El relator de las tres estrellas: Víctor Hugo Morales y 45 años de Mundiales

Por: Andrés Burgo

Debutante en las Copas del Mundo en 1978, es el único narrador que le dio voz a los tres títulos de la Selección. En Qatar dio a entender que, si Messi no llega a 2026, también dejará de transmitir los mundiales.

Es curioso pero «Barrilete cósmico», el relato de Víctor Hugo Morales del segundo gol de Diego Maradona a Inglaterra en México 1986, no fue un éxito inmediato: proviene de una época en la que el fútbol sólo era cuestión de los domingos, no un reality show de siete días a la semana. En 1986, las grandes corporaciones, los jeques árabes y los petrodólares rusos no vislumbraban el negocio. Maradona volvía de Italia y salía por la puerta principal del aeropuerto de Ezeiza. La Selección viajaba en clase turista. Los hinchas no reclamaban protagonismo. No había canales de televisión deportivos 24 horas al día. La inocencia y la pelota se despedían. La música sacra de Víctor Hugo quedó a la espera de ser rescatada por el futuro. «Barrilete cósmico» se masificaría con las nuevas tecnologías. En el Mundial 2006, por ejemplo, esa narración de Víctor Hugo ya era un salmo incorporado a la misa de la Selección. En la previa de los partidos en Alemania, desde los estéreos de los autos de los hinchas argentinos no sonaban canciones sino la voz del uruguayo gritando «de qué planeta viniste».

Algo parecido debería ocurrir en los próximos mundiales con su relato de los últimos minutos de la final contra Francia en Qatar 2022. Si Víctor Hugo habló en el Azteca de «la jugada de todos los tiempos», en el Lusail calificó, también en tiempo presente, a la reacción del Dibu Martínez ante Randal Kolo Muani como «una de las más grandes atajadas de la historia del fútbol».

Pero más allá de su nuevo acierto en las Copas del Mundo –«El Dibu ha hecho una atajada a la que decirle épica es menospreciarla», agregó, con la pelota aún en el aire–, Víctor Hugo también dio a entender que Qatar 2022 tal vez haya sido su último Mundial.

Foto: @VHMok

Ya después de los penales consagratorios, mientras Lionel Messi se aprestaba a levantar la Copa del Mundo, el más grande narrador deportivo rioplatense les dijo a sus oyentes de Relatores y Radio Nacional: «Da mucho gusto empezar a decirle adiós al fútbol y al relato de los campeonatos del mundo. Si Messi dice adiós, nos vamos con él. Te digo adiós fútbol, te digo adiós y gracias fútbol, gracias por las transmisiones, por los mundiales, por este título, por el Diego y por Messi. Te debo tanto que podré caminar eternamente por el desierto, preguntándome cómo te lo pago, y no habrá manera».

Aunque faltan tres años para saber si transmitirá o no en 2026 –y, a la espera de las Eliminatorias que comenzarán en septiembre, Argentina cerrará este lunes ante Indonesia la gira que comenzó el jueves con el triunfo ante Australia–, la duda instalada por Víctor Hugo es una magnífica excusa para recordar su obra en los mundiales. El creador del «barrilete cósmico» cumple en este junio 45 años como banda de sonido rioplatense de las Copas del Mundo. Debutó en Argentina 1978, a tiempo para narrar la primera estrella.

–Solés decir que, más que «barrilete cósmico», de tu relato del gol de Diego a los ingleses te quedás con otra frase que dijiste en ese momento, en tiempo real, «la jugada de todos los tiempos». Ya 36 años después, con la salvada del Dibu Martínez también tuviste una reacción similar: «Una de las más grandes atajadas de la historia del fútbol». ¿Cómo se decodifica que algo histórico acaba de pasar y decirlo al segundo?

–Siempre me quedo disconforme con las jugadas cumbre. Pero fue tal el susto que me pegué… porque la vi gol. Te diría que fue un golpe en el cuerpo, como si fuera un ataque del corazón, una cosa así de fuerte, una implosión del cuerpo. No podía salir de la impresión.

–¿Fue la contracara del «barrilete cósmico», o de la «jugada de todos los tiempos»?

–Se da la cuestión, interesantísima, de que jugadas fundamentales tienen que ver también con lo argentino. El gol más comentado de trampa de la historia del fútbol es el de Diego en el Mundial. El mejor gol, el más bello, es el de Diego, también en ese partido. El más grande quite que yo recuerde de un Mundial es el de Javier Mascherano en Brasil 2014, contra Holanda. Y la más grande atajada es la del Dibu, que supera a la que tuve siempre como la mejor, la de Gordon Banks (inglés) contra Pelé en México 1970. El gol con más toques de un campeonato del mundo había sido el de Cambiasso contra Serbia y Montenegro, en Alemania 2006 (25 toques). Y ahora lo superó el de Julián Álvarez contra Polonia, con una sucesión de 28 pases. Me parece, por lo tanto, que la Argentina tiene este raro privilegio de haber protagonizado las jugadas cumbres de lo que es el ABC del fútbol: el quite, la atajada, el gol, el gol tramposo, el gol colectivo.

–En medio de la emoción cuando terminó la final, todavía en el Lusail de Doha, diste a entender que, si Messi no llega a 2026, tal vez hasta acá llegaste en los mundiales.

–Podría tener el pretexto de decir «si Messi se iba y no se va, yo, que me iba con él, no me voy». A la vez, en 2026 voy a tener 79 años. Hay un milagro en mi vida y lo agradezco todos los días: tener la voz como la tengo todavía. Es un milagro. Pero también va a haber un deterioro. Yo nunca voy a relatar si no puedo sentir que lo hago mejor que antes. Si me escuchás relatar un domingo de éstos, te vas a asombrar, no de la calidad del relato –porque eso yo no lo podría decir–, pero sí de que soy el mismo de hace 40 años. Y esto es lo que me propongo: no voy a relatar sin ver bien a los jugadores, sin acertarle a sus nombres, sin tener continuidad ni fuerza física para perseguir la pelota todo el tiempo. Así que si Messi volviera a jugar un Mundial y se diera la casualidad que se dio esta vez, que yo creo que es irrepetible –estaba en radio Nacional y radio Nacional tenía los derechos–, yo creo que no voy a relatar el Mundial. El compromiso de no relatar lo hubiera cerrado todo, pero no puedo porque yo relato para mis amigos en Relatores, lo hago ad honorem, sin cobrarles, porque fue mi manera de compensar que fueron echados cuando me echaron a mí de la radio en donde estábamos. Cuando ellos armaron la plataforma, yo dije «cuenten conmigo, yo les relato aunque sea una vez por semana», y desde entonces lo estoy cumpliendo. Si no fuera por este detalle, te digo que a lo mejor yo volvía de Qatar y ya no relataba más. Mi íntimo deseo podría haber sido: el Mundial era un buen cierre, me salió bien. Pero luego está el hecho de decirles a mis compañeros, «mirá, me viene bien cerrar todo», y dejarlos sin el aporte que significa que ellos puedan todavía vender el fútbol, entrar a una radio, con la fuerza que mi nombre dentro del fútbol puede tener.

–¿Cuál es tu primer recuerdo de los mundiales como hincha?

–El relato de Carlos Solé del Mundial Suiza 54, pero sin detalles, era niño, muy niño (tenía seis años). A la vez, recordar cómo las radios uruguayas pasaban el gol del Maracanazo, de cuatro años atrás, el de Alcides Ghiggia en la final de 1950. Luego, haber sido muy hincha de Brasil en el Mundial Suecia 58, y de haber escuchado los partidos fanáticamente. Ese Mundial 58 lo viví con intensidad brasileña.

–Tu historia en los mundiales como relator arranca en Argentina 1978.

–Yo estaba muy frustrado con el Mundial anterior, el de Alemania 74: era el primero que debía relatar y no pudimos porque la radio no tenía los derechos. Del 78, que lo transmití acá, estoy repleto de imágenes: hice un relato muy argentino para Uruguay en un tiempo de mayor rivalidad que ahora, con lo cual tuve reproches uruguayos por mi fanatismo por la Argentina. Yo había escrito, antes de viajar a Buenos Aires, «me voy a la Argentina a verlo campeón». Y en el partido contra Perú, el 6 a 0, se ve que el relato me salió apasionadamente argentino, lo cual me parece natural, pero la rivalidad con Uruguay determinó que hubiera muchas críticas. Era un tiempo distinto. Ahora, estoy seguro, en Uruguay ya no hacen fuerza para que Argentina pierda. Pero entonces escribí una nota en la que les reproché a los uruguayos criticarme porque estaba a favor de la Argentina. Lo recuerdo muy bien por el impacto emocional que significaba poner cosas bastante duras: ¿qué teníamos que ver (los uruguayos) con otros países? ¿Por qué deberían apoyar a países europeos?

–Alguna vez dijiste que «Gracias por estas lágrimas, por este Argentina 2-Inglaterra 0», no fue la única vez que lloraste en tus relatos en los mundiales.

–Me pasó también en otros dos partidos. Uno fue Brasil-Italia, en España 1982. Yo hinchaba mucho por ese Brasil, me había hecho hincha del equipo, creo que es el mejor Brasil de la historia, mejor que el del 70, y me mortificó muchísimo la derrota (3 a 2). Y eso que Italia es el país que yo más amo fuera de los nuestros, pero la forma en que perdió Brasil me parecía muy injusta y miré una tribuna del estadio, que era toda amarilla, y pensé en lo que sería el dolor de los brasileños. Ahí se me cayeron las lágrimas. Y el otro es del Mundial de México, en 1986, cuando Uruguay pierde 6 a 1 contra Dinamarca y se arruina el equipo uruguayo, que era fabuloso, posiblemente el mejor que haya existido. Pero además esa derrota tenía mucho de la discusión futbolera en la que yo estaba metido, que era la nuestra versus el colectivismo, el individualismo versus el colectivismo, un poco político como punto de vista. Empecé a darme máquina con la mentira que significa que vos sumas individualidades y con eso te tiene que alcanzar: yo confiaba en lo colectivo, así que lloré por una cuestión de bronca, que también es un tipo de emoción, pero no como la tristeza que sentí por los brasileños ni por la grandeza que sentí en el gol de Diego. Era la emoción de la bronca de lo que yo entendía como tanta mentira. Era un dolor político deportivo.

–Transmitiste en Qatar luego de dos mundiales en los que, a falta de poder relatar, hiciste «De Zurda», el programa con Diego.

–A este Mundial, el de Qatar, no iba a ir, no estaba contemplado. En 2014 y 2018, Torneos y Competencias me dejó afuera con habilidad, con la trampa de los derechos. La jugada de Torneos era «bueno, vendemos los derechos, ¿cuánto valen?». La radio donde yo estaba decía «250 mil dólares», Torneos decía que no, y la radio declinaba. Pero después Torneos los daba, no por 200, no por 80: los dieron gratis a algunas radios. Y en el medio me habían sacado de encima. Luego repitieron el plato en el 2018, que yo estaba con Relatores, nada más. Ahora, en 2022, fue una casualidad y mucha suerte: con Relatores estábamos en Radio Nacional, justo tenían los derechos, y me mandó la plataforma, que hizo un gran sacrificio, algo memorable, porque hasta llevamos pagando con nuestro dinero, el de mis compañeros, al técnico de la radio. La verdad es que la radio (Nacional) poco pudo aportar, estaban muy abocados a la TV. Se generó un hecho un poco doloroso porque yo lo dije, como todas las cosas que me pasan. No quería herir a nadie pero la verdad es la verdad: estábamos allí, sin comentarista, sin un periodista de la radio, y la televisión había llevado a 30 personas. Yo era hincha de la Televisión Pública, por supuesto, y estoy muy contento porque ganaron en el rating y también ganaron plata, fue fantástico, pero lo de la radio fue así.

–¿Qué te dejó la Selección en Qatar?

–Como siempre me pasa, yo había ido a contracorriente de un periodismo deportivo que había atacado a la Selección, para mí sin justificación. Me caía bien Scaloni, siempre fui Messista. Sólo no toco a Maradona pero, hasta el límite de Diego, Messi siempre me pareció víctima de grandes injusticias, además de una maravillosa persona. Y también, claro, era hincha de los aciertos que uno va teniendo. Me había pasado con el gol de Diego, porque en ese relato yo sentí también que había tenido razón: había dicho que la Argentina iba a estar entre los cuatro mejores y, al ganarle a Inglaterra, avanzó a las semifinales de México. En Qatar también fue un Mundial de muchos aciertos periodísticos. En el primer partido, contra Arabia Saudita, no me pareció otra cosa que injusto el resultado, cosas que pasan en el fútbol, que tienen que pasar alguna vez y bueno, le pasó a la Argentina. Seguí creyendo para el partido contra México. Me preguntaron si haría cambios y dije que el único que me importaría sería el de Julián Álvarez, pero que no lo iban a hacer porque yo pensaba que Lautaro Martínez era insacable. Si era el goleador.

–Y sin embargo, Scaloni lo hizo.

–Siempre me pareció un mérito muy importante. Y también me gustó el grupo en lo poco traumático que fue cuando sustituyeron a Lautaro y a Leandro Paredes. Jugadores fetiches del equipo, y no se armó lío: eso me pareció bien del plantel, lo hacía querible. Cuando terminó el primer partido, había un periodista al lado mío que había sido «contra» de la Selección. Nos miramos justo y a mí me da por decirle «no le pegues, mirá que no está dicha la última palabra». Y efectivamente, para el partido contra México, yo pensé que la Argentina iba a estar mejor, y estuvo mejor. Cuando se juega con Holanda ya había certezas de que la Selección podía ganar. Y también contra Francia. Algunos decían que ellos eran los favoritos, y para mí no, porque había visto la semifinal de Francia y Marruecos le había llegado mucho, como 10 veces. Entonces, con Messi, íbamos a tener muchas más posibilidades. La idea de tener razón fue parte de mi felicidad en el Mundial, uno se siente fortalecido.

–Ojalá relates en 2026, y también en 2030, pero ese final de transmisión contra Francia suena tan redondo…

–He tenido mucha suerte. He ligado en mi condición de relator, desde el gol de Diego hasta acá. Yo soy la única voz del mundo que relató todos los triunfos de Argentina: estuve en el Mundial 78, en el Mundial 86, en la final del Mundial 90, en el título olímpico de Atenas 2004 y ahora en Qatar 2022. Y también en el Mundial Juvenil 1979, el que ganó Diego en Japón. Y sumale que relaté el más grande triunfo deportivo de Argentina en su historia, que es el básquet, a Estados Unidos, también en los Juegos Olímpicos de 2004. Yo me había despedido de Uruguay en el Mundialito (verano de 1981), que ganó Uruguay. Entonces creo que, cuando digo que soy una consecuencia de un golpe de suerte, lo digo con absoluta sinceridad. He tenido una suerte colosal. Cuando digo «vida, no me debés nada», me refiero a eso: no me debe nada, es una cosa increíble.

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