La primera transmisión en directo fue en junio de 1952.
«Siempre pienso -escribió Roberto Fontanarrosa en su libro No te vayas campeón- que si la televisión hubiese sido inventada con la sola finalidad de transmitir fútbol en directo, ya estaría justificada. Ampliamente justificada». Ni hablar, entonces, de los Superclásicos. Encontrar cuál fue el primer River-Boca televisado en directo fue una tarea compleja. Tiempo les arruinó parte del fin de semana a seis historiadores del fútbol, que suelen conocer cada detalle pero no supieron responder de primera a esa pregunta. Oscar Barnade, periodista, miembro del Centro para la Investigación e Historia del Fútbol (CIHF), llegó al dato: fue el 8 de junio de 1952, triunfo 2-1 de Boca como local, con el gol de Herminio «Pierino» González, de penal, después de un gol en contra por lado.
Entre las miles de perlas que esconde la historia del Superclásico muchas incluyen a la pantalla chica: no hay registro de uno de los goles más importantes que se marcaron en un Boca-River. En 1976, en la cancha de Racing, se enfrentaron en una final para definir el campeonato Nacional. Fue la única vez que jugaron una final. Ganó 1-0 Boca, con una avivada de Rubén Suñé, que agarró distraído al Pato Fillol en un tiro libre. Ese gol no existe en el archivo. «Hay teorías conspirativas que no tienen demasiado asidero. Hay gente que dice que el almirante (Carlos) Lacoste, que tenía un alto cargo en FIFA y era hincha de River, hizo desaparecer la cinta. Se cree que al cortar la cinta original para mandar la filmación del gol a los noticieros, se perdió. Hay, por ejemplo, la grabación de un gol anulado a Juanchi Taverna cuando el partido estaba ya 1-0. Hay varias jugadas más. Pero no están las dos más importantes, que es el tiro de Jota Jota López desde la mitad de cancha, que tapó (Hugo) Gatti, y la jugada del gol de Suñé de tiro libre», cuenta Diego Estévez, autor del libro La Final, que reconstruye aquel partido.
Eduardo Forte es uno de los protagonistas anónimos que pasaron por los 200 Superclásicos. Su nombre no dice demasiado, pero es el fotógrafo al que en 1981 se le dispara su flash mientras corre detrás del festejo de Diego Maradona, que ya había dejado en el piso a Fillol y marcado el 3-0 para Boca. Esos flashes quedaron en la memoria porque ese partido se jugó un lluvioso viernes a la noche por pedido de la televisión, ya que el siguiente domingo se transmitía la carrera de Fórmula Uno en el Autódromo de Buenos Aires, en la que Carlos Reutemann terminó segundo.
El milagroso gol de Martín Palermo, que regresaba después de una lesión en su rodilla, se vio en los televisores media hora después de aquel muletazo. Canal 13 transmitía la Copa Libertadores 2000 en diferido para Capital y Gran Buenos Aires porque el club tenía la idea de que la transmisión en directo hacía que mermara la presencia de los hinchas en la cancha. La mayoría de los bosteros lloró por Palermo con 30 minutos de delay. «En un Mundial o en los Juegos Olímpicos es el momento para mostrar lo nuevo en las transmisiones deportivas. Si lo trasladás al fútbol argentino, ese momento es el Superclásico. Un Boca-River es como si fuera el primer programa de la temporada, cuando Tinelli te muestra la nueva escenografía», cuenta José D’Amato, el histórico productor de Fútbol de Primera. Hoy Fox y TNT Sports, los nuevos dueños de los derechos televisivos, serán competencia: se pelearán por hacer la mejor transmisión. Ya anunciaron que desplegarán sus chiches nuevos: drones, más de 20 cámaras y tecnología a estrenar para las repeticiones.
La transmisión del Superclásico llegó a ser tema de Estado. En 2004, los caminos de River y Boca se encontraron en las semifinales de la Libertadores. Por disposición de la Subsecretaría de Seguridad en Espectáculos Futbolísticos que en ese momento manejaba Javier Castrilli, no hubo público visitante en la serie. José María Aguilar, presidente de River, inició gestiones para que pudiera haber visitantes. La opción para que eso suceda era jugar el partido a la tarde. Según contó Aguilar, esa semana recibió el llamado de Héctor Magnetto. «El partido se debe jugar a la noche», sentenció el CEO del Grupo Clarín. En aquel entonces, Canal 13 continuaba con los derechos de los partidos de Boca por la Libertadores.
Cinco años después, en La Bombonera, las dos hinchadas desplegaron telones contra Clarín en el marco de la discusión por la Ley de Medios. «Queremos fútbol gratis por TV», se leía en la cabecera de La Doce. «El fútbol es una pasión, no un curro», apareció en la bandeja que da al Riachuelo. Fue el último antes de que llegue el programa Fútbol para Todos. El primer Superclásico del FpT fue anunciado como una transmisión especial desde agua, tierra y aire. La puesta en escena causó risas y críticas. «Las cámaras y la estética la resolvían Marcelo Araujo, Luis Chela y Julio Ricardo. A nosotros no nos ocupaba la producción, sí la democratización del fútbol, que llegue de manera abierta y gratuita a los hogares», recuerda Gabriel Mariotto, el coordinador del FpT en 2009.
En otro de los históricos duelos por Copa, la televisión también buscó meter la cuchara. Mientras el veedor de la Conmebol, el boliviano Roger Bello, y el árbitro Darío Herrera resolvían qué hacer luego de que los jugadores de River fueran rociados con un gas pimienta que salió de la popular de Boca, un tercero se sumó a la negociación que se daba en el césped de La Bombonera. Era Alejandro Burzaco, el CEO de Torneos, la empresa que tenía los derechos de televisación de la Copa. El próximo 21 de noviembre, en Nueva York, se conocerá la sentencia que le cabe a Burzaco por los sobornos comprobados en el FIFA-Gate. Su presencia aquella vez no pudo evitar que ese partido se suspendiera antes de que arranque el segundo tiempo.
«Boca-River será televisado. Sigue el éxito del fútbol por televisión», fue el anuncio que apareció en el diario El Mundo para el primer Superclásico televisado en 1952. Legión Argentina, una empresa de hojas de afeitar, auspiciaba la transmisión e invitaba «a los que no tienen aparato de televisión a presenciar el partido desde los receptores instalados en la fábrica de Belgrano 1345». Después de 65 años, esos receptores todavía son necesarios.
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