El golf pelea contra los «ciudadanos de segunda»

Por: Roberto Parrottino

La agresión física y los gritos clasistas, elitistas y racistas de una pareja de golfistas matriculados a un par de turistas en un campo de Pinamar ocurrieron en medio de una imprevisible batalla judicial entre cientos de caddies y los clubes en los que trabajan en negro, bajo “relación de dependencia encubierta”.

Roberto De Vicenzo jugó a los 15 años el primer torneo profesional de golf con zapatillas de goma, antes de que el empresario inglés al que le hacía de caddie en el hoy Club Mitre de Villa Maipú -Miguelete, por la estación del tren- le consiguiera trabajo en el ferrocarril. De Vicenzo había empezado como caddie y pelotero a los ocho años. Vivía en la casa de la calle Cuenca 8751, justo frente al club. Quinto de ocho hermanos, madre muerta cuando él tenía diez años, su padre, pintor de brocha gorda, lo llevaba a trabajar con él. Nueve títulos en el Abierto Argentino -máximo ganador-, 74 Grandes Premios (seis en el PGA Tour), nueve Abiertos de Europa, el major del Abierto Británico 1967 y 35 años entre los diez primeros del mundo, es el mejor golfista de América Latina, sinónimo de golf en Argentina. “Al golf -dijo De Vicenzo, fallecido en 2017, a los 94 años- se juega por dos motivos: para bajar la panza o para llenarla”. Los mejores golfistas argentinos de la historia (De Vicenzo, Vicente “El Chino” Fernández, Eduardo “El Gato” Romero, Ángel “El Pato” Cabrera, José Cóceres) se hicieron de abajo: por carencias y necesidades, arrastraron palos de golf. Fueron caddies.

“Negras ratas, no conocen la diferencia entre la playa y un campo de golf. ¡Vayan a tomar mates al conurbano! Esto no es Ostende. ¡Pagamos 50 mil dólares por estar acá!”, les gritaron Mariano Girini y Celeste López a Silvia Lo’Presti y una amiga, quienes el 19 de noviembre pasado tomaban mate en un paseo del club privado de golf Links Pinamar, de la ciudad costera. Girini y López las habían agredido primero tirándoles pelotitas. Después, López le pegó a Lo’Presti con el mango del palo de golf: hematomas en la cabeza, en el antebrazo y en el hombro, según constató la Justicia tras la denuncia por lesiones y discriminación. “‘Esto no es Ostende’. Para los que somos de la costa y especialmente de esa zona -dice el periodista geselino Juan Ignacio Provéndola- sabemos la carga peyorativa de esa enunciación: en Ostende viven obreros y mucamas, los verdaderos laburantes de Pinamar”. Fue, además de física, una agresión clasista, elitista y racista. ¿La pareja de violentos conocerá el origen caddie de los mejores golfistas argentinos?

El club Links Pinamar suspendió a los agresores “hasta que contemos con toda la información sobre el caso y las medidas tomadas tanto por la AAG como por la Justicia”. La AAG es la Asociación Argentina de Golf. Y Links Pinamar, parte de la AAG. Lejos de condenar el ataque, la AAG comunicó en Clarín: “No nos expedimos, sobre ningún aspecto. Escapa absolutamente a nuestras potestades el poder prohibir -o permitir- el ingreso de tal o cual persona a tal o cual club”. La Comisión de Instrucción Disciplinaria de la AAG contempla sanciones de hasta 99 años de suspensión. Aunque la propia AAG había comunicado que “aún no sabemos si los agresores son jugadores aficionados” -es la encargada de regular el hándicap de los jugadores aficionados de Argentina-, Tiempo constató que “Girini, Mariano” (62 años, matrícula 153.204, hándicap index 16,3) y “López, Celeste Lorena” (44 años, matrícula 182.863, hándicap index 29,2) son jugadores del Links Pinamar, con matrículas válidas -al menos- hasta el 5 de diciembre de 2024 (este sábado, detuvieron a López por “homicidio en grado de tentativa” y declaró ante el fiscal).

Centenares de caddies demandaron en 2024 a clubes de golf, como el Jockey Club, e incluso a la Asociación Argentina de Golf por “relación de dependencia encubierta”. La demanda acumulada es de más de cuatro millones de dólares. Los clubes alegan que los caddies trabajaban por la “propina” y denuncian irregularidades en las denuncias, como testigos falsos y caddies que nunca fueron caddies. Detrás de las millonarias demandas contra los clubes de golf está la representación del estudio de abogados Montenegro Pávito & Asociados, de Guillermo Montenegro, diputado nacional por La Libertad Avanza y uno de los visitantes a los represores en la cárcel, y de Federico Pávito, director General de Administración del Senado. No es nueva la irregularidad de los caddies como jornaleros o trabajadores sin estatuto. Lo que es novedoso es que sean representados, según los clubes, por “caranchos de los greens”.

El caddie no sólo le lleva la bolsa de palos al golfista, caminando o en carrito eléctrico, para que juegue lo más “descansado y concentrado posible”. Único consejero externo permitido, puede informar dificultades y distancias de la cancha, aportar estrategias y lecturas acerca de las caídas de los greenes, calmar y asesorar sobre la elección del palo para el golpe. Así se deduce de “Los caddies en Argentina. Situación, problemas, desarrollo, capacitación y escuela” (2007), investigación de la periodista y abogada Carolina Leone, “con el aporte, experiencia, asesoramiento y consejo del Maestro De Vicenzo”. El Chino Fernández -78 años, cuatro títulos en el PGA Tour y ocho en el Abierto Argentino- dice: “El golf tiene la virtud de unir los extremos de la pirámide social. La gran mayoría de los profesionales fuimos caddies por necesidad, para arrimar unos pesos a la familia. Entonces un joven caddie, de procedencia humilde, de pronto comparte horas con un empresario o artista famoso jugador. Se genera un contacto de mucha intensidad, una relación afectuosa que no sucede en ningún otro orden de la vida”.

En algunos clubes, sin embargo, aún cuelgan estos carteles: “Prohibido el ingreso a los caddies”. Y en algunos torneos, los caddies se paran en la puerta y son elegidos a dedo. En los campos de golf, son ciudadanos de segunda. “Esta semana aprendí que los caddies no pueden usar el mismo baño ni comer en el mismo restaurante que los golfistas. Que la mayoría trabaja en negro y vive en los barrios populares que rodean los campos de golf. Que los mejores jugadores de nuestra historia empezaron pobres, empujando carros de ricos”, escribe el cronista Juan Diego Britos en su blog, luego de una mañana en el Golf Club San Martín. Y sigue: “No consigo ajustar el backswing, el movimiento previo al golpe. Intento abrir el pecho, aflojar las manos, pero ninguna pelota vuela a destino. ‘Rey, el Gato Romero decía que en el golf, un día sos rico y otro, mendigo’. Zurdo tiene carcajada afónica. Es caddie y fuma desde los 12 años. También dice verdades a medias. En los campos de golf, sean los días que sean, los únicos mendigos son los caddies”.

Ver comentarios

  • ¿Y si el relato de la golfista es el verídico? Dice que fue totalmente al revés. Pero bueno más fácil acusar a los golfistas. A veces el clasismo lo alimentan los periodistas.

  • Ponerlos presos a los dos mujer y hombre que castigaron a la sra.a más de pegarles , le tiraron pelotas que si le hubiesen pegados ,ni te cuento. La AAG que les de ya 99 años y el club ya de baja. Que esperan. Son unos verdaderos hdeP .

  • Vivo en Pinamar y juego al golf a veces en esa cancha. Me he encontrado con decenas de personas tomando sol dentro de la cancha. ¿ que pasaría si les pegamos con una pelota? Seríamos agresivos, fachas, y hasta golpistas, por el solo hecho de practicar un juego. Con respecto a lo elitista de jugar golf, nada más lejos de la realidad. El golf en Argentina siempre estuvo jugado mayoritariamente por gente de clase media. Mi padre era ferroviario y jugaba con dos amigos, uno trabajaba en un frigorífico y el otro reparaba las viejas baterías de plomo de los autos.

  • Los caddies eran jóvenes que se hacían una changa con el golf. Muchos aprendieron a jugar como Devicenzo, Pato Cabrera o Gato Romero

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