Jugó en San Lorenzo, es ídolo del Osasuna y fue citado esta semana a la selección de España. "Mis amigos están en el cementerio o la cárcel", dice el criado en Empalme Graneros, el barrio donde una bala narco mató a Máximo, un chico de 12 años.
Con apenas 29 partidos en San Lorenzo, en 2017 emigró al Huesca de la segunda división española. Ascendió. Y, cuando el equipo descendió, pasó a cambio de 2,7 millones de euros al Osasuna. En la actual temporada suma ocho goles y dos asistencias en 26 partidos. En la 2019/2020 marcó 11 goles en 22. Fue la mejor y la peor: estuvo a un paso de pasar al Barcelona pero en enero de 2020 se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda, y en septiembre, en la vuelta post pandemia, el de la derecha. “Cinco días después de la primera operación estaba con los pies en el sillón y nos llamaron para darnos la noticia de que habían matado a mi cuñadito, de 20 años, a su mujer y a la nena de un año. A los tres, en el barrio, con una metralleta, desde una moto”, cuenta en la edición de febrero de Panenka. “La única que pudo viajar fue mi mujer, que tuvo que vestir a la sobrina de un año dentro del ataúd. Nos pegó muy duro. Nos ha cambiado la vida, porque era como nuestro hijo. Es feo, porque qué más quisiera yo que mis hijas puedan jugar en el potrero donde yo jugaba un día de lluvia”.
El Chimy tiene un revólver tatuado en la cintura (el primer tatuaje, el escudo de Central, se lo hizo a los diez años, conectando un cable y una lapicera al reproductor de DVD). Los dibujos en su cuerpo, dijo, son la historia de su vida. En Empalme Graneros le pateó penales a arqueros que atajaban con un arma en la cintura. Era el preferido de los apostadores “pesados”. “Dejé de jugar por diversión -dijo- tan pronto como jugué por dinero”. Aprendió a picar al escuchar el primer disparo de una balacera en pleno potrero. “La gente está confundida porque piensa que tener un arma en la mano es el mejor camino a tomar. Yo he llevado armas en la cintura y pensás que sos un superhéroe -recordó-. Y no lo sos. Tampoco sos el dueño de la vida del otro. No podés ir por ahí quitando vidas o diciendo: ‘Vos pagaste para que mataran a mi hermano y yo voy a pagar más para que maten a tu padre’. Es un ciclo de nunca acabar”. En la semana en que Ávila fue citado a la selección de España, en Empalme Graneros, su barrio, Máximo Jerez, de 12 años, fue asesinado de un disparo narco en la vereda de su casa. En 2020, Ávila había sido declarado inocente del episodio en el predio de Tiro Federal. Las pruebas eran falsas. “Mis amigos de la infancia están en la cárcel o en el cementerio -dijo aquel año-. La vida es tan complicada que en el barrio yo ya me estaba tirando para la opción A, la más fácil: la delincuencia y la mala vida. Eso, quizás, te daba los mejores lujos, pero nunca dormía tranquilo”.
El Chimy volvió a jugar después de 435 días entre las lesiones en marzo de 2021. En junio de ese año subió una foto a sus redes en la que lucía una remera con la figura de Santiago Abascal, presidente del partido de ultraderecha Vox, con una frase en el pecho: “El miedo es una reacción. El valor, una decisión”. A las horas pidió perdón. “Hoy metí la pata, he ofendido a muchas personas. Lo siento. Ni sé de política, ni me interesa. Mis únicas pasiones son el fútbol y mi familia. No era mi intención ofender”. Los hinchas del Osasuna habían puesto el grito en el cielo. “Lo del Chimy no creo que sea ignorancia -escribió alguien en Twitter-, ya publicó hace no mucho contra la ley del aborto argentino”. Osasuna representa a Pamplona, Navarra, origen del nacionalismo vasco. Osasuna es uno de los cuatros clubes asociación civil en la Liga, junto a Real Madrid, Barcelona y el vecino Athletic Bilbao. Son los semifinalistas de la actual Copa del Rey. En las calles de Pamplona todavía se observan stencils del Chimy como si fuese un boxeador.
“Aunque su estampa invite a la caricatura -pequeño (1,71), compacto, abundantemente tatuado, unos cuádriceps que no le caben en el pantalón y una expresividad aparatosa-, Chimy Ávila ha marcado goles de todos los colores, todos bellísimos y algunos de una dificultad extrema. Es vertiginoso, intempestivo y retador”, lo describe el periodista Santiago Segurola. Padre de dos hijas, hermano ocho años mayor de Gastón Ávila -defensor exBoca, hoy en el Royal Antwerp de Bélgica-, el Chimy visitó el año pasado a adolescentes privados de su libertad en la cárcel de Pamplona-Iruñea. Les contó que El Sadar, el estadio del Osasuna, es “una pecera, un estadio como en Sudamérica”: “Cuando me meto ahí adentro, es mi casa: es el momento que me gusta vivir, brindarle un espectáculo a la gente que quizá mañana no desayune por pagar una entrada. La gente de afuera tiene que ser tu inspiración”. Y se vio ante un espejo. Les dijo: “Nunca me imaginé estar de este lado, sino del otro, pero me di cuenta por quién luchar. Hay una sola persona que va llorar por ustedes cuando estén lejos, su madre, y aunque no lo sepan, cuando ustedes lloran, ella llora con ustedes. Los sueños no se van, se ponen en pausa. Y se logran con sacrificio”.
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