Tras el éxodo, los caribeños copan los equipos locales y potencian a la selección. ¿Puede este fenómeno terminar con un argentino en las Ligas Mayores de Estados Unidos?
¡Bola en juego, bola en juego!
¡Corre, Corre!
¡Bótala, bótala!
En un par de minutos los oídos se acostumbran a la tonada caribeña. «Una de las principales cuestiones antes de decidir venir fue que hubiera beisból. No sabíamos el nivel –dice Julio, de 39 años, que mira cómo pitchea su hijo de 10– pero dijimos allá vamos. Mi niño juega desde lo que nosotros llamamos ‘semilla’. A los 4 ya estaba con la pelota. Es bueno: ha ido a los estaduales, jugó para la selección del estado de Aragua». No es un caso. No son dos. No son diez. Cientos de venezolanos copan los pocos clubes de béisbol que hay en Buenos Aires y hacen crecer un deporte que en todo el país apenas pasa los 3000 adeptos. «La mayoría se acerca a través de redes sociales, o por comentario de otro. Por día recibimos cantidad de correos electrónicos de venezolanos que mandan su currículum para jugar acá. No tengo dudas de que, tanto los menores como los que ya están jugando, hacen crecer el nivel deportivo de nuestros clubes», relata Matías Ochoa, secretario de la Liga Metropolitana de Béisbol.
Daom, uno de los equipos con más tradición beisbolera en Argentina, tiene cinco jugadores venezolanos en su roster para el Top Seis. La cifra se repite con los otros clubes metropolitanos que tienen béisbol, como Vélez, Lanús y Comunicaciones.
La historia argentina
En el país, como en la mayoría de las disciplinas, al deporte se lo practica desde finales del siglo XIX. Los primeros registros son de 1888: el diario La Prensa menciona en ese año al que sería el equipo pionero: Buenos Aires Beisbol Club. «El ajedrez de campo», lo definían los medios de la época. En la década del ’30 y el ’40 fue el boom del deporte: Buenos Aires tenía una liga fuerte en la que hasta se jugaba el superclásico entre River y Boca. Casi todos los clubes tenían su novena de béisbol. Con los años esa pasión fue declinando. Hoy sólo hay unos 18 clubes que practican el deporte en todo el país, según señala Diego Beccacece, director del portal www.beisbolargentino.com.ar. Argentina está en el puesto 21° del ranking mundial de la Confederación Mundial de Béisbol y Sóftbol. Pueden parecer el mismo deporte, pero no: en el softbol la pelota es más grande y la cancha más chica, y por eso es más sencillo y se enseña en las clases de Educación Física de algunos colegios. Más allá de ser un deporte con historia, Argentina no es potencia. Este año, en Lima, Perú, por primera vez jugará un Juego Panamericano al que se clasificó por méritos deportivos y no por localía. Fue en una eliminatoria de película ante Brasil, en el Estadio Nacional de Béisbol que está en Ezeiza, camino al Aeropuerto.
Los Falcons de Córdoba y Caracas
A nivel clubes, 2019 también parece fundacional para el béisbol nacional, impulsado por el éxodo venezolano. Por primera vez, un equipo argentino participó de la Serie Latinoamericana, un torneo continental que es de prestigio aunque no está a la altura de la Serie del Caribe, donde compiten los top de América Latina. Para jugar en México viajaron los Falcons de Córdoba, que con otras dos franquicias cordobesas y tres salteñas compiten en la Liga Argentina de Béisbol, una competencia que tiene una estructura semiprofesional, donde unos pocos jugadores cobran un salario. Allí, claro, hay venezolanos. De los 23 beisbolistas que viajaron para representar al Team Argentina en la Serie Latinoamericana, siete eran venezolanos. La diferencia con los argentinos es notoria: tienen experiencia profesional en su país, en alguna otra potencia del Caribe o incluso en las Ligas Mayores de Estados Unidos.
El 26 de enero, día del estreno, Los Falcons lograron un histórico triunfo 1×0 ante los Tobis de Acayucán. La figura fue el lanzador venezolano Yoimer Camacho. La crisis en su país tocaba el punto más alto: habían pasado apenas días desde que Juan Guaidó se autoproclamara presidente de la República Bolivariana. El triunfo se festejó con una bandera de Argentina y, claro, una de Venezuela. «Fue muy lindo conseguir el primer triunfo para el Team Argentina. Eran rivales muy duros. Para nosotros –dice Yoimer Camacho, elegido mejor lanzador de la Serie– fue muy emotivo porque sentíamos que representábamos a un país que había confiado en nosotros como Argentina y al mismo tiempo a Venezuela, en el momento particular que estamos viviendo».Después de ese torneo, Camacho regresó a Miranda a descansar. Sabe que la próxima temporada jugará en México. El béisbol argentino le sirvió como vidriera. Y él fue un faro para otros venezolanos que llegaron sin saber que acá existía el deporte más popular en su tierra. «Como trascendió que estuve jugando de manera profesional en Argentina, muchos compatriotas me preguntan desde Venezuela si les puedo conseguir algún club», dice.
Plantar la semilla de un Ginóbili
Damián Benfatto es jugador y presidente de la subcomisión de béisbol de Ferro. Cuenta que a las redes sociales del club llegan currículums de lanzadores zurdos, o bateadores, o jardineros, con experiencia en tal o cual club que piden un lugar en Caballito. «Acá estamos lejos de cobrar por jugar. De los 18 jugadores que tiene el plantel de Primera de Ferro, hay cinco que son venezolanos. En algunos casos damos facilidad para los pagos de la cuota. O hemos promovido a algunos como entrenadores de las categorías menores porque tienen mucha experiencia, además de que tienen un nivel de juego por encima del promedio», explica.
Donde más impacto genera el éxodo venezolano es en las categorías menores, sobre todo desde que la inmigración mutó de la cabeza de familia al grupo familiar completo. «Para el venezolano es su deporte nacional. A los dos años ya están vinculados con el béisbol, tienen aptitudes que el argentino no tiene naturalmente. Es el mismo proceso que con el fútbol y los chicos acá: detectan el talento, los trabajan y a los 13 ya pintan para estrella. Por eso creo que en los próximos años tendremos un jugador argentino, seguramente extranjero nacionalizado, que jugará en las Grandes Ligas. Será un Ginóbili o un Del Potro para el deporte», cuenta sobre las gradas del Daom Roberto Braccini, presidente de la Fundación Rumi, una organización sin fines de lucro que fomenta la práctica del béisbol en zonas vulnerables del sur de la Ciudad.
El año pasado, el embajador de esa fundación dio una charla en Buenos Aires. Es Omar Vízquel, una referencia del béisbol venezolano, que hizo historia en las Grandes Ligas. Gracias a esa charla fue que Julio se enteró de que existía el Daom, este club donde ahora mira lanzar a su hijo mientras intenta pensar que no está tan lejos de su tierra. «Se extraña –reconoce– pero con estas cosas uno se siente más como en casa».
Criollitos, el equipo vinotinto
En la tercera categoría de la Liga Metropolitana de Béisbol hay un equipo íntegro de venezolanos: Criollos de Venezuela. Se formó en 2013. «Vimos que había muchos compatriotas jugando en varios equipos. Entonces hicimos una reunión y dijimos si hay equipos de dominicanos, de cubanos, de americanos, ¿por qué no uno de venezolanos? Le pusimos así porque la organización principal de béisbol menor en Venezuela se llama Criollitos. Todos de pequeños hemos pasado por alguna escuela que jugaba en esa liga. Fue un homenaje», cuenta Engel Bravo, jugador y delegado de Criollos. Al principio eran sólo 15 jugadores. Ahora tienen dos categorías y suman más de 47. Si bien hay equipos con medio plantel venezolano, o hasta el 80% de venezolanos como Patriots o Astroboy, en Criollos todo el plantel es nacido en Venezuela. «Para nosotros es un espacio de contención. Como un pedazo de nuestra tierra acá en Buenos Aires», resume Bravo.
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