Desde Menotti a Bielsa, el rosarino es un fútbol formativo. Una ciudad futbolizada y la influencia escocesa como claves.
«Pará, pará. Bielsa, Martino y yo somos rosarinos. Los demás son chacareros. Bauza es de Granadero Baigorria y Sampaoli, de Casilda. No mezclemos», chicanea Menotti, del otro lado del teléfono, y después, en serio, ensaya una explicación: «El fútbol en Rosario es un hecho cultural inimaginable. Hay una pasión por el fútbol de la que es muy difícil retirarse, un lugar de desarrollo de pasión que se da en pocos lugares. En Buenos Aires, el fútbol no es tan cerrado y cercano como en Rosario, y eso hace que te exija una comunicación diferente, es muy formativo, hace que sea un debate diario y vivís agonizando todo el día. Además, jugamos mejor que todos porque no vinieron los ingleses, vinieron los escoceses y se pasaban más la pelota».
Sampaoli nació en Casilda, a 70 kilómetros de la ciudad del Monumento a la Bandera. Su cuerpo técnico será numeroso y rosarino: los ayudantes de campo Sebastián Beccacece y Lionel Scaloni, el analista de videos Matías Manna, el preparador físico Jorge Desio y el coordinador general de las juveniles Hermes Desio. Todos, desde diferentes formaciones, se sumaron en distintas etapas. Todos son de Rosario. Sampaoli conservó en la primera citación a Javier Mascherano, subcapitán de Lionel Messi. A ese núcleo duro se suelen sumar, incluso en las entradas en calor de los entrenamientos, otros rosarinos: Ever Banega y Ángel Di María. Mascherano es de San Lorenzo, a 30 kilómetros de Rosario, y salió del Club Renato Cesarini. Allí trabajaron Sampaoli y Beccacece. «A Bauza lo tuve en Central y a Martino en Newell’s», apunta el Indio Jorge Solari, fundador de Renato Cesarini. «Nosotros somos los que empezamos a hacer clínicas en la Argentina. A fines de la década del 80 llamamos a técnicos argentinos y del exterior, como Pacho Maturana, para enseñar metodologías. Por ahí son conceptos que te llevan 20 años aprender, y ahí aceleramos el proceso. Por ejemplo, en Renato empezamos a hacer el trabajo físico y técnico, todo junto».
Mario Giammaría es el presidente de la Asociación Rosarina de Fútbol, que tiene 25 mil jugadores federados. En la ciudad, además, hay seis ligas infantiles no federadas: son equipos con una canchita de siete en un baldío. «Hace 30 años, Rosario aparecía en el imaginario de muchos como un pueblo grande -dice Giammaría-. Las familias traían a los chicos porque les daba temor Buenos Aires. Les parecía más segura. Se llenaban las pensiones. Venían de Santa Fe, del norte de Buenos Aires, del oeste de Córdoba, de Entre Ríos». Gabriel Heinze debutó en Newell’s en 1997 y jugó los Mundiales de Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. Es de Crespo, Entre Ríos, y hoy el entrenador de Argentinos Juniors, líder de la B Nacional. El sociólogo Juan Manuel Sodo, recibido en la Universidad Nacional de Rosario con una tesis deportiva, dice: «Así como en la Guerra Fría hubo una división tácita del mundo, Central agarró todo lo que es el norte del país, como el Negro Palma, de Chaco, Ramón Bóveda, de Formosa, y el Chango Gramajo, de Santiago del Estero, todos exponentes de la época dorada; y Newell’s se quedó con la pampa gringa: Mauricio Pochettino, el Toto Berizzo, Ricardo Lunari». Pochettino debutó en Newell’s en 1988 y jugó la Copa del Mundo de Corea-Japón 2002. Es de Murphy, localidad santafesina, chacarera y agropecuaria. Esta temporada, Pochettino fue subcampeón con el Tottenham inglés de la Premier League y estuvo en la consideración para ser el técnico de la Selección antes de que quede Bauza.
En Rosario no hay doble camiseta: se es hincha del club que se es hincha, sea Central Córdoba o Argentino; desde 1984, con el arquero Juan Carlos Delménico, ningún futbolista jugó en Central y Newell’s; no hay farándula -los jugadores son las estrellas-; y los que van a jugar se suelen enamorar de la ciudad. A esos «efectos de especialidad» llegó Sodo, hincha del Canalla. «Porque ningún fútbol de ninguna ciudad tiene la capacidad de Rosario para sobredeterminar la experiencia de sus habitantes, modular sus maneras de hablar, de vestir, de afectar sus recorridos y sus elecciones». En Casilda, donde aún lo llaman el Zurdo, Sampaoli corría con un walkman en la cintura y la voz en los oídos de las conferencias de Bielsa. También elige la ropa deportiva para salir a la cancha.
El escritor Federico Levín, autor de los ensayos «Los jugadores borrachos» y «El nombre de Ñuls» en la antología De pies a cabeza (Interzona, 2013), dice: «En líneas generales, la ferocidad de la rivalidad entre Newell’s y Central provoca un estado de tensión y paranoia muy pertinente para el conocimiento, para formarse en ese grado de competitividad. Este es el aporte rosarino». En la ciudad hay bares futboleros identificados con los clubes: «Pan y Manteca», leproso, al que iba Martino, y «El Cairo», canalla, del que era habitué Roberto Fontanarrosa. Pero el sociólogo Sodo marca diferencias: «Al hincha de Central no le interesa la Selección, más allá de haber sido sede del Mundial, Menotti y Mario Kempes. La influencia rosarina es «ñubelística»: Bielsa, Martino y ahora Sampaoli. Y lo propiamente es pasar cierto espíritu amateur por un tamiz letrado, desde Isaac Newell, que de algún modo reglamentó el fútbol en Rosario. Newell’s tuvo una escuela, la de Griffa. Bielsa se formó ahí. Martino y Sampaoli son sus derivados: la pasión amateur -letrada- por jugar. Y Bauza fue un paréntesis en esa tradición».
Menotti y Ángel Tulio Zof, otro maestro de fútbol, dirigieron a Central y a Newell’s. Y si los leprosos tuvieron como formador de jugadores en las inferiores a Jorge Griffa, los canallas desenvainaron a Timoteo Griguol. «De Rosario salís con una caparazón importante», le dijo Martino al uruguayo Paolo Montero, actual entrenador de Central. «Una vez hablamos con Sampaoli -recuerda Menotti, antes de irse a su campo-. Me gustó mucho la selección chilena que dirigió. Ha demostrado claridad en sus ideas, y eso es bueno en un entrenador. Me molesta que un entrenador no sepa a qué jugar. Puede gustarte o no la idea, pero que haya una idea. Sampaoli tiene una idea». En Rosario, de alguna manera, fueron técnicos los primeros que jugaron a la pelota; mecánicos británicos que colocaban los rieles de los ferrocarriles a finales del siglo XIX, principios del XX.
–¿Qué es Casilda? -le preguntaron una vez a Sampaoli en Chile.
-Es todo. Mis inicios, mis raíces. Ahí empecé a construir lo que soy hoy. Era muy difícil construir a un técnico que terminó dirigiendo en todos los países que estuve sin el aprendizaje que tuve de mi familia, mi gente, mi ciudad. Hay mucha concentración de locura. Entonces aprendía muchas cosas.
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