaje de cosas que no sabía. Te da la posibilidad de aprender un montón para saber cómo manejarte en lo deportivo, humano y cotidiano. Son herramientas muy útiles. Es por eso que hoy lo hago como una rutina.
-¿Y otras lecturas que no sean deportivas?
-Si usaba parte de mi tiempo para leer, quería matar dos pájaros de un tiro y que la lectura me sirviera para mi carrera. Estos libros me sirven para saber cómo manejarme dentro de un equipo, de una comunidad deportiva. Tengo Legado, el de los All Blacks, escrito por James Kerr; El principio de la presión, de Dave Alred; Formando al líder de un equipo, de Marcelo Roffé; La clave de la concentración, de Fernando Saccone. Hace poco leí Mente fría, corazón caliente, de Tomás de Vedia, ex rugbier de Los Pumas.
-¿Qué tan locos están los arqueros?
-La gente llama loco a alguien al que le hacen un gol y le pega una piña al palo, al que habla solo, al que se tira 50 veces por práctica. Si me dejo guiar por la opinión de mis compañeros, tengo arranques de locura pero no soy como la mayoría de los arqueros, que están locos. Soy de los más “normalitos”. De chico tenía arranques de loquito, de enojos, de patear pelotas y palos, y no suman. Pero se va aprendiendo, se intenta moldear la personalidad sin perder la esencia. Me han retado y enseñado mucho de chico. Los arqueros son locos en relación al concepto de locura de cada persona, que es igual al de normalidad. ¿Qué es normal y qué es loco?
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